“Soy tatuadora porque soy pobre”. Es posible que una noche de insomnio o una tarde de pereza hayas tropezado con el vídeo-reportaje de cinco minutos sobre Whang-Od, la última tatuadora de la tribu kalinga de las Filipinas. Con una música hipnótica y una cámara minimalista, el mini-reportaje, que habla de amor, superación y trascendencia, es un fenómeno viral en medio mundo.

Aunque este entrañable reportaje se haya colado en tu Facebook, Tumblr o los favoritos de Youtube, es muy probable, sin embargo, que no la hayas visto desde su fuente original, la red Buscador de Historias.

Joan Planas es un director catalán de documentales premiado en festivales internacionales. Él es el principal impulsor de Buscador de Historias. El proyecto constaba de 22 minidocumentales, que colgó en Youtube gratis. Él esperaba recuperar al menos una parte del dinero invertido en la producción gracias a los ingresos publicitarios que Youtube asigna en función de las visualizaciones de cada vídeo.

La historia de la tatuadora enseguida destacó y se convirtió en la más vista. Pero lo que no esperaba Planas es que poco tiempo después encontraría su vídeo colgado en otro canal de Youtube con cerca de 10 millones de visitas. Diez millones que Youtube contabilizaría en la cuenta del pirata que había copiado y subido el vídeo de nuevo. Y aquella sólo fue la primera copia ilícita. Planas lleva un año pidiendo a varios portales y páginas de Facebook que atribuyan correctamente su trabajo con un link directo al vídeo original. Muchos no lo entienden y Youtube no siempre es rápido a la hora de borrar contenido pirateado.

El caso de Planas no es único. Afecta a miles de personas creativas, que se rompen los cuernos para arrancarnos una sonrisa, un "me gusta" o un “compartir” a través, por ejemplo, de cuentas de redes sociales paródicas como La Retaguardia, Mas Enfurismat o Gerardo Tecé.

En diciembre, la Plataforma de Autores de Contenidos Originales (sí, PACO) removió la red con una campaña contra el perfil multiplataforma Cabronazi, especializado en chistes gráficos o memes de humor negro. Cabronazi tiene más de seis millones de seguidores en Facebook y, aunque PACO demostró que todo (sí, todo) su contenido era copiado, la red social de Zuckerberg no le cerró la página. A causa del alboroto, sin embargo, Cabronazi ha iniciado una discreta política de atribución (que no retribución) a los autores, aunque sigue sin compartir el contenido directamente desde las páginas originales.

Hace algunos años, el único sistema válido por recompensar la creatividad era pagando. Comprando un disco, una cinta de vídeo, un cuadro o un cómic. Hoy la tecnología nos lo pone mucho más fácil, sólo hace falta cliquear sobre el botón de retuit, compartir o gustar, y las plataformas ya compensan los perfiles más seguidos. Youtube, por ejemplo, comparte el 45% de sus ingresos con los creadores de los contenidos con más visualizaciones. El creador de un vídeo con un millón de visualizaciones se puede llevar entre 5.000 y 8.000 dólares, según la misma compañía.

Por eso, la próxima vez que veas el vídeo de la tatuadora, fíjate si te lo han pasado desde el enlace de Youtube original o viene de alguna web fantasma que se aprovecha del trabajo de otros para conseguir visitas. Así, los piratas no se aprovecharán de tu pereza, porque no es lo mismo compartir buen contenido que apropiárselo para ganarse la vida.

Y cuando rías con aquel gif gracioso, aquella foto crítica, recuerda que detrás del contenido siempre hay un autor que le ha dedicado tiempo y esfuerzo. Haz RT, Like o comparte —pero no descargues ni copies. Piensa, además, que con la busca inversa de imágenes de Google se pesca antes un tuitero pirata que a un político corrupto. Avisado/a estás.

Adrià Alsina es politólogo y periodista. Ha trabajado como consultor de comunicación para organizaciones como el Banco Mundial, la OCDE o el Banco Interamericano de Desarrollo.