La comparecencia de ayer de Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno, ante los escándalos de corrupción que lo rodean —que están saliendo en los medios en directo gracias a las grabaciones de uno de los protagonistas principales—, no ha mejorado nada ni la situación ni la imagen del presidente español.
Es verdad que hasta ahora Sánchez ha salido sano y salvo de muchos embates difíciles, pero me parece que esta vez pintan bastos; incluso para él. Una figura política que ha sido, hasta ahora, como uno de aquellos muñecos de base redonda que ante un golpe acercan mucho la cabeza al suelo y parece que caen, pero siempre acaban derechos.
No tengo ni idea de qué es lo que hubiera tenido que decir el presidente para salir airoso de un panorama como el que tiene ahora mismo el PSOE entre manos, porque para mí solo es coherente su dimisión, acompañada de un mínimo de vergüenza de verdad. Quería poner vergüenza "real", ¡pero no pega la palabra! Tontería mía de las grandes, porque también sé —lo he aprendido por tantos casos anteriores, tanto del PP como del mismo PSOE—, que la vida política española sabe muy poco de dignidad y menos todavía de respeto a la ciudadanía. Respeto en general, y especialmente con respecto a ponerse en el bolsillo el dinero de esta misma ciudadanía; parece talmente que aprovechar el paso por la política para vivir en el desenfreno y mejorar sustancialmente el patrimonio personal y/o familiar es un deporte nacional. Disculpadme, no he sido acertada con esta frase: nadie pasa y ya por política, vienen para quedarse, que no deja de ser otra manera de apropiarse de aquello que no es suyo; perode eso ya hablaremos otro día.
En su discurso ha dicho que entregar el país a PP y VOX sería "una gran irresponsabilidad", trasladando la culpa a la ciudadanía
Para mí la comparecencia no ha sido digna de un presidente que merezca serlo, por esta y otras razones, pero especialmente porque llamar delincuentes a los otros no es ninguna argumentación válida. Y no digo que no lo sean; de hecho parece que no hay ninguna gran institución política, y de momento lo dejaremos aquí, española que no esté apestada por la corrupción.
Una corrupción que es estructural, sabemos lo poco que sabemos y ya veis el alcance de los casos que salen a la luz; aunque todos se empeñan en decir, especialmente si es suya, que es puntual. Aquello de la manzana podrida dentro de un cesto de manzanas vírgenes tiene un gran predicamento, o cuando menos, se repite una vez y otra; pero las evidencias no permiten sostener ni la mera imagen momentánea de este tipo de relato. ¡No en la política española!
Y para acabar, la gran amenaza con que el PSOE utiliza muy y muy a menudo, en diferentes batallas, en las que no tiene manera, ni ganas, de subir el nivel: si no estamos nosotros vendrán "PP y VOX". De hecho, en su discurso ha dicho que entregarles el país sería "una gran irresponsabilidad", trasladando la culpa a la ciudadanía, lo que requiere mucha barra ante la situación que lo ha hecho comparecer. Ahora bien, lo más importante es que, a la hora de escoger, que alguien me explique a mí, con detalle y rigurosamente, ¡de qué manera se establecen las grandes diferencias entre unos y otros!