El pasado miércoles, tuve el placer y el honor de participar en una charla con estudiantes de segundo de Periodismo de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Cinco alumnos (Maria, Joana, Clàudia, Vega y Martí) escogieron mis artículos para analizarlos a fondo. Fue muy interesante y diseccionaron mi estilo, forma y contenido como ni siquiera yo mismo habría sido capaz de hacer. Aprendí más cosas yo que ellos, me parece. Después, Oriol Llop, su profesor, gran profesional y mejor persona, les propuso que me ayudaran a escoger un tema para el artículo del sábado y su titular. Acordamos que escribiría sobre la gestión comunicativa del apagón general del lunes y me sugirieron un montón de titulares. Adjunto algunos: “Un Govern a oscuras”, “Un Govern sin luces” o “Un Govern sin cobertura”. He decidido realizar una mezcla de dos de ellos. Vamos a ello.
El pasado lunes, la Generalitat de Catalunya pasó con nota alta la gestión de la crisis, pero el Govern suspendió la comunicación de la misma. Es curioso y digno de estudio cómo un gobierno resuelve favorablemente la parte más complicada (la gestión estricta de la crisis) y hace aguas en la parte, teóricamente, menos complicada. Vayamos por partes, como decía Jack el Destripador. A diferencia de la Generalitat Valenciana, el Govern de Catalunya ha demostrado siempre una alta eficacia en la resolución de grandes crisis. Tenemos la fortuna de contar con unos excelentes bomberos, sanitarios, policías y personal de protección civil, dirigidos de forma profesional y rigurosa. Catalunya no solo ha asumido estas competencias, sino que las ha asumido siempre con ganas y entusiasmo, con voluntad de demostrar que nadie podría gestionarlas mejor. Y es exactamente así. Por eso, el lunes la administración catalana estuvo a la altura del momento, en términos generales. Los bomberos rescataron a un montón de personas y evitaron el colapso, la policía mantuvo el control y por la noche no se produjeron incidentes, y protección civil funcionó como un reloj. Las escuelas custodiaron a todos los niños hasta que fueron recogidos y los hospitales funcionaron gracias a los generadores. La Generalitat de Catalunya afrontó y resolvió una crisis que no había creado, sin pedir ayuda al Estado, como tuvieron que hacer otros.
La Generalitat de Catalunya pasó con nota alta la gestión de la crisis, pero el Govern suspendió la comunicación de la misma
Sin embargo, la gestión comunicativa fue muy mejorable. En primer lugar, es incomprensible que el president de la Generalitat de Catalunya compareciera sólo por la noche, muchas horas después del apagón, y sólo después de que lo hiciera el presidente del gobierno español. Este patrón comunicativo comienza a ser una constante y no es nada edificante, porque se confunde la lealtad institucional con la subordinación. Yo quiero un president que tome las riendas con rapidez y exhiba autoridad, y no un president que espere a la comparecencia de Moncloa antes de aparecer ante la ciudadanía. En segundo lugar, Protecció Civil de la Generalitat de Catalunya ha mandado alertas por móvil a la población más de 60 veces desde que se estrenó el sistema, en 2022. Un tercio de las veces han sido pruebas y simulacros; el resto, emergencias reales. Muchos habitantes del sur del país recordarán que recibieron una en noviembre del año pasado, a raíz de los fuertes chaparrones. Por tanto, la pregunta es obvia: ¿realmente no era necesario enviar una alerta a toda la población, buena parte de la cual no sabía qué estaba pasando porque no tenía electricidad ni datos en el móvil, con un sencillo mensaje en el que se recomendara limitar al máximo la movilidad, se explicara el alcance del apagón y se instara a todo el mundo a estar en calma y a seguir las instrucciones de las autoridades? La información de servicio y el liderazgo político son cosas distintas, pero a veces se pueden acompañar. Hubo otros errores, como derivar toda la comunicación a Presidència, obviando los canales especializados y contrastados del Departament d’Interior. O haciendo comparecencias sin preguntas, justo en un momento en el que toda la información posible era necesaria y urgente. En una crisis como esta, en la que los ciudadanos solo se podían informar a través de los medios de comunicación porque las redes sociales de la Generalitat no se podían consultar por falta de datos, los medios tradicionales y sobre todo la radio eran un aliado estratégico y no un estorbo.
Una última cosa. Una de las frases que más detesto es la que dice que "ha habido un problema de comunicación". Suele ser la excusa perfecta para cargar el muerto a los responsables de comunicación de una institución, una asociación o una empresa. Es una sentencia que, demasiadas veces, suele ser tramposa, porque a menudo los profesionales de la comunicación recomiendan una serie de medidas oportunas que sus superiores, es decir, los máximos responsables de tomar las decisiones, no aplican por motivos ajenos a la comunicación. Mezclan otros cálculos o intereses, o desprecian el criterio técnico que se les ofrece. Y es entonces cuando se producen los errores, pero el problema no es de comunicación, sino que precisamente está motivado por no hacer caso de los profesionales del ramo. No sé si este caso fue así, pero si tuviera que hacer una apuesta, me jugaría los cuartos que así fue, completamente o en parte.