La actual alcaldesa de Barcelona tomó la decisión de seguir siendo alcaldesa en mayo del 2019, después de un mandato de cuatro años y después de declarar públicamente que había perdido las elecciones. En este artículo hago una valoración personal con perspectiva económica de la percepción que tengo del trabajo hecho en su mandato anterior, y en un artículo próximo hablaré de su renovación como alcaldesa.

Aunque es una política, Ada Colau se encuentra al frente de una organización grande y compleja como es el Ayuntamiento de Barcelona, llena de técnicos de nivel alto, por no decir muy alto. Para precisarlo un poco, y haciendo un símil empresarial, Colau gestiona un presupuesto de 2.700 millones de euros anuales y cuenta con casi 14.000 empleados, como una de las más grandes empresas de Catalunya.

Bajo su mandato, entre 2015 y 2019, Barcelona ganó población, concretamente 40.000 habitantes (pérdida de 30.000 habitantes de nacionalidad española y ganancia de 70.000 de nacionalidad extranjera). La ciudad se vio beneficiada por la recuperación económica general y, por ejemplo, ganó 126.000 afiliados a la Seguridad Social entre diciembre de 2014 y diciembre de 2018. Pero el paro de los menores de 30 años aumentó en el mismo periodo de 4.600 personas para elevarse hasta las 9.700.

Del aumento de los afiliados a la Seguridad Social, 14.000 se produjeron en la hostelería y restauración. Y es que durante la gestión de Colau la ciudad ha reforzado todavía más la sobresaturación turística que ya tenía cuando entró de alcaldesa. Se ha pasado del 6,7 millones de turistas a 8 millones, y de 17,5 millones de pernoctaciones en el 2014 a 20,2 millones en el 2018. Como he defendido otras veces, Barcelona no necesitaba a más visitantes sino menos, que gastaran más y que generaran actividades de valor. No hacen falta más cantidad, sino más calidad. Con Colau las dinámicas, al menos cuantitativamente, no han cambiado, y la percepción de muchos residentes en algunos barrios es que son ciudadanos de segunda.

También bajo su mandato, la vivienda ha seguido una dinámica desbocada: el precio medio por metro cuadrado de la vivienda nueva ha aumentado un 55%, para situarse en 4.416€/m2; el precio de una vivienda de alquiler de 72m2 ha aumentado un 35%, para situarse en 930€ al mes, con un precio metro cuadrado de 13,4€ al mes.

Es cierto que la incidencia del ayuntamiento en las dinámicas de estos indicadores tan sensibles (población, turismo, vivienda) no se puede hacer de un día por el otro, porque las inercias de los mercados son muy grandes y las reformas tienen maduraciones lentas. Pero cuatro años es tiempo más que suficiente para conseguir resultados. Incluso teniendo en cuenta que, como afirma la misma Colau, no ha tenido el favor ni de las grandes corporaciones y ni de las grandes familias que han mandado siempre en la ciudad.

Donde no hacían falta las complicidades de los poderes fácticos, las cosas han empeorado, y bastante. En mi último artículo sobre el tema (El Nacional, 5/7/19) me quejaba del alto grado de incivismo existente y de la inoperancia de la Guardia Urbana. Por lo que conozco, afirmaría que Barcelona debe de ser una de las ciudades importantes más bonitas de toda Europa, pero también la más incívica de día y de noche; añadamos que ahora es una ciudad mucho más insegura, tal como recogen los medios locales e internacionales. El hecho de que la seguridad haya pasado a ser el primer problema para los barceloneses, a distancia del resto, es significativo (más de la mitad de los barceloneses opinan que la ciudad ha empeorado en el último año). La crónica diaria de sucesos relativos a delincuencia así lo certifica.

En un balance de urgencia la noche electoral del 26 de mayo, Colau se vanagloriaba de ser la primera mujer alcaldesa, de ser feminista y de aplicar políticas progresistas y valientes. Todo eso está muy bien, pero para los que queremos resultados prácticos en términos de servicios y de calidad de vida ciudadana, sus palabras son retórica de cara al electorado. Los resultados de cara a los ciudadanos que vivimos bajo su mandato son los que son y lo ha acabado de empeorar su giro personal, aspecto que trato en el próximo artículo.