El gobierno de Suecia, basándose en informes médicos, ha decidido reducir el tiempo que los estudiantes pasan frente a las pantallas. Apuestan desde las instituciones por introducir los libros, de nuevo, en las aulas, ante los resultados nocivos que están viendo en los últimos años. El pasado 15 de mayo la ministra de Escuelas, Lotta Edholm, anunció el fin de la estrategia de la agencia nacional para la educación escolar (Skolverket) que tenía como objetivo ahondar en el uso de las nuevas tecnologías e integrarlas en las aulas. Esta hoja de ruta se había presentado en diciembre de 2022 y ya entonces, la ministra manifestó sus dudas al respecto, de manera pública, mediante un escrito que publicó el diario Expressen. Denunciaba entonces la ministra que la aplicación de las nuevas tecnologías en las aulas se había hecho de manera experimental y sin actitud crítica.

El gobierno sueco ha anunciado que invertirá este año 60 millones de euros y durante 2024 y 2025 ingresará 44 millones de euros anuales para acelerar la vuelta de los libros de texto en las aulas. Un hecho que nos debería hacer reflexionar y tomar buena nota, ahora que parece ponerse de moda en muchas escuelas la pantalla. Cabría recordar que la comprensión lectora es mejor cuando se hace sobre el papel, según distintos estudios publicados. La capacidad de concentración, la memoria, y la posibilidad de subrayar, anotar para una vuelta al texto, permiten desarrollar técnicas de estudio que con los soportes informáticos no se consigue, o al menos no de la misma manera.

Estudios realizados en Alemania, EE. UU. y Países Bajos apuntan a que las personas que leen sobre una pantalla suelen leer durante menos tiempo que quienes leen en papel. La lectura digital suele ser más rápida, y por lo general, abre la puerta a una menor comprensión y mayores errores al no comprender el texto de la misma manera que nos permite la lectura sobre papel, más pausada. Además, es interesante conocer el estudio realizado por Braten, Salmerón y Gil, que han analizado si el color, la forma de un texto o la sensación al sostener un libro pueden ayudar al lector a recordar el contenido del libro. Es lo que se denomina experiencia háptica, percepción háptica, y significa que el individuo puede obtener información a través del tacto o de los movimientos corporales. El ejemplo que seguramente nos sirva para entenderlo: la emoción que se produce cuando se sabe que quedan pocas páginas para llegar al final de libro (puede ser positivo, porque nos queda poco para terminar el estudio, o puede ser triste porque no queremos que la historia termine). Esto no pasa cuando leemos sobre una pantalla. Los expertos concluyeron en el estudio que la experiencia háptica desempeñó un papel en el recuerdo del contenido, pero también en la separación de las distintas fuentes de información.

Es también interesante leer y escuchar a la madre, maestra y pedagoga Anna Ramis, autora del libro "De 0 a 3, ¿nada de pantallas?". Ramis observó que los niños y niñas llegaban a la clase de P3 con menos habilidades lingüísticas, menos habilidades de motricidad fina, más inseguros en los juegos de movimiento libre en el patio, con más ansiedad y menor capacidad de espera. Datos que precisamente habían observado en la Universidad de Calgary, donde se siguió a 2.400 niños canadienses, y se evidenció que, cuanto más tiempo pasaban ante las pantallas a los dos y tres años de edad, peor era el desempeño de estos niños en las aulas a los tres y cinco años. Entre los niños estudiados, el pico de uso de pantalla se daba a los tres años, antes de escolarizarse, con 25 horas semanales de media. El estudio de Calgary señala que el desarrollo infantil se despliega rápidamente en los primeros cinco años de vida. Es un periodo fundamental para el crecimiento y la maduración. En esta fase el uso de pantallas para los niños supone un lastre para su despegue. El uso de las pantallas perjudica el sueño en una etapa crucial de desarrollo y además lastra el desarrollo cognitivo.

Cuando se incide en la importancia de que los más pequeños crezcan adaptados a las nuevas tecnologías, debe hacerse con todas las precauciones, con un seguimiento responsable y sin olvidar que jamás deben sustituir los paseos, el ejercicio, los juegos con otros niños, las conversaciones, los libros, y por supuesto, también, aburrirse.

