El buen funcionamiento o no de los trenes regionales y los cercanías va más allá del servicio en sí que tienen que ofrecer como transporte público y se imbrica en el día a día laboral y personal de los ciudadanos, en la calidad de vida individual y colectiva. Por ejemplo, si la conexión Tortosa-Barcelona fuera digna y adecuada a los tiempos actuales, nosotros, la gente del Delta, tendríamos que poder hacer el recorrido en una hora y cuarto, aproximadamente. Eso haría incluso viable que yo pudiera ir y venir cada día a trabajar a Barcelona, ahora que mi trabajo está allí, o que un estudiante se pudiera plantear ir a la universidad y volver a su casa a dormir. Pero tal como están las cosas es una cuestión implanteable. Entonces, ¿qué opciones hay? Pues te toca alquilar un piso en Barcelona (os estoy preparando un artículo sobre las estafas y los precios sobrehumanos de los alquileres con el que os quedaréis de piedra, porque sí, yo también he sido víctima). Y la propia ciudad después se da cuenta de que ya no puede crecer más y que hay el espacio que hay y que el aire no está muy limpio y que la despoblación de los pequeños municipios y que patatín y que patatán. Las personas podríamos vivir en el lugar donde hemos nacido y no dejarnos un riñón en alquileres si nuestros trenes fuesen dignos.

Mirad, una frontera administrativa indica el límite entre comarcas, provincias, naciones. Los criterios para dibujarla sobre el mapa, históricamente, han sido curiosos, dejémoslo así. Quizás por eso me gustan tanto las isoglosas, esas líneas imaginarias que delimitan el acento de un habla y señalan el límite de un determinado rasgo lingüístico. Son flexibles, se contorsionan para dar espacio a realidades, al contrario que las divisiones administrativas, que demasiado a menudo trocean o separan unidades paisajísticas, culturales y emocionales. Las Terres del Ebre, como encrucijada de los Països Catalans, somos flexibles, isoglosa, pero se nos trata rígidamente, como frontera. Eso afecta también, y sobre todo, a las comunicaciones y en especial los trenes. Estando como estamos a la misma distancia (palmo arriba, palmo abajo) de Barcelona, València y Zaragoza, las opciones de desplazamiento en transporte público que tenemos en cada una de estas ciudades son bien diferentes en frecuencias, en precios y en infraestructuras adecuadas. Estamos justo en medio de todo y en medio de nada a la vez. Y no, no es mala suerte, es mala gestión; esta realidad la trató anoche 30 minuts, que dedicó el programa a hablar de trenes de cercanías.

Sí, de acuerdo, quizás el Ebro está un poco lejos, pero tampoco no tanto (a 200 km de Barcelona) y también según desde dónde se mire, claro, porque todo depende de dónde clavas la punta del compás antes de trazar la circunferencia. Ombligos hay muchos. ¿A vosotros os parece de recibo que a menudo le coste más tiempo a un regional cubrir el trayecto Barcelona-Tortosa que a un AVE recorrer el tramo Barcelona-Madrid, que son 600 km? Hablo de más de dos horas y media. Por no hablar de Ulldecona, de Móra la Nova o Flix. Las diferentes administraciones que gestionan un único servicio se han convertido en ladrones de nuestro tiempo, nos roban tiempo de vida. No es un viaje, es un secuestro: tú te subes al tren pero no sabes cuándo bajarás, mejor dicho, no sabes cuándo te dejarán bajar y eso, chicos, es una vergüenza. El equilibrio territorial no es dar a unos las sobras de los otros (eso, en vagones de tren, aquí abajo, ya nos pasa), sino que es repartir la riqueza, sea poca o mucha, siendo ecuánimes, justos y sostenibles, porque sino, al final, tendremos que ir todos a vivir a Barcelona y entonces la ciudad necesita más pisos, y se genera la burbuja inmobiliaria y la de los alquileres, y entonces la ciudad necesita más agua, y se tienen que plantear trasvases del Ebro (que maldita la gracia que siendo del Delta tuviera que irme a Barcelona para encontrar agua de "mi" río saliendo por el grifo), y entonces la ciudad se ahoga bajo una nube de contaminación y no podemos usar el coche y entonces nos dicen que usemos el tren... y ahora podría sonar la música del día de la marmota y ya lo tendríamos.