Hace unos meses, en plena primera ola pandémica, el alcalde de Sant Andreu de la Barca la tomó con la consellera de Salut, Alba Vergés. El motivo fue que el alcalde estaba obsesionado con montarse un hospital de campaña de común acuerdo con el ejército, idea megalómana que Vergés no autorizó. El alcalde se volvió furioso y organizó un pleno para declarar persona non grata a la consellera Vergés. Y se quedó tan ancho.
Estos días hemos vuelto a vivir un remake, ahora propiciado por un reputado epidemiólogo, Oriol Mitjà, nuevamente contra la consellera de Salut, Alba Vergés, con una virulencia muy desafortunada. Y me ahorro otros calificativos más severos. Sencillamente, la responsabilizó de la mortandad primaveral provocada por la pandemia, le lanzó a los muertos por la cabeza, utilizando la mortandad como arma arrojadiza. En resumen, como si los problemas de la Covid-19 no fueran de carácter mundial y no afectaran con mayúsculas al país más poderoso del mundo, el que comanda el populista Donald Trump. A quien conozca a la consellera Vergés lo último que le diría es que no escucha a los expertos y que le falta humildad.
La crítica desaforada no es hoy una compañera sensata ni constructiva. Y por habitual, es cansina y no ayuda en nada. Sólo hay que ver su reacción ante la periodista Laura Rosel, en El Matí de Catalunya Ràdio. Le saltó a la yugular con una invectiva nada elegante, acusándola de no tener opinión. Una crítica mezquina que posiblemente no se habría permitido con un hombre. Y eso nos lleva a resituar el problema más en el ámbito de la aristocracia, por parte de personas que creen ser más y mejores por cuestión de su linaje o de su reputación profesional, no siempre ajustada a lo que se ha demostrado en la práctica. Y no de la partitocracia que mencionaba el doctor, rebatiendo a una crítica ingeniosa en estas mismas páginas.
En cambio, hay que admitir la reacción elegante de Oriol Mitjà ante el mencionado artículo "El vigía comehigos que quería ser timonel" de ElNacional.cat, la punzante parábola en que es fácil identificar a su personaje. Digo elegante porque Mitjà ha demostrado en otras ocasiones tener la piel muy fina y creerse un intocable alérgico a la crítica. Mitjà, sin embargo, no ha caído en esta ocasión en el exabrupto, tan habitual en las redes (protagonizado por un sector muy identificado con una formación política), y eso ya es mucho. Un sector que lo ha intentado instrumentalizar y que le hace un flaco favor cuando lo pone al servicio de una causa partidista, sólo hacía falta ver el editorial de un conocido periodista de un mundo tan próximo a Junts que casi parece su órgano oficial de comunicación.
El Dr. Mitjà tendría que hacer una cura de humildad y ponerse al servicio de la comunidad científica y de la administración para aportar su talento y no una actitud que puede fácilmente leerse como vanidosa
Como le ha dicho media profesión y como piensan buena parte de sus colegas profesionales, el problema no es de partitocracia sino de ego y quiero pensar que no de resentimiento. Aquí reside el meollo de la cuestión. Si la buena gente juzgara con la crueldad con la que Mitjà utilizaba los muertos, el doctor habría sido fulminantemente desposeído de toda responsabilidad y cargaría, él sí, con la responsabilidad de un número de muertes por su nefasta previsión cuando la tormenta pandémica ya tocaba las puertas de Catalunya y de sus ciudadanos. No es que yo lo haga responsable de nada, que no lo hago. Sólo faltaría, sólo apunto que Mitjà ha sido capaz de ver la paja en el ojo del vecino y no la viga en el suyo.
No es admisible que se use a los muertos por parte de nadie. De ningún modo. Ni por parte de un alcalde ni por parte de ningún médico por especialista que sea. En un drama como este lo que se impone es colaborar, codo con codo, y admitir errores y carencias empezando por los propios. El Dr. Mitjà no ayuda en nada cuando utiliza los medios para endosar los muertos. Bienvenida la crítica ingeniosa o elegante, tanto como echar la crítica hiperbólica y desaforada.
12.000 muertes en Catalunya y 1.385 nuevos ingresos hospitalarios las últimas 24 horas, 239 de los cuales en la UCI. Ocupación del 77% de las camas de UCI y, por si parece poco, el riesgo de contagio a 466 puntos (el pico de la primera ola fue de 454) y en una semana algunos hospitales de Catalunya podrían dejar de hacer actividad normal para sólo centrarse en la Covid.
El Dr. Mitjà tendría que hacer una cura de humildad y ponerse al servicio de la comunidad científica y de la administración para aportar su talento y no una actitud que puede fácilmente leerse como vanidosa. La humildad siempre ha sido una virtud de los grandes hombres, la soberbia un pecado que no se perdona.