Los vinos rosados son los más instagrameables, con el color rosa del cielo de fondo. Parece que en verano hay más puestas de sol, pero es simplemente que durante el año ni nos damos cuenta de cómo pasan los días, ni tampoco los meses. Y así van pasando los años. Y entonces llegan estos días tan largos que puedes degustar casi hasta el final. Recordando que justo después de San Juan, ya empieza a decaer el día. Es como la vida, que justo cuando la empiezas a entender, es cuando la curva vital va en descenso. Que es como la felicidad, que muchas veces la recuerdas más que la vives, o cuando ves que ya no tienes veinte primaveras, sino cuarenta y muchos veranos. Los más duros eran cuando mis hijos tenían poco más de uno y tres años. Volver a trabajar era mejor que las vacaciones. Mi corteza prefrontal estaba todo el rato en la playa en alerta máxima y el cortisol de no dormir me hacía estar más estresada que durante el curso. Y sé que, con el tiempo, la nostalgia me hará creer que fueron los mejores años de nuestra vida. Pensándolo bien, sí que lo eran. Porque lo peor fue cuando en la misma estación tuviste dos abortos.

Aparte del dolor en las articulaciones, el pelo blanco y las arrugas, envejecer está mucho mejor que la alternativa, que es morir. Al final, vivir es aprender a decir adiós. Y no hacerse solo mayor, sino volverse una mejor versión de uno mismo. Y la sensación de que, al igual que cada año la crianza de los niños va un poco mejor (menos en la adolescencia, que puede bajar algún peldaño), esto de hacerse mayor consiste en ir apagándose muy lentamente. Siempre me ha sorprendido por qué los animales viejos se separan del grupo. Y cada vez que me hago más mayor lo entiendo. Son tantas las decepciones, las muertes, la decadencia… Nos volvemos más gruñones, amargos y solitarios, porque a la fuerza ya has ido saludando muchas cosas que has entendido que no serán posibles. No es que te hayas vuelto más responsable con los años; ¡la verdad es que no te aguantas los pedos! He dormido con mi madre hasta pasada la cuarentena cuando viajábamos y todavía lo sigo haciendo algunos días con mis hijos. Pero la verdad es que lo que más me gusta es dormir sola, sin ronquidos, patadas y peleas para coger tu trozo de sábana. De pequeña, no soportaba que mi madre llorara tanto. Todo el mundo se acuerda de cómo me diluvió en mi pelo (porque era más alta que yo) en mi primera comunión. Y ahora, con mis hijos, no puedo esconder ni las lágrimas que me caen durante los anuncios. "Solo estoy bien poco más de una semana al mes", es la frase que más compartimos con las amigas. Y es que no sé si será la premenopausia o qué, cada vez los síndromes premenstruales son peores. ¡Y también va por los hombres y eso que no han tenido nunca la regla! Tampoco entiendes si es el cambio climático, o que te ha subido la temperatura corporal o que estos días ha hecho mucho calor, pero si antes eran pocos los días en los que no ponías en marcha el aire acondicionado por la noche, ahora lo necesitas siempre y nunca es suficiente. Incluso, siendo friolera, has dejado de llevar esa chaquetita para cuando vas al cine o entras en un centro comercial.

Con los años nos volvemos más gruñones, amargos y solitarios, porque a la fuerza ya has ido saludando muchas cosas que has entendido que no serán posibles

Hacerte mayor, que no es lo mismo que madurar, también significa tener que dar golpes en los brazos para que te escuchen. Para que te escuchen bien, porque parece que cuanto mayor te haces, sobre todo después de los setenta, más cuesta resumir y que estén siempre atentos a las explicaciones. O emocionarte cuando vas a probar los macarrones de Cardenal en el restaurante Gaig y que te recuerden a los que cocinaba tu abuela que hace dos veranos nos dejó. Cuando las personas mayores se caen, son de cristal. Sí, también estoy en ese momento de la vida en el que me gusta mucho más que mi cuñada sea cirujana traumatóloga que estética. ¡Cómo cabrea que tus padres se hagan mayores! De cuidar a cuidarlos. Este bocadillo que se nos hará, por suerte, en algún momento de la vida, porque eso significa que los hemos podido disfrutar mucho tiempo y que están vivos. Pero el niño pequeño y maleducado que todos y todas llevan dentro está enfadadísimo de que no sean eternos. No les perdona que envejezcan porque quiere que los padres sigan aconsejando y protegiendo. Tener que empezar a saltarte sus consejos para ir a la tuya, también es una especie de luto. Y un miedo al ocaso y a ser el próximo al que le toque saltar. Y entender por qué es tan importante degustar cada puesta de sol… Porque no sabes nunca cuándo nos tocará pasar esta pantalla. Parece que en verano no haya tantos horarios, pero sí que hay las mismas obligaciones, por eso es tan importante ponerle sal, aunque sea de mar, a la vida.