Resulta que ya podemos volver a las discotecas. Ahora se llama "ocio nocturno", con esta manía que tenemos de buscar eufemismos para todo. Antes lo llamábamos ir de fiesta. Total, que ya podemos ir a las discotecas, pero tenemos que ir, eso sí, con un teléfono inteligente en la mano y con la aplicación La Meva Salut bajada. Y, una vez en la puerta, enseñar un código QR que demuestre que estamos vacunados, que hemos pasado la enfermedad en los últimos seis meses, que nos hemos hecho una PCR dentro de las 72 horas anteriores o un test rápido de antígenos 48 horas antes como mucho. Como si fuéramos a coger un avión, vaya.

Pero centrémonos en el test rápido de antígenos. Lo llaman TAR. Pues bien, el TAR nos sirve como un pase covid, pero, ah, amigos, los que se hacen y se venden en las farmacias, más rápidos y, sobre todo, más baratos ―aunque igualmente eficaces―, ¡no! Estos no sirven para entrar en la discoteca en cuestión, porque no se genera el código QR que el portero que antes miraba si llevabas bambas o no le caías bien, ahora escanea con un aparato. No vale que te hagan un papelito y no sirve para nada que la farmacia lo envíe a la Conselleria de Salut para que lo ponga en tu historial de La Meva Salut. A Salut no le da la gana que se genere un código QR.

Visto que se tardó una eternidad en dar permiso a las farmacias para poder vender y hacer test de antígenos, mientras los laboratorios privados iban haciendo PCR a precios de oro, es lícito preguntarse, y sólo preguntarse, si detrás de esta política está la voluntad de ayudar a hacer caja al sector privado

Y eso que las farmacias habían llegado a un acuerdo con la patronal del "ocio nocturno" Fecasarm para crear un sistema de acceso. Pero la Generalitat ha impuesto su sistema. Y sólo te genera un QR si te haces el TAR en un centro homologado. Que son pocos y en que casi no hay ninguna farmacia. Los homologados, amigos, son centros de compañías de seguros o de grupos hospitalarios privados. ¿Caramba, no? Por ejemplo, los Laboratorios Echevarne, que si nos remitimos a cuando hacerse una PCR era como traficar con droga, tal vez y sólo tal vez, han hecho el agosto con la pandemia.

Y, claro, tal vez la estrategia es que los "jóvenes" que no lo han hecho, se cansen de las dificultades y los precios y se acaben vacunando. Puede ser. Pero, visto que, a diferencia de otros países, se tardó una eternidad en dar permiso a las farmacias para poder vender y hacer test de antígenos ―y eso que la que caía la recordaremos todos toda la vida―, mientras los laboratorios privados iban haciendo PCR a precios de oro, es lícito preguntarse, y sólo preguntarse, si detrás de esta política está la voluntad de ayudar a hacer caja al sector privado. Sólo es una pregunta que seguro que hoy responderá el conseller Josep Maria Argimon.