Mi abuela siempre me decía: "El agua tiene escrituras". O sea, que por allí donde históricamente ha fluido volverá a pasar cuando le venga bien. No importa el tiempo que lleve sin pasar. El río tiene memoria. Quizás somos los humanos los que construimos allí donde no toca, siempre pensando que podemos dominar la naturaleza, cuando lo que tenemos que hacer es convivir y respetarla, y no enfrentarnos a ella. Tan sencillo como eso. Estos días todo el mundo habla del Ebro, de la riada, del enorme caudal que lleva. Sale a las noticias y se genera cierta alarma. La gente de medio país, pensando que aquí abajo sufrimos y que nos estamos ahogando, y resulta que nosotros nos sentimos tranquilos y en paz, alegres de ver al río lleno de vida, de verlo tan ancho y feliz.

Si ahora vinierais a Tortosa, medio a escondidas, para andar por el paseo fluvial, oiríais los comentarios de la gente, mayores y pequeños, jóvenes y viejos, que pasean arriba y abajo: "Qué bello es", "qué alegría verlo tan lleno de salud", "ahora sí el río es vida". La abuela diciendo al nieto: "Mira, hijo mío, todo este agua es riqueza, sedimentos para el Delta". Y las adolescentes comentando: "¡Chica!, la pintada del muro No al transvasament casi ha quedado tapada". Gran ironía. Nos educan así, en el respeto y el agradecimiento al río. Cruzamos el puente y se nos ilumina la mirada cuando oímos el rumor y vemos la masa de agua que avanza imparable por un cauce que a menudo, demasiado a menudo, pudríamos cruzar a pie de punta a punta sin peligro que nos cubriera. Este río no nos da miedo, al contrario, nos reconforta saber que está vivo y contento de fluir salvajemente. Parece que diga: "Hala, aquí me tenéis, tal y como era, tal y como soy". Y nosotros, los habitantes de la zona, convivimos y dejamos que vaya a lo suyo. Porque él es nosotros, porque nosotros somos él. Porque su nombre nos bautiza. ¿Habéis pensado nunca que un 70% del cuerpo humano es agua y que más o menos el mismo porcentaje del planeta Tierra también lo es? Por algo será. ¿Verdad que os alegráis cuando a un amigo le van bien las cosas, y entonces su felicidad es la vuestra? Pues a nosotros nos paso lo mismo con el río. Somos felices con él, y él lo sabe. Nos cuidamos mutuamente y parece que sonría cuando pasa por medio de la ciudad porque, tenéis que saberlo, en Tortosa la calle mayor es el río. Es su arteria principal. Y tú cuidas la sangre que te da vida y no le pides transfusiones incoherentes.

Parece que el río se humanice, porque se acerca a nosotros con sus seis metros de altura y a la vez, paradójicamente, es cuando menos humano parece, porque nos enseña la grandeza de la naturaleza en estado puro

Otro tema sería hablar de los embalses. Ciertamente, tienen una función de regadío y reguladora necesaria para evitar malos mayores en ciertas avenidas. Ahora bien, Mequinenza, Riba-roja y Flix están más al servicio de las hidroeléctricas que de la ciudadanía y del propio río. Casi siempre están en un 99% de su capacidad para poder producir y producir (¿necesitamos tanto?), y mientras tanto, durante la mayoría del año, el Ebro agoniza con un caudal de escasos 100 metros cúbicos por segundo, insuficiente para su supervivencia, porque el agua se encuentra retenida kilómetros arriba. Ahora lleva unos 1800 metros cúbicos y llena portadas, pero cuando va medio vacío y él —el río— y nosotros paseamos tristes, entonces no es noticia. Y los ebrenses estamos más preocupados entonces, cuando casi no hay agua, que ahora, que parece que tenga a rebosar. Ahora casi lo podemos tocar con la punta de los dedos mientras andamos por la acera, junto a la barandilla. Parece que se humanice, porque se acerca a nosotros con sus seis metros de altura y a la vez, paradójicamente, es cuando menos humano parece, porque nos enseña la grandeza de la naturaleza en estado puro y se le ve más libre. ¿No es la libertad uno de los derechos más fundamentales para los humanos? Pues para él, también.

