Las llamadas, mensajes y presiones que Dolors Montserrat y Alberto Núñez Feijóo hicieron durante días para impedir que el catalán sea oficial en la Unión Europea no son nada al lado de lo que desde hace meses está haciendo el gobierno de Isabel Díaz Ayuso para que la ciudad de Madrid acoja un gran premio de Fórmula 1 en detrimento del que se celebra anualmente en Catalunya desde hace más de 30 años. Con la competencia creciente que hay por todo el mundo para acoger una de las 24 carreras del mundial, la empresa promotora del campeonato ya ha comunicado que es imposible que un mismo Estado acoja dos el mismo año. El único país que actualmente puede presumir de tener dos grandes premios es Italia (Imola y Monza) pero quizás sea porque el máximo mandatario de la Fórmula 1 es el italiano Stefano Domenicali.
Madrid hace tiempo que quiere tener este gran premio, pero —a diferencia de la tradición automovilística que acompaña Montmeló— la Fórmula 1 es lo de menos. La capital española, ya mucho antes de que llegara Díaz Ayuso, se afana por tener el máximo de acontecimientos internacionales, que es justo donde Barcelona le puede pasar la mano por la cara. Ya hubo un intento —bastante penoso, por cierto— de arrebatarle el Mobile World Congress a la capital catalana, pero esta posibilidad duró exactamente un ataque de risa de John Hoffmann, el presidente de GSMA. Por emprendimiento, por situación geográfica, por costes, por clima, por gastronomía y por cultura, hace años (y algún siglo, si tenemos en cuenta la Exposición Universal de 1888) que Barcelona y Catalunya tienen una experiencia, cultura y competitividad de alto nivel en la organización de acontecimientos de este tipo. Y buena parte de este éxito se debe, precisamente, a la acumulación de experiencia año tras año. Hoy en día Fira Barcelona es un competidor en la Champions de las ferias muy por encima de lo que representa Ifema.
Lo mejor del circuito de Montmeló es que es un circuito estable, y por lo tanto seguro, cosa apreciada por los pilotos
En cambio, como en tantos y tantos ejemplos, Madrid quiere llevarse la Fórmula 1 a golpe de talonario, con soberbia público-privada y, sobre todo, a cualquier precio político, económico y medioambiental donde la calidad técnica del circuito es también lo de menos. Si Montmeló tiene alguna posibilidad de continuar unos cuantos años más como cita ineludible en el calendario es, justamente, por el circuito en sí. Es un trazado muy técnico, de lucimiento para los conductores y que las escuderías consideran muy equilibrado entre rectas, curvas rápidas y curvas lentas. No es de extrañar porque en su diseño decenas de pilotos (de motos y coches) estuvieron implicados. Quizás por este motivo el circuito de Montmeló era el lugar escogido para hacer el test previo al inicio del campeonato. Eso y también porque se considera un sitio neutral, ya que, al no haber ninguna escudería catalana o española, los italianos de Ferrari, los ingleses de McLaren, los austríacos de Red Bull y los alemanes de Mercedes no tenían la sensación de hacer las pruebas en casa de un competidor.
Pero por encima de todo, el circuito de Catalunya es un circuito seguro. Y es seguro porque es un circuito estable, pensado para acoger carreras y no atascos; con escapatorias para que las salidas de pista no se traduzcan en accidentes contra vallas, y donde el asfalto está para la competición y no para el uso diario de una ciudad. En los últimos años, la irrupción de países del Golfo Pérsico y del sureste asiático han llenado la F1 de circuitos urbanos o semiurbanos tan deslumbrantes para público, televisiones y negocios como pesadilla para los pilotos. En este sentido, ha sido muy revelador el apoyo que Fernando Alonso ha dado al circuito de Montmeló en detrimento del de Madrid, que no ha podido criticar de manera explícita pero sí implícita. El piloto asturiano no es precisamente un ferviente nacionalista catalán; en este posicionamiento no obstante, se ha limitado a pasar por delante el automovilismo a la bandera, y la calidad técnica al pelotazo. No hace tanto del fiasco del Gran Premio de València (donde el PP intentó lo mismo con un sonoro despilfarro de dinero en plena burbuja de ostentación) como para que la falta de memoria sea una excusa para repetir el error.
Las obras murales estarán mejor en el MNAC que en Sijena y los pilotos mejor en Montmeló que en Madrid, pero da la impresión que lo importante es que no lo tengan los catalanes
En esta opa hostil de Madrid contra Montmeló, también hay que preguntarse si desde Catalunya la carrera de Fórmula 1 se ha defendido con suficiente dientes y uñas. Las administraciones catalanas no han actuado con la voracidad económica con la que pueden intervenir agentes privados a la hora de defender un gran premio, pero también hace falta recordar que las máximas instituciones que pueden hacer y deshacer en este ámbito, Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona, están condicionadas por los comunes, una formación que año tras año quiere reducir, cuando no retirar, las ayudas públicas al Circuit. Y eso, en un país donde la minoría ruidosa siempre da más miedo a los gobernantes que la mayoría silenciosa, quita fuerza al trazado catalán ante una Ayuso que incluso ganó en las mesas electorales de Vallecas.
Alguien puede considerar atrevido que haya comparado, en el titular, la situación de Montmeló con la de Sijena. Efectivamente, hay elementos muy diferentes tanto de ámbito como de época histórica, pero la cara de idiota que se le puede quedar a la sociedad catalana puede ser la misma. También es verdad que la obligación de retirar las obras murales son fruto de un fallo judicial y en el caso de Madrid no han intervenido los tribunales. Claro que, teniendo en cuenta que en este estado se judicializa todo, se hace extraño que en este caso las togas no hayan tenido nada que decir. Muy pronto podrán, porque diferentes entidades vecinales y ecologistas han denunciado que el circuito madrileño es un despropósito urbanístico y medioambiental que, para más inri, provoca contaminación acústica a miles de vecinos. Las obras murales de Sixena estarán mejor en el MNAC que no en el almacén donde las quieren traer y que alguien ha osado a decir museo. Los pilotos estarán mejor corriendo por el circuito estable de Montmeló que en la improvisación fanfarrona de Madrid. Pero en uno y otro caso han conseguido dar la impresión que lo realmente importante es que no lo tengan los catalanes.