En la política catalana, los acuerdos son papel mojado. De lo pactado entre la CUP y ERC para fiscalizar el funcionamiento de la mesa de diálogo, no se sabe nada. Los dieciséis folios del pacto ERC-CUP, firmado el 21 de marzo de 2021, han resultado ser menos valiosos que la famosa servilleta con cuatro garabatos con la que se formalizó la contratación de Leo Messi en las instalaciones del Real Club de Tenis Pompeya, en Montjuïc. Al menos el argentino, que tenía trece años, jugó con el Barça durante más de dos décadas. El pacto entre anticapitalistas y republicanos, por el contrario, ni siquiera ha sido reivindicado por ninguna de las dos partes, a pesar de que el redactado era muy claro: “La CUP, desde la crítica y el escepticismo, está dispuesta a dar un margen de tiempo a la mesa de negociación. […] ERC propone que los trabajos de la mesa se sometan a una rendición de cuentas que permita su evaluación y progreso. En el primer semestre del 2023 la mesa valorará sus trabajos”. El destacado es mío. El documento menciona la palabra “confianza” siete veces, como las vidas de los gatos, y la última vez que sale es para recalcar el compromiso de Esquerra: “ERC se compromete a someter a la consideración del Parlament de Cataluña la renovación de la confianza que haya recibido en su investidura antes de que finalice la primera mitad del 2023. 

La CUP, que en 2015 no dudó en mandar a Artur Mas a la “papelera de la historia” y que en 2018 no invistió presidente a Jordi Turull por la misma razón, menospreciando la importancia de investir presidente a una persona que al día siguiente habría ingresado en la prisión con la condición de Muy Honorable, ahora calla. La “confianza” de la CUP en Esquerra está dañada, pero no hacen nada para presionar a los republicanos. Ninguno de los numerosos grupos de la CUP, ni siquiera el que actúa con Puigdemont en el Consell de la República, reacciona ante la parálisis del procés. La historia los juzgará, por enunciarlo a la manera clásica de los “revolucionarios”, aunque solo lo sean de pacotilla. El fraude se paga. El mal ambiente entre los votantes independentistas amenaza de hacer naufragar el apoyo que tenían hasta este momento en el Parlament los tres grupos independentistas tradicionales. El próximo 28 de mayo no lo podremos ver por completo, debido a que las elecciones municipales no se cuentan de la misma manera que las nacionales, pero la amenaza de la abstención no es insignificante y puede indicar el desapego independentista para las nuevas citas electorales. El derrumbamiento electoral del independentismo puede ser histórico.

Lo lamentable es que ni los políticos rinden cuentas de sus promesas ni los ciudadanos les exigen que lo hagan. Este es uno de los grandes déficits de la democracia catalana

Esquerra pactó con la CUP mucho antes de que los republicanos llegaran a un acuerdo con Junts. El mensaje era el método. Los de Junqueras pretendían ejercer presión sobre Junts, que se mostraban reacios a ceder ante las exigencias de “capitulación” que el PSOE imponía y que ellos mismos tenían que hacer valer en Cataluña. Ya saben ustedes cómo acabó la negociación con Junts: con un pacto unipersonal entre Jordi Sánchez y Pedro Aragonès en la masía de un conocido republicano. Las heridas que aquel acuerdo dejó fueron la carcoma que debilitó a Junts hasta llegar a la situación actual. Elsa Artadi está retirada de la política y Laura Borràs está herida, quién sabe si de muerte. Los antiguos convergentes están librando una gran batalla para reconstruir el centroderecha autonomista, a expensas de excluir a todos los demás, soñando con encontrar un nuevo Cambó, si puede ser con faldas. Jordi Sánchez tampoco se ha librado de la hoguera, porque, con su autoritarismo, consiguió que todas las facciones de Junts se pusieran de acuerdo para tumbarlo. No se sabe nada de él desde hace un tiempo. A menudo, el deseo de poder une a los adversarios más que el ideal de alcanzar la independencia, por decir algo que ahora parece que no tiene mucha importancia en la acción política de según quién. No exagero. La represión ha logrado el objetivo de desarticular el movimiento independentista, que se mantuvo sólido durante una década, pero las disputas entre los partidos —que se proclaman independentistas— también han contribuido a ello.

