Mientras os escribo estas cuatro líneas voy tarareando para mí con voz bajita la canción de Tomeu Penya Duc el dimoni dins jo (Llevo el demonio dentro de mí). Nani-naniro-naní. Seguro que la discografía del cantante mallorquín gusta al obispo de Donosti, aquel que ha dicho que el feminismo radical tiene como víctima a la propia mujer, especialmente la que defiende el lesbianismo, el bisexualismo o el aborto libre. ¡Venga, chico! Descansado se ha quedado. El mismo mosén ha afirmado que las mujeres llevamos el demonio dentro. ¡Qué temor! De hecho, ahora que pienso, un poco traviesa y endemoniada sí que lo soy, pero ya desde bien chiquilla, vaya.

Y qué me decís del cura de Canena (Jaén), que esta semana en la homilía de una eucaristía de primera comunión ha soltado la perla de que "hace treinta años uno hombre llegaba borracho a casa y pegaba a su mujer, pero no la mataba, como hoy sí que ocurre". Justifica sus palabras afirmando que "antes había todavía un sentido moral, unos principios cristianos que ahora se han perdido". No sé yo si los encontrarán ya a estas alturas. Por no hablar del inefable Cañizares, ahora arzobispo de València, cuando afirmó hace tiempo que el aborto es más grave que los abusos sexuales protagonizados por parte de la curia. ¿En qué momento de estos últimos dos mil años de historia han perdido tanto el juicio?

Hay frases hechas y expresiones que son directamente ofensoras, por muy  graciosas e inofensivas que parezcan de tan repetidas como están, como la que dice 'quedarse para vestir santos'

Tan inmiscuido está su mensaje en el día a día que hay frases hechas y expresiones que son directamente ofensoras, por muy graciosas e inofensivas que parezcan de tan repetidas como están, como aquella que dice quedarse para vestir santos, dirigida a la mujer que no se casa, como si sin un hombre cerca ya no pudiera hacer nada más de provecho en su vida. O la que dice que vivir en pareja sin pasar por el matrimonio es vivir en pecado. Pos en el infierno directa que voy, por partida doble o triple. Quizás me sentiré a gusto y todo rodeada de otras diablillas allí en medio de la hoguera cantando en acento mallorquín.

Por curiosidad, y antes que no quemaran ellas también en el infierno, he querido preguntar a dos adolescentes de 16 y 14 años y de familias católicas qué es para ellas el feminismo. Han coincidido en denunciar que "las reglas del juego no son iguales para todo el mundo" y en el hecho de decir que el feminismo "es una palabra que no tendría que existir porque me recuerda que entre hombres y mujeres nada es igual: no se nos mira igual, no se nos juzga igual, no se nos valora igual y, en muchos oficios, no se nos paga igual haciendo el mismo trabajo". También añadían que es "la lucha de las mujeres en contra del machismo y esta sociedad tan patriarcal" para concluir afirmando que "esta lucha busca la liberación de la mujer y de este hecho tiene que surgir la igualdad".

No sé si me sorprende o me asusta que en esta edad ya lo vean así y hablen tan claro y no sé si se dan cuenta aún de que este mensaje que critican firmemente bebe, en parte, de la perversa interpretación de las Sagradas Escrituras que han hecho a los que se han erigido herederos de la verdad absoluta. Siempre me ha sorprendido la increíble capacidad de empatía que tienen los curas cuando hablan de cómo tiene que ser la familia feliz y perfecta, ellos que son solteros y no han formado ninguna, de familia. Cuando hablan de la sexualidad, ellos que son célibes. Cuando opinan sobre el cuerpo de la mujer, ellos que son hombres. O cuando hablan de la libertad femenina, ellos que representan a una de las instituciones más machistas, por no decir directamente misógina. ¡Ey! ¿Dentro de sus cánones pueden pensar lo que quieran, eh? ¿Son muy libres, claro, pero pretender dar ejemplo en esta materia al resto de sociedad y además sentar cátedra de ello? No, gracias.

Seguro que hay católicos de bien que deben sentir vergüenza ajena, pero es que la cúpula de la Iglesia y sus principales representantes hace tiempo que tratan de influir en la conciencia colectiva, que intentan dar lecciones sobre una asignatura que desconocen y como se suele decir: no puedes ir a misa y tocar las campanas.