Y otro comentario que podríais oír si ahora pasearais cerca del bosque de ribera de esta tierra es aquel que aboga por el sentido común: "Ya habrían podido empezar a desembalsar quince días antes y ahora alguna zona de huerta o ciertos espacios urbanos de la comarca no estarían anegados o en peligro de estarlo". Porque sí, amigos, la alegría de la riada no nos hace perder de vista que la gestión del agua podría hacerse mejor, y no hay que ser hidrogeólogo para saberlo, hay suficiente con tener un poco de juicio. Apuran tanto tiempo con los pantanos en un 99% de su capacidad que cuando llueve mucho en las cabeceras entonces todo son prisas, y sueltan agua deprisa y corriendo para dejar lugar libre y poder meter la que les vendrá de más arriba. Y en lugar de vaciar el embalse con más margen, esperan a última hora para producir más electricidad, como si con eso a ti y a mí nos rebajaran la factura de la luz. Y lo de hacerlo más escalonadamente, que lo sabe desde mi sobrina de siete años hasta el abuelo campesino, pasando por el tendero de toda la vida, parece que a los responsables de la gestión hidráulica no se les ocurre (o no se les quiere ocurrir, que no sé qué es peor).

Carme Forcadell, la expresidenta del Parlament injustamente encarcelada, ha amado y defendido siempre el río

Después también están aquellos oportunistas (ignorantes y/o maliciosos) que aprovechan estos episodios de crecidas para desenterrar posibles trasvases y decir que al Ebro le sobra agua y que se tira al mar. Es insultante. El agua del río no se tira al mar: renace. Hace el mar menos salado, más rico, le aporta nutrientes para los peces y sedimentos para la regeneración natural de las playas. ¿O bien os pensáis que el retroceso de las playas de todo el litoral catalán se arregla trayendo arena en camiones? No, la situación se redirige permitiendo que los ríos, su caudal líquido y sólido, desemboque en el mar y fertilice toda la tierra por donde pasa y llene de vida el Mediterráneo. Me viene a la cabeza un dibujo del Roto. Se veía a un hombre encima de un puente, mirando al río, diciendo: "¡Aquí sobra agua!". Y el río le contestaba: "¡Que no me sobra agua, que soy así!". Pues eso. Y si no, buscad en internet las fotos de esta riada, las de la NASA o las del satélite Sentinel-II, y veréis el efecto del agua dulce llegando al mar visto desde el espacio. ¡Son espectaculares! (Aquí podéis ver una pequeña noticia al respecto, con imagen incluida: http://www.aguaita.cat/noticia/11917 ).

El catedrático de Historia de la URV, el flixense Josep Sánchez Cervelló, en el primer capítulo de su libro Conflicte i violència a l’Ebre. De Napoleló a Franco, explica como a los once años se tuvo que marchar a estudiar fuera, una "cuestión que marcó mi vida", dice, y explica que "un día mi madre me preguntó si me añoraba. Le respondí que sí, que por encima de todo añoraba al río. La dejé bien aplastada. Supongo que esperaba que dijera que pensaba en ella, en la familia. Que también pensaba, ¡claro! Pero era el río, los cañaverales, la barca, los paseos por su orilla, tirar piedras a la corriente, hacer barquitas con las hojas verdes de las cañas o ver sus aguas, donde mi cabeza se refugiaba cuando la melancolía me asaltaba". Releyendo este texto no puedo evitar pensar en Carme Forcadell, la expresidenta del Parlament injustamente encarcelada. Ella, ebrense de toda la vida, concretamente de Xerta (unos 12 kilómetros aguas arriba de Tortosa), ha amado y defendido siempre al río, y me entristece pensar que desde su celda de Alcalá Meco le debe pasar como al amigo Sánchez Cervelló. Por la libertad de los presos políticos, por la libertad del río y por las riadas, que son vida.