El plan de Trump en Gaza: el colonialismo de siempre
Mientras Donald Trump presenta su famoso plan de 20 puntos para Gaza como si fuera la solución definitiva al conflicto, lo que tenemos ante nosotros es una operación de ingeniería geopolítica brutal que perpetúa la ocupación bajo el disfraz de la reconstrucción económica. No nos engañemos: esto no es un plan de paz, es colonialismo del siglo XXI con traje de empresario.
Gaza ha sido machacada sistemáticamente durante más de dos años ante nuestros ojos, en riguroso silencio. Hablamos de más de 66.000 palestinos muertos, el 90% de las viviendas destruidas. Trump describe sin pudor alguno Gaza como un “solar de demolición”. Pero claro, para él es perfecto: su futura “Riviera del Mediterráneo”. La estrategia no es nueva: se trata de crear el caos total para después llegar como el salvador. Es la doctrina del shock de toda la vida.
El corazón de este plan está en los puntos 10 y 11: crear una “zona económica especial”. Gaza valdría ahora “prácticamente 0 dólares”, pero según sus cálculos podría alcanzar los 324.000 millones en una década. ¿Esto qué es? Especulación inmobiliaria a gran escala sobre la miseria de un pueblo. Lo mismo que están planteando en Ucrania, por cierto.
El plan prevé construir entre seis y ocho nuevas ciudades en Gaza. Pero ojo, no con dinero público americano. Será financiado por inversores privados que recibirían participaciones accionariales durante 50 años. Medio siglo controlando Gaza. ¿A alguien le suena esto a algo que no sea colonialismo puro y duro?
Y aquí viene lo mejor: ¿quién va a administrar todo esto? Tony Blair. Sí, el mismo que llevó a Reino Unido a la guerra de Iraq con mentiras. Ahora quiere crear la Gaza International Transitional Authority, con una junta de hasta 10 miembros donde habrá “al menos un representante palestino cualificado”. ¡Al menos uno! En su propia tierra, los palestinos tendrían representación minoritaria.
Blair, que cuando fue enviado del Cuarteto visitó Gaza contadas veces, ahora aspira a ser el gobernador de facto. Es como si Paul Bremer volviera de Iraq para repetir la jugada.
Pero claro, ¿por qué tanto interés en Gaza? Detrás de tanta retórica humanitaria están las reservas de gas natural del campo Gaza Marine, a 35 kilómetros de la costa. Y ahí ya tenemos empresas americanas con los derechos de desarrollo.
Además, quieren integrar Gaza en el corredor India-Oriente Medio-Europa, firmado en 2023. Gaza se convertiría en una pieza del tablero geopolítico americano para frenar la influencia china. Un hub logístico al servicio de intereses totalmente ajenos a su población.
Egipto también tiene su parte del pastel. El Grupo Organi mantiene un cuasi-monopolio en el suministro de materiales a Gaza. Los contratos pueden adjudicarse por lealtades políticas en lugar de eficiencia económica. Es el “capitalismo de desastre” que Naomi Klein describió para Iraq: aprovechar la devastación para imponer estructuras económicas que benefician a élites conectadas con el poder.
Esta película ya la hemos visto. En Iraq, bajo Blair, se sometió el país a un experimento neoliberal radical que privatizó sectores enteros. El resultado: una década de violencia, corrupción masiva y destrucción del tejido social. En Libia, tras la caída de Gadafi, las promesas de desarrollo se convirtieron en explotación de recursos por actores externos.
El plan dice que “nadie será obligado a abandonar Gaza”, pero documentos filtrados revelan que contemplan ahorros de 23.000 dólares por cada palestino que se “reubique voluntariamente” fuera de su tierra. Con 2,3 millones de habitantes, cada 1% que se vaya supone medio millón de ahorro para los inversores. Esto no es migración voluntaria: es ingeniería demográfica. Jurídicamente, este plan viola la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe el traslado forzoso de población civil. Establecer una administración internacional sin garantías de transferencia de soberanía es anexión sofisticada.
Este plan está lleno de contradicciones que lo condenan al fracaso. Promete desarrollo económico, pero mantiene el control militar israelí. Habla de paz, pero amenaza con apoyo total a Israel si rechazan la propuesta. No tiene calendario claro y evita mencionar la solución de dos Estados.
El plan Trump para Gaza es la evolución del colonialismo hacia formas más sofisticadas pero igual de explotadoras. Usando el lenguaje del desarrollo y la ayuda humanitaria, busca perpetuar la dominación mientras transfiere recursos palestinos a manos extranjeras. Y no cabe duda de que ahí habrá participación sionista sacando beneficio de la reconstrucción de Gaza.
Esta propuesta no resolverá nada porque no aborda las causas fundamentales: la ocupación, la colonización y la negación de derechos palestinos. Al contrario, institucionaliza estas injusticias bajo nuevas formas, aunque la propaganda lo disfrace de “humanitario”.
Es más de lo mismo, la historia de siempre: guerras por control y dominio de recursos. Israel ha convertido Gaza en solar bajo la excusa del terrorismo de Hamás, al que tanto Israel como otros han financiado. Una vez más, ante nuestros ojos, se repite la misma historia. El cinismo del que son capaces ya lo acabamos de ver recientemente, cuando uno de los terroristas más buscados del mundo se ha paseado por las Naciones Unidas y se ha fotografiado con todos los líderes.