La academia de pediatría de EE. UU. recomienda, como ya hacen la mayoría de expertos, limitar el uso de las pantallas. Los niños deben tener tiempo suficiente para jugar, estudiar, hablar o dormir. Así de claro. Pero ¿qué pasa cuando el estudio se lleva a cabo en el aula y también en casa precisamente usando las pantallas? Pues que está resultando no ser positivo. Por eso en Suecia lo han frenado.

Hay otro factor que es importante tener en cuenta: tanto la ministra sueca como los distintos estudios al respecto, coinciden. Y tomo las palabras de Anna Rammis, que subraya un hecho importante: son los niños y niñas de familias con menos recursos económicos los que más exposición tienen a las pantallas. Entornos en los que los niños pasan mucho tiempo solos, sin control directo, suelen tener "la pantalla como niñera". Más de sesenta entidades alertaban recientemente sobre el uso de las pantallas en niños pequeños, y precisamente es por todo esto que aquí se apunta.

Rammis explica que las pantallas secuestran la atención de los niños. Algo que en los más pequeños supone privarles de los estímulos del mundo, de las sensaciones, de las experiencias básicas para su desarrollo cognitivo. Por ello, más de quince minutos al día en menores entre 2 y 3 años puede causar problemas de sedentarismo, como obesidad, baja tonicidad muscular, problemas oculares, limitaciones del desarrollo del habla, problemas de concentración y dificultades emocionales. Antes de los 2 años no deberían ver pantallas. Desde la clínica Mayo también apuntan a los problemas de conducta, exposición a la violencia, entre otras. Rammis advierte, además, de que nunca deberíamos dejar un dispositivo conectado a internet en manos de un menor solo.

Hay maneras de proteger y tomar conciencia por parte de los adultos, como el hecho de ver antes aquello que verán nuestros hijos (pues a veces pensamos que son contenidos inocentes y no es así); juega con tus hijos, para verificar cómo funciona, para ver las reacciones de tus pequeños; utiliza los controles parentales pero no te relajes, pues a veces tampoco son suficientes; comenta con ellos sobre lo que han visto, pregúntales para ver si realmente están captando mensajes, si están analizando el contenido. Y sobre todo, vigila el tiempo de uso.

Es evidente que las nuevas tecnologías, bien empleadas, pueden servirnos de inspiración, aportarnos información, darnos herramientas útiles. Pero desconocemos todavía la cantidad de problemas que pueden suponer, debido a su reciente llegada a nuestras vidas. Cuando se incide en la importancia de que los más pequeños crezcan adaptados a las nuevas tecnologías, debe hacerse con todas las precauciones, con un seguimiento responsable y sin olvidar que jamás deben sustituir los paseos, el ejercicio, los juegos con otros niños, las conversaciones, los libros, y por supuesto, también, aburrirse. Porque ahora parece que el aburrimiento es algo de otro tiempo, ya que siempre hay una pantalla dispuesta a bombardear con estímulos. Y es bien sabido que el aburrimiento es fundamental para el aprendizaje, para estimular la imaginación y para gestionar frustraciones.

No hemos hablado de la devastadora influencia que están teniendo las pantallas en los adolescentes, de los malditos filtros de las imágenes, de los mensajes absolutamente dañinos que están generando problemas de salud mental, ansiedad, agresividad y falta de autoestima. Habrá tiempo para ello.

Sirvan estas líneas como reflexión, como análisis sobre lo que ya es un hecho en Suecia: la vuelta a los libros. Y una propuesta: si quiere darle competencias a los más pequeños para que puedan utilizar un ordenador que les faciliten el estudio y el trabajo en el futuro, apúnteles a clase de mecanografía. Una herramienta realmente necesaria que permite ahorrar tiempo, ser ágiles en la escritura, tomar apuntes en un momento dado y realizar trabajos con eficacia. Esta herramienta tan útil, por alguna razón, no se enseña en las aulas y sinceramente me parece de lo más necesario antes de bombardearnos con cosas mucho más avanzadas que aún no sabemos cuánto daño pueden hacer.