Acabada la vendimia de este año, el sector vitivinícola ha añadido a las polémicas anuales relativas al precio de la uva un caso de juzgado de guardia. Este diario informaba en la sección El Caso del pasado 21 de octubre sobre una presunta macroestafa de millones de botellas falsas, comunicada por los Mossos d'Esquadra. Una falsificación masiva de etiquetas de la DOP Priorat y las DO Montsant y Terra Alta, por parte de la empresa Reserva de la Tierra, SL, una comercializadora con unas cuantas sociedades participadas, que tiene de referencia en algunos supermercados el vino de mesa de marca Elegido.

En su cuenta de Linkedin la empresa se presenta como un grupo de elaboración y embotellado de vino para su distribución en el mercado español y la exportación a mercados de Europa, Asia y América, todo el mundo como si dijéramos. En la misma cuenta, la empresa afirma que controla 5.000 ha de viña, que tiene 5 bodegas propias y 2 participados. Sin embargo, en el sector de los viticultores y elaboradores de vinos del sur de Catalunya a esta empresa se la conoce como comercializadora. Su capacidad de "producción" (100 millones de botellas anuales) y de almacenaje (30 millones de litros) es, literalmente, enorme.

Siguiendo el comunicado que hicieron en su día los Mossos, el presunto fraude perpetrado por la empresa también tendría una dimensión enorme. Ya se verá qué dice la justicia española. Más allá del delito en un sector arraigado a la tierra por el que personalmente un cariño especial, una de las cosas que más me ha dolido es que, si se demuestra, alguien se ha aprovechado de una gente que ha apostado por mejorar la calidad y para asegurarla ante el consumidor de manera certificada, bajo la etiqueta DO.

Buena parte del vino tranquilo embotellado y de calidad que produce Catalunya viene amparado por once DO (Alella, Catalunya, Conca de Barberà, Costers del Segre, Empordà, Montsant, Penedès, Pla de Bages, Priorat, Tarragona y Terra Alta), que agrupan más de 600 bodegas en total y que se gobiernan por estrictos reglamentos en el cultivo y en la elaboración, de manera que salen al mercado con garantía y prestigio comercial ganado a pulso. La prueba la tenemos en la penetración en el mercado catalán de estos vinos en la que se me refería en un artículo reciente en este mismo diario.

 

El sector vitivinícola fija usos rurales específicos, arraiga la población, reequilibra el territorio, es un elemento de identidad cultural de primer orden, configura bellísimos paisajes, respeta la tradición a la vez que moderniza las poblaciones

El hecho de que el del vino con DO sea un sector en crecimiento en Catalunya, no viene del aire del cielo. Es el resultado, como mínimo, de dos fuerzas: por una parte, la progresiva entrada de productores de uva en el mundo de la elaboración y, de la otra, de la apuesta decidida de los elaboradores (antiguos y nuevos) para hacer vinos cada vez mejores. Unos y otros han arrastrado el mundo del campesinado viticultor hacia la producción de uva, también, con criterios de calidad. Los esfuerzos aplicados en este sector son una muestra de la innovación, de la capacidad emprendedora y de la orientación hacia aquello que el mercado más valora.

Ante este esfuerzo, todavía sabe peor que alguien se haya podido apropiar de ello de manera fraudulenta. Los perjudicados directos son los elaboradores, los viticultores de este vehículo que han sido capaces de construir para garantizar la calidad que son las DO. También salen perjudicados los consumidores, claro está, que compran un producto en el que le han falsificado el carnet de identidad.

Sin embargo, más allá de su dimensión económica, el sector del vino certificado reúne atributos que lo hacen, a opinión mía, extraordinario. Si tuviera que citar uno que creo que es muy valioso, citaría el de su contribución territorial: fija usos rurales específicos, arraiga la población, reequilibra el territorio, es un elemento de identidad cultural de primer orden, configura bellísimos paisajes, respeta la tradición a la vez que moderniza las poblaciones, etcétera. En algún sentido, una manera de ver el sector que nos ocupa es que las DO no tienen vinos, lo que tienen son uvas, de su territorio, que después convierten en vinos.

Por eso todavía sabe peor que alguien se pueda enriquecer a base de engañar en un elemento tan sensible de nuestra sociedad y, en definitiva, de nuestro país, como es el territorio. La empresa sostiene que no ha engañado en cuanto al origen geográfico de los vinos, ni tampoco en cuanto a su calidad. Le podemos dar el beneficio de la duda, sin embargo, si ha engañado con las etiquetas de DO, ¿qué credibilidad tiene al afirmar que no ha engañado en otras cosas?

Esperemos que se aclare lo que hizo la empresa en cuestión. Y cuanto antes mejor, ¡que las DO del vino, y el resto de DO, no se tocan!

Modest Guinjoan, economista.