El cardenal Zuppi, que preside la conferencia de los obispos italianos, ha leído públicamente los nombres de más de 12.000 niños palestinos e israelíes asesinados en Gaza e Israel hasta el 15 de julio de 2025. 12.000 nombres, uno a uno, empezando por Hind, 4 años, y siguiendo por Kfir, de meses, Jumaa de 7 años, o Nur, de un año. El acto ha tenido lugar en Marzabotto, un espacio simbólico cerca de Bolonia donde hubo una masacre por parte de los nazis en 1944. Zuppi, con este acto, ha querido concienciar sobre el dolor y la injusticia de las muertes infantiles durante la guerra. El cardenal ha querido sacar del anonimato a estas víctimas y ha vuelto a pedir el alto el fuego. Hace pocos días, Zuppi, que es arzobispo de Bolonia, y el presidente de la Comunidad Judía de la ciudad, Daniele De Paz, firmaron una declaración conjunta contra la guerra en Gaza, condenando la masacre de civiles inocentes y haciendo un llamamiento a la paz que incluya el rechazo al antisemitismo, a la islamofobia y a la cristianofobia. Un documento no fácil y con mucho arte de mediación en su elaboración. Zuppi y los suyos, la Comunidad de San Egidio, bordan estos manifiestos complejos.
El cardenal de Bolonia, Matteo Maria Zuppi, es un hombre de acción. Se lo valora como mediador en varios conflictos y ha sido enviado especial a Ucrania y a Israel y Gaza. Es una persona poco eclesiástica, en el sentido que es sencillo y acostumbrado a trabajar con personas sin hogar y se le reconoce la habilidad de servir y ser útil, además de ser una persona de plegaria y militancias diversas por el bien común.
Haberse puesto a leer los nombres de los niños, empezando por los que fueron asesinados por Hamás el 7 de octubre y continuar, quiere decir leer 469 páginas de nombres de niños, 12.211 palestinos y 16 israelíes, es un acto generoso e insólito. Siete horas de lectura. Gestos como este reconcilian y dan pistas también a nuestros líderes nuestros, religiosos o no, porque la paz se invoca de múltiples maneras, y leer en público los nombres de las víctimas, y además infantiles, es de una estridencia escalofriante que no permite continuar impasible. Zuppi domina el arte de la diplomacia, pero también el de la empatía, que no siempre van juntas. Y su gesto, en un pequeño lugar italiano, ha dado la vuelta en el mundo.