Este fin de semana el rey emérito Juan Carlos I ha ido a Abu Dhabi para ver una carrera de Fórmula 1. Y allí ha coincidido con el tristemente famoso príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán. Y se ha hecho una foto con él. O mejor dicho, se la han hecho. Y la verdad, de las tres posibilidades sobre cómo ha ido la cosa, no sé cuál es peor. O bien el Rey emérito 1/ pensó que no pasaba nada por hacerse la foto con este señor, o bien 2/ no tuvo más remedio que hacerse la foto, o bien 3/ a alguien le ha convenido que salga la foto.

Vamos a por la primera. Si Juan Carlos no ha sido consciente del despropósito, la Casa Real tiene un problema. Y muy grave. Si el Rey no entiende las consecuencias, y no precisamente positivas, que puede tener la aparición de esta foto es que no vive en este mundo. Y si él ya no está para estas cosas, allí dentro tiene que haber alguien lo bastante hábil y despierto como para hacer un Letizia y ponerse delante de la cámara, como la Reina hizo cuando alguien pretendía fotografiar la emérita Sofía con sus nietas. Si nadie ha sido capaz de evitarlo, la monarquía española hace más aguas de lo que nos pensábamos.

Cuando medio mundo esta pendiente de la participación de Mohamed bin Salman en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, la Casa Real española no puede permitir que el rey Juan Carlos aparezca fotografiado con este señor. Bien, si quiere mantener una imagen presentable de la persona real y de la institución, no menos real. Y si el señor príncipe y el emérito son amigos, como parece, se saludan en privado y sin ningún móvil a 2 kilómetros de distancia. Por si acaso. Y allí, si quieren, se abrazan, se besan, se acarician o hacen la croqueta. Pero nunca en público.

La segunda posibilidad es inquietante. Quizás la foto es el peaje que Juan Carlos tiene que pagar por los muchos favores recibidos. Si es cierto lo que dicen varias informaciones que nunca han sido desmentidas, la monarquía española ha hecho muchos negocios con la familia Saúd. Muchos y muy billonarios. Y ahora tocaría pasar por la fototeca de turno para intentar ayudar a limpiar la imagen ensuciada con la sangre de Khashoggi. Porque en la vida, todo tiene un precio. O un coste.

Ahora bien, la posibilidad más sensacional de todas es que a alguien de dentro le haya interesado que apareciera esta foto. Es decir, se la hicieron en una zona privada y para consumo propio, pero habría llegado a manos de alguien que habría decidido que circulara. ¿Por qué? Bien, a veces las cloacas de los estados tienen intereses que a los mortales como a usted y un servidor (de usted) se nos escapan. Quizás el enemigo está dentro. Quizás hay algunos republicanos que trabajan en la sombra. Quizás la cosa está más podrida de lo que nos pensamos.

Si este fuera el caso, a lo mejor todo sería una maniobra para provocar un cambio para que nada cambie. Como en su momento, y para salvar el régimen, obligaron a Juan Carlos a abdicar. Después de hacer que se humillara públicamente pidiendo perdón.

Y usted, ¿con cuál de las tres se queda?