Los científicos solemos poner un nombre propio a los objetos singulares que estudiamos, mucho más a los sujetos. Los personalizamos porque son importantes para nosotros; los hacemos aún más únicos y cercanos. Esto es lo que pasa también con los fósiles. Yuka es el nombre que se le dio a una cría de mamut de unos 39.000 años de antigüedad, según las últimas dataciones, que fue descubierto con la descongelación del permafrost en una alejada región de Siberia cercana al Ártico. Yuka murió de congelación, seguramente después de ser atacada por leones de las cavernas, y murió tan rápidamente y quedó congelado tan rápidamente que aún había restos de sangre líquida por sus venas cuando lo encontraron. Como os expliqué en otro artículo, se intentó “revivir” células de su piel, cultivándolas en el laboratorio y dentro de un ratón, pero, aunque había movimientos intracelulares, el DNA estaba demasiado fragmentado y troceado y no lo consiguieron.

Los científicos asumieron que se trataba de una hembra, porque el análisis externo del cuerpo no permitió descubrir genitales masculinos, y de ahí el nombre Yuka. Pues bien, en un objetivo técnicamente difícil, se ha podido extraer ARN de los músculos congelados —y recordad, muuuuy antiguos de Yuka. Esto parecía un objetivo inalcanzable, porque el DNA es una molécula mucho más estable que el RNA, y ya es muy difícil obtener DNA de calidad de muestras antiguas, lo que se llama DNA antiguo. Svante Paäbo recibió el Premio Nobel de Medicina en 2022 justamente porque él y su equipo desarrollaron protocolos que permitían obtener DNA antiguo de huesos fósiles de neandertal y de denisovano (homininis ya extintos). Hasta el momento, el DNA antiguo que se ha podido estudiar es de hace unos 2,5 millones de años, y es DNA ambiental, extraído de sondas que perforan el hielo de Groenlandia y solo permite averiguar qué especies había, de forma genérica, porque los ácidos nucleicos se degradan con el tiempo.

El RNA de Yuka y de otros dos ejemplares de mamut excepcionalmente bien conservados, también congelados en el permafrost, nos permiten abrir una ventana del tiempo al pasado

Pues bien, dado que el RNA es aún más lábil y se degrada con rapidez dentro de los tejidos vivos, siempre se ha creído que no se podría obtener de ningún animal tan antiguo como Yuka. En animales, con tejidos blandos, hay pocos casos de extracción de RNA antiguo con éxito: en un humano congelado en los glaciares del Tirol (el famoso Ötzi, el hombre de hielo, de unos 4.500 años de antigüedad) y de un ejemplar de cachorro de lobo, también congelado en el permafrost siberiano, de hace unos 14.000 años. El RNA de Yuka y de otros dos ejemplares de mamut excepcionalmente bien conservados, también congelados en el permafrost, nos permiten abrir una ventana del tiempo al pasado para saber, no solo qué instrucciones genéticas tenían (eso lo dice el DNA), sino cómo y cuándo se leían estas instrucciones; es decir, nos ofrecen datos de expresión génica. Ahora podemos saber si los genes que se expresan en músculo, o en piel, son los mismos en mamuts que en elefantes asiáticos; si se expresan en la misma cantidad, y si se regulan de la misma manera. Si con el ADN sabemos los ingredientes de una receta, con el ARN sabemos cómo se combinan y cuáles son los pasos de la receta

Científicos especialistas en paleogenómica de Suecia pidieron ayuda a sus colegas rusos, como colaboradores de este trabajo. Cabe recordar que 10 de los ejemplares de mamut recuperados del permafrost están depositados en instituciones académicas rusas. De estos 10 ejemplares, se enviaron pequeñas muestras (como del tamaño de una uña) para este estudio, y solo 3 estaban lo suficientemente bien conservados —particularmente Yuka— para identificar su RNA en sus tejidos. También extrajeron DNA para poder hacer la comparación, ya que uno de los posibles problemas con las muestras antiguas es la contaminación humana, tanto con DNA y RNA humano como con el de otros animales. Los investigadores tuvieron que poner a punto técnicas analíticas de precisión para asegurar la fiabilidad de sus resultados. Evidentemente, el RNA mostraba signos de degradación debido al tiempo transcurrido, pero los datos que obtuvieron mostraban que el RNA era de mamut (muy cercano al DNA de elefante asiático, pero con mutaciones puntuales propias de su especie), que era RNA procesado correspondiente a los genes expresados en músculo, y también a expresión de genes de respuesta a estrés, lo que no nos tiene que extrañar si la pobre cría de mamut había sido atacada por leones poco antes.  

La noticia anecdótica es que también demostraron que Yuka no era hembra, sino que era macho, como demuestra la detección del cromosoma Y en el DNA genómico y el RNA de genes localizados en el cromosoma Y en los tejidos analizados.

Los investigadores de este estudio piensan que su trabajo demuestra que se puede obtener RNA antiguo de muchas muestras que hasta ahora no se analizaban y que estos datos nos ayudarán a completar el conocimiento que tenemos de las especies extintas, y también de las actuales, por comparación. Incluso creen que sería interesante estudiar los restos que se vayan identificando del permafrost, con el fin de identificar RNA de virus como la gripe o posibles coronavirus antiguos, para comprender su evolución. Como podéis ver, los avances técnicos y la aparición de muestras biológicas excepcionalmente conservadas nos permitirán obtener nuevas piezas del rompecabezas genético de la biodiversidad de los animales extintos y extants.