El domingo pasado, el campo de concentración de Mauthausen (Austria) fue testigo de la indigna actitud de la ministra de Justicia española, Dolores Delgado. El acto de homenaje a los deportados republicanos durante el nazismo quedó violado por el intrusismo y el intento de apropiación de la "memoria" por parte de los socialistas, uno de los principales avaladores de la perpetuación del olvido en nuestro país.

Para entender qué hacía la ministra en este homenaje ―ningún representante del Gobierno había asistido hasta ahora― tenemos que tirar un par de años atrás. El 16 de mayo del 2016, la representación catalana encabezada por el delegado del Govern en Austria homenajeaba a las más de 85.000 víctimas que el holocausto nazi dejó. No fue ningún representante del Gobierno. En el 2017, visto el ridículo institucional del año anterior, el Estado envió al embajador. Su misión no era homenajear a las víctimas, sino la supervisión institucional con el cepillo diplomático en mano.

Recuerdo, perfectamente, el momento en que el conseller Raül Romeva descubría la placa en nombre del Govern de Catalunya en recuerdo de todas las víctimas de la barbarie nazi ―1.800 catalanes perdieron la vida―. El diplomático español era puramente atrezzo, sólo pendiente del besamanos y de repartir tarjetas para cerrar algún desayuno. En el campo de concentración de Mauthausen no hay ninguna placa en nombre del Gobierno.

Con la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa ha continuado el blanqueo del Estado en políticas de memoria, iniciado por Felipe González. En el catálogo de propuestas de marketing político del PSOE encontramos el intento fallido por sacar al genocida Franco de la pirámide franquista; el intento fallido de restaurar la memoria del president Lluís Companys ―aún continúa vigente su sentencia de muerte sumarísima 79 años después―; y como único éxito, el trámite administrativo de la declaración del 5 de mayo como el "Día de Homenaje a los españoles deportados y fallecidos en Mauthausen y en otros campos y en todas las víctimas del nazismo de España". Aprobada esta última, el domingo pasado tocaba desfile.

¿Y por qué fue, precisamente, la ministra de Justicia? Muy sencillo, para intentar salvar el cargo. Dolores Delgado parece que no tiene asegurada la continuidad al frente del ministerio. Los audios de las grabaciones de su amigo Villarejo donde, entre otras cosas, calificaba al actual ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, de "maricón" parece que podrían ser el pasaporte de salida.

La teatralización de la ofendida ministra contó con el blanqueo de la mayoría de medios de comunicación españoles, con la manipulación de las palabras de la directora general de Memòria Democrática de la Generalitat de Catalunya, Gemma Domènech. Domènech en ningún momento comparó a los presos del nazismo con los presos políticos catalanes, tal como dijo la ministra. Domènech se limitó a hacer referencia a una obviedad, el recuerdo para quien había colocado la placa sobre aquel muro justo hacía 730 días, el conseller Romeva, el "preso político" que lleva 440 días en prisión preventiva. Palabras que la ministra tildó "de excluyentes" y que con su "retirada" del acto tuvo que escuchar el baño de realismo de los presentes: "Es que ya no teníais que haber venido... Es la primera vez que vienen".

No les tendría que molestar tanto que se hable de "presos políticos" cuando precisamente son los principales cooperadores necesarios y cómplices de la represión en Catalunya

¿La coreografía española del séquito con bandera en mano acababa con la ofrenda de la ministra a la placa de recuerdo de los deportados españoles ―que, evidentemente, no ha colocado el Gobierno― y con un “y eso es por todos, eh? Por todos los españoles”, como si el resto de placas fueran excluyentes. Seguramente, la ministra no sabía que los deportados españoles en los campos de concentración nazi eran republicanos y que para ellos la bandera "rojigualda" representaba a Franco y a los monárquicos.

Ministra Delgado, indecente e indigno es que usted y su partido sean los responsables que haya presos políticos 80 años después del fin de la Guerra Civil española. No les tendría que molestar tanto que se hable de "presos políticos" cuando precisamente usted, como ministra de Justicia, y su PSOE son los principales cooperadores necesarios y cómplices de la represión en Catalunya, con el abuso de la prisión preventiva como único instrumento para intentar decapitar la voz, la voluntad y las mayorías políticas y sociales de Catalunya. Los socialistas son cómplices y encubridores en la perpetuación de los vestigios del franquismo. ¿Saben dónde están los únicos que han considerado la "memoria historia" como un pilar para una democracia? Encerrados en la prisión de Soto del Real.

El Estado español es el segundo país del mundo con más personas desaparecidas, sólo por detrás de Camboya. Este es el resultado de la nula aplicación de la ley de memoria española aprobada por Zapatero el año 2007. Que tengamos los muertos en las fosas o en las cunetas nunca ha sido un problema para los herederos de este legado, PP y PSOE. Que el Ministerio del Interior incumpla la promesa de retirar las medallas al torturador franquista Billy el Niño no es un problema para Sánchez. Que, quien permitió la condecoración de Billy el Niño, el exministro franquista Rodolfo Martin Villa, tenga una orden de extradición de la Interpol por la llamada "querella argentina" y que la ministra Delgado se niegue a extraditarlo, es sintomático de una democracia llena. Que 33.000 republicanos continúen enterrados en el Valle de los Caídos es vanagloriado por Miquel Iceta.

Catalunya tiene que ser digna del trabajo iniciado por el conseller Raül Romeva y ser capaz de construir un proyecto inclusivo y transversal, que englobe instituciones, universidades, entidades de memoria y sociedad civil. Hacer del compromiso para recuperar la memoria el orgullo de nuestros hijos. Sin olvidar la importancia del trabajo desde el municipalismo, pieza clave. Isaac Peraire, alcalde de Prats de Lluçanès, nunca ha dejado de luchar por recuperar la memoria, como tampoco el Ferran Estruch, alcalde de Cardona.

Seguramente, la ministra Delgado no sabe que decenas de alcaldes catalanes durante la República ―la mayoría de Esquerra Republicana― fueron asesinados por Franco. Seguramente, tampoco sabe quién era Neus Català o Joan Torrents i Macià, alcalde de Esquerra Republicana de Cardona durante la República, fusilado por el franquismo en el Camp de la Bota el 5 de mayo de 1939. Hoy, su bisnieto, Ferran Estruch i Torrents, continúa su lucha y es alcalde de Cardona desde el 2011 ―y estoy convencido de que continuará siéndolo―. Él representa los valores y la dignidad que el fascismo restañó a golpe de bala. Él lleva en el ADN los valores por los cuales tanto luchó su bisabuelo, la justicia social y la democracia. Un alcalde brillante que representa una generación de alcaldes empapados por los valores del republicanismo y preparados para gobernar este país.

Así que, ministra Delgado, en Catalunya, lecciones en memoria y justicia, pocas.