Veo el Tour de Francia, que hoy llega a la primera de las tres grandes etapas de los Alpes, e inmediatamente pienso en la obra póstuma de Josep Fontana, Capitalismo y democracia. Cómo comenzó este engaño. Sobre todo, la parte en la que explica cómo el triunfo de la Revolución Francesa permitió la persistencia de las pequeñas propiedades campesinas, más que en ningún otro lugar de Europa. Lo que, argumenta Fontana, explica por qué la estatura de los europeos bajó entre 1814 y 1840, excepto en Francia... y en España los ciudadanos fueron menguando como Benjamin Button hasta 1870.

Así que el paisaje que vemos en la tele no sirve sólo para hacer una dulce siesta, debatir sobre el dopaje o sencillamente disfrutar de un deporte, sino que nos cuenta en realidad la historia de Francia, que sigue siendo, todavía, la primera potencia agrícola europea y uno de los primeros exportadores mundiales. De hecho, en 1962 el campo todavía ocupaba al 20% de la población activa. Y, de hecho, en 1929 había todavía 4 millones de pequeñas explotaciones, más de 1 millón en 1983 y 734.000 en 1995. El paisaje explica muchas cosas, como nos han enseñado los fuegos de la Ribera d’Ebre.

Este mantenimiento de las pequeñas explotaciones rurales dieron lugar a un paradigma económico muy diferente al británico, por ejemplo, donde el ludismo estalló contra la esclavitud de la fábrica. En Inglaterra, en el campo juegan al golf. Y eso explica que los agricultores franceses se hayan sublevado contra las administraciones, especialmente la europea, pero también contra la competencia española a partir del ingreso de los estados mediterráneos en las instituciones europeas. Y explica también que, en cambio, el malestar británico sea una nueva versión del mismo ludismo, que ahora tiene en Boris Johnson la gran esperanza blanca.

El debate de investidura de Pedro Sánchez que se reanuda hoy, 25 de julio, en el Congreso, con la votación decisiva, no es ajeno a la historia

Las páginas de los periódicos, los titulares de los digitales o las noticias de la tele tienen un largo hilo con la historia de cada país. Asimismo, el debate de investidura de Pedro Sánchez que se reanuda hoy, 25 de julio, en el Congreso, con la votación decisiva, no es ajeno a la historia. Por la falta de cultura de coalición, por la falta de confianza entre el PSOE y todo lo que esté a su izquierda, por el eterno caso de los catalanes, pero también por otro 25 de julio. El de hoy hace 5 años, cuando Jordi Pujol i Soley "confesó" que el dinero de la familia en Andorra ―donde su nombre no aparece― eran una "deixa" de su padre, del abuelo Florenci, a Marta Ferrusola y sus nietos, ante la peligrosa manía de su hijo Jordi de dedicarse al arriesgado arte de la política.

5 años después, para el mundo convergente, todo lo que recuerde al padre fundador estorba. Y esto ha permitido ver como en el debate de investidura Gabriel Rufián se ha otorgado el papel de Miquel Roca y ERC el de interlocutor válido en Catalunya. Este era el gran proyecto de Oriol Junqueras, el político más pujolista de todos los que existen, ahora incluso en parte de la biografía. Esta era la hoja de ruta no escrita de los poderes del Estado, incluido el PP, y del establishment catalán. Un hecho consumado que Carles Puigdemont y algunos colaboradores como Elsa Artadi dilataron una noche del otoño de 2017 desde la habitación de un hotel de Bruselas haciendo una lista electoral que les permitió ganar las elecciones contra pronóstico.

Pero aquella victoria que sirvió para evitar lo que ya estaba escrito ―y que también explica la triste declaración de independencia del 27 de octubre― ha tenido unas consecuencias en el mundo convergente cada vez más evidentes, como su papel irrelevante en el Congreso. Los próximos movimientos de Quim Torra ―la convocatoria electoral―, Carles Puigdemont y Artur Mas determinarán si lo que ya se ha visto esta semana en el Congreso se consolida. Mientras, Pujol seguirá con interés el relevo de Theresa May, pero no verá el Tour de Francia. Su última metáfora política no tiene que ver con el ciclismo, sino con la hípica. Y habla de la importancia del caballo, pero, sobre todo, de la habilidad del jinete, a la hora de saltar los obstáculos.