Por una circunstancia que ahora no viene al caso, hace unos días visité unas oficinas donde hacía tanto calor que se podía cocer pan, asar pollos o tostar castañas.
Hoy he vuelto. Hacía tanto frío que, tranquilamente, los de La Sirena podrían instalar allí su almacén central. Pero lo mejor de todo ha sido la escena que he visto una vez he podido abrirme paso entre pingüinos con bufanda y peúcos y osos que eran polares porque esta era la prenda de ropa que llevaban. Y era de las gruesas.
En un rincón de la sala y rodeando una escalera, había 6 personas mirando hacia arriba. Sí, sí, lo ha leído bien, he escrito un SEIS. Cinco hombres, dos de los cuales con americana y corbata, y una mujer, boquiabiertos bajo la dimensión desconocida y siempre inquietante de un agujero negro practicado en un falso techo gracias al desplazamiento de dos placas de pladur.
He preguntado a una de las personas que trabajan en el despacho en cuestión: “Oiga, ¿se sabe la causa de este gran despliegue humano y de medios consistente en seis personas y una escalera?". Respuesta: “Están intentando solucionar el tema del aire. Un día estamos en 28 grados y el día siguiente a 18. Ayer ya vinieron”.
Cuando ya llevaban un rato mirándoselo (con mucho interés). Uno de los seis ha obedecido una señal efectuada por otro de los presentes, consistente en extender el brazo derecho en dirección al agujero y desplegar el dedo índice señalándolo. Éste, ha procedido a subir los peldaños de la escalera. Uno, dos, tres, cuatro... Hasta que su cabeza ha desaparecido dentro del agujero negro ofreciendo a los presentes aquella terrible imagen de un cuerpo que parecía recién pasado por el invento de monsieur Joseph-Ignace Guillotin.
Veinte segundos más tarde, el señor de la escalera ha extraído su cabeza del agujero (negro), ha bajado los peldaños, ha compartido un breve comentario a los otros 5 expertos presentes y el grupo en pleno se ha puesto a mirar nuevamente hacia el agujero. Tras un rato de quietud, uno de los de la americana ha hecho un gesto con la cabeza para que quien aguantaba la escalera, subiera a recolocar las placas en su sitio. Una vez efectuada la maniobra, un tercero ha guardado la escalera y, todos juntos, se han ido. Los pingüinos y los osos se han quedado en la oficina. Bien abrigaditos.
Quien se ha marchado al cabo de un rato, también, ha sido un servidor. Eso sí, con el pesar de no saber si las medidas decididas por los seis (SEIS) expertos han servido para obtener un resultado positivo de manera instantánea. Sin embargo, no sufra, si tuviera que volver al lugar de los hechos en cuestión, usted recibirá una actualización inmediata de la información del proceso de adaptación climática. Y si puedo entrevistaré a los seis responsables técnicos.
Bueno, y si vinieran más de seis (expertos), no dude ni un instante que, en ese caso, organizaré un congreso internacional con ponencias y cosas. Lo titularé: “La eficiencia y la racionalidad como modelo económico de éxito”.