Los republicanos podrían alegar que no han cumplido el pacto de reevaluación a medio mandato porque los anticapitalistas no cumplieron su parte apenas empezar la legislatura. El acuerdo de investidura preveía que la CUP votaría a favor de los presupuestos de 2022. No lo hizo, utilizando los mismos argumentos ideológicos que había utilizado contra las investiduras de Mas y Turull. La extrema izquierda trata con “superioridad moral” todas las opciones que no sean las que ellos mismos defienden. Los extremistas de sofá piensan que Esquema es un partido tan social-traidor como lo eran, a ojos de los maoístas y de las otras sectas extremistas, los eurocomunistas. El presidente de la Generalitat ya avisó que aquel acto de deslealtad le permitiría desvincularse del pacto con la CUP. Esto lo liberaba tanto del horizonte de dos años para evaluar la mesa de diálogo como del compromiso de someterse a una cuestión de confianza a medio mandato. La gran mayoría del 52% que permitió a Pere Aragonès convertirse en presidente de la Generalitat estaba podrida en sus fundamentos. En primer lugar, porque se construyó de manera deficiente. Estaba basada en la desconfianza. Lo lamentable es que ni los políticos rinden cuentas de sus promesas ni los ciudadanos les exigen que lo hagan. Este es uno de los grandes déficits de la democracia catalana.

La extrema izquierda trata con "superioridad moral" todas las opciones que no sean las que ellos mismos defienden

La mayoría parlamentaria actual se ha inclinado hacia los grupos teóricamente federalistas, aunque en la práctica sus partidos nacionales en España no lo sean, con una especial relevancia del PSC. No entiendo la estrategia de Esquerra, que me parece tan surrealista como que alguien que dice ser demócrata presente una moción de censura avalada por la extrema derecha, que por definición es antidemocrática. Si Esquerra realmente desea competir con los socialistas por la hegemonía dentro del bloque izquierdista, la peor estrategia es proporcionarles un balón de oxígeno. A ellos y a los comuns. La mejor opción sería dejarles fuera de juego. Esquerra vuelve a cometer el mismo error a nivel nacional que ya ha cometido con Ada Colau en el Ayuntamiento con su oposición blanda. Le dio alas, y ahora, cuando las elecciones municipales en Barcelona se plantean como un enfrentamiento entre la derecha y la izquierda autonomistas, los republicanos ni siquiera cuentan como opción independentista, porque han congelado la propuesta. Al igual que siempre, la candidata de la CUP va a su bola. Cuando la izquierda, centrista o extrema, no tiene capacidad de transformar nada, entonces fomenta discusiones periféricas o incluso aberrantes, como la última “ocurrencia” de Basha Changuerra (que normalmente utiliza el nombre abreviado de Changue) sobre el supuesto colonialismo catalán (como si Cataluña fuera un estado en los siglos XIX y XX) y la necesidad de pedir perdón por tal cosa. La majadería es tan gorda, tan fake, que no requiere comentarios. Solo diré que la participación de algunos catalanes en la aventura colonial fue hecha como españoles.

El gobierno Aragonès solo cuenta con el respaldo de los treinta y tres diputados de ERC y no tiene ningún aliado estable. Algunos consideran que se trata de una jugada maestra por parte de los republicanos, que de esta forma pueden pactar con quien más les convenga. La CUP afirma que este gobierno no es de izquierdas ni ha puesto las bases para avanzar hacia la autodeterminación. Creo que ya estaban al tanto de esto cuando hace dos años acordaron correr con Esquerra con el único objetivo realmente compartido de “cargarse” a Junts. De acabar con la derecha para volver a los años setenta, cuando los “iluminados” afirmaban que “el independentismo será de izquierda o no será”, en una reinterpretación del conocido lema del obispo Torres i Bages sobre el futuro de Cataluña y el cristianismo. ERC y la CUP no necesitaban suscribir ningún pacto para desestabilizar a Junts. Ellos mismos se están destruyendo, aunque estén recogiendo con angustia los saldos que les permitan mantener algo de su anterior fuerza municipal. Junts está amortizado como partido nacional, o sea, como pal de pallerEl tsunami será intenso para los tres partidos del procés. No obstante, quemar las naves no es la opción más efectiva.