Hace poco más de un mes publiqué una columna de opinión titulada "El plebiscito Puigdemont no existe". Los palmeros puigdemontistas se me echaron encima en las redes por mi falta de sensibilidad con el president exiliado. Un mes y pico más tarde, resulta que el spot electoral de Junts trabaja sobre la idea de que estas elecciones no van de Puigdemont, sino que van de todos nosotros. "Liderazgo, buen gobierno, autoestima, moral de victoria, respeto y un trato justo". Estas abstracciones son lo que el equipo de comunicación de campaña se ha ingeniado desde que el efecto Puigdemont no les da en las encuestas el resultado que habían calculado. El plebiscito Puigdemont no existe, y como Junts hace años que huye de la concreción ideológica, no tienen ningún mapa sobre el que dibujar un horizonte para el país a largo plazo.

Hace años que andan a tientas y, para remediarlo, cada campaña electoral necesitan revestirse con andrajos nuevos. Pero el problema es que nunca lo son del todo. Junts funciona como una aspiradora de propuestas ajenas. Esta semana, la gente de ERC les ha llamado la atención en lo referente a la cancelación de la deuda con el Estado. Ponerse de acuerdo, en política, no es ningún pecado. Pero atacar las propuestas cuando son de los demás y alabarlas en la medida en la que logras hacerlas tuyas, ni es del todo honesto, ni muestra una competencia capaz de concretar el país que afirmas querer en abstracto. Desde el momento en el que detectaron que el discurso migratorio de Alianza Catalana hacía mella, Junts se movilizó para construir un discurso que les hiciera la competencia. Moral de victoria y autoestima, que es el discurso de Primàries en 2019. En el mitin de inicio de campaña, el president Puigdemont se refirió al traspaso de competencias con respecto a inmigración, pero también con respecto a los trenes, una propuesta ridiculizada por los propios juntaires durante el pacto de investidura de ERC con Sánchez. Junts ha procurado volver a acercarse públicamente al poder económico, igual que Illa. También como Illa, han querido vestirse de una carcasa de orden que ellos han repintado auxiliándose del capital político que aún conserva el president Pujol.

Mientras unos hablan del "buen gobierno" como sinónimo de resolver los problemas que suponen fricción con el Estado para acelerar el conflicto, Puigdemont habla de buen gobierno como sinónimo de silenciarlo

A pesar de todo, la apropiación más descarada es la que han hecho de Graupera y Ponsatí: hablar a la vez de "buen gobierno" y de independencia. La diferencia, sin embargo, es que mientras unos hablan del "buen gobierno" como sinónimo de resolver los problemas que suponen fricción con el Estado para acelerar el conflicto, Puigdemont habla de buen gobierno como sinónimo de silenciarlo. El pacto por la amnistía es la enésima muestra de ello. Si no tienes un puntal ideológico donde hacer orbitar propuestas concretas para mejorar la vida de los catalanes —o para hacer la independencia, si es que no son las mismas—, si lo revistes todo de liderazgo personalista, si durante la década del procés lo único que has hecho es dedicarte a quemar caras visibles cuando el liderazgo pierde comba, hacer de aspiradora de programas electorales ajenos te parece la única salida. Junts es el Noo-noo (la aspiradora con vida propia de los teletubbies) de la clase política, con un propósito bastante menos noble y elogiable.

Si en Junts se preguntan con franqueza qué idea genuina han tenido últimamente que no hayan pedido prestada de otros o que no hayan heredado o rescatado de Convergència, se encontrarán con las manos vacías

Si en Junts se preguntan con franqueza qué idea genuina han tenido últimamente que no hayan pedido prestada otros o que no hayan heredado o rescatado de Convergència, se encontrarán con las manos vacías. Esta incapacidad para pensar el país —tanto dentro como fuera de la autonomía— es un síntoma de cuál es su escala de prioridades, una jugada nefasta para recuperar al votante abstencionista sediento de ideas profundas en las que volver a confiar. Pujol, después de la dictadura, se dedicó a imaginar todo un país dentro de la estructura política y territorial española para sacar lo que consideró el máximo provecho. No lo escribo para discutirle el éxito de su obra de gobierno, aunque podría hacerlo. Lo escribo porque, precisamente, no basta con sacar a Pujol al escenario para enmendar las carencias de un partido que lleva tiempo dedicándose a salvar los muebles sin encontrar nunca la fuerza para comprar nuevos. Toda la campaña y precampaña de Junts se ha basado y se basará en simular un equilibrio ideológico que en realidad es una brecha. Al utilizar las propuestas de los demás, pero nunca con la suficiente intensidad como para rascar las bolsas de votantes asociadas a ellas. Sin una idea sólida que haga de base, solo pueden aspirar a ser la Noo-noo, valga la redundancia.