Soy de la opinión de que la incidencia del proceso político catalán sobre la demanda externa es más bien débil. Las exportaciones de bienes al extranjero han mantenido un ritmo alto, igual que el turismo extranjero, a pesar de una pequeña caída en el último trimestre del año pasado a remolque de los atentados de Barcelona y Cambrils, y de las imágenes de la represión del 1-O. Ahora bien, ¿qué ha pasado con el turismo que visita Catalunya procedente del resto del Estado español? ¿Y qué ha pasado con el turismo catalán con destino al resto del Estado español? La comparación ofrece resultados como mínimo curiosos. Veámoslo tomando como referencia los datos del último año completo disponibles, concretamente desde el segundo trimestre de 2017 hasta el segundo trimestre del 2018, que facilita el Observatori del Treball i del Model Productiu de la Generalitat. El periodo tiene interés porque abarca el tercer trimestre del año pasado, cuando se estaba cociendo la consulta; el cuarto trimestre, el más convulso en los medios de comunicación, y los dos trimestres posteriores, ya del 2018.

En este año de referencia el número de viajes de españoles a Catalunya fue de 4,8 millones, y el número de viajes de catalanes a España, de 7,1 millones. Por lo tanto, en la relación entre los dos mercados turísticos, España capta 2,3 millones más de viajes que los que emite o, lo que es lo mismo, registra superávit. Este superávit se produce también en términos de gasto: los catalanes que visitaron España el último año gastaron 2.500 millones de euros, y los españoles que visitaron Catalunya gastaron 1.900, es decir, 600 millones de diferencia a favor de la balanza española. Los gastos totales por turista (370-380 euros) y los gastos por persona y día (74-75 euros) son muy parecidos en ambos casos. Por tanto, el superávit del año considerado se justifica exclusivamente porque hay bastantes más catalanes que visitan España que a la inversa.

Los catalanes no solo han seguido yendo a España, sino que lo han hecho bastante más que el año anterior y han gastado muy más

Ahora bien, ¿qué ha ocurrido si comparamos los datos con las de unos años atrás? Los viajes de catalanes a España que van a hoteles, apartamentos, etc. (que no van a una vivienda propia) han aumentado el 5,1%. Su gasto total (en todo tipo de alojamiento, incluido el propio) ha aumentado el 11,4%, el gasto por persona ha crecido el 5,5% y el gasto por persona y día, el 11%. Desde el punto de vista del interés económico español, la relación con el turismo catalán en el último año ha sido claramente positiva. No ha sucedido lo mismo con el turismo español de que visita Catalunya.

El número de viajes de españoles a Catalunya en alojamiento no propio ha disminuido el 6,1% con respecto al año anterior. El gasto total de los turistas españoles en Catalunya (en todo tipo de alojamiento) ha bajado el 3,6%. El más estable ha sido el gasto por persona, que ha aumentado un ligero 1%, y el gasto por persona y día, que ha disminuido un también ligero 0,1%.

A nivel agregado, pues, se han dado dos comportamientos claramente diferenciados este año en cierta manera convulso: los catalanes no solo han seguido yendo a España, sino que lo han hecho bastante más que el año anterior y han gastado muy más; por el contrario, los españoles han venido bastante menos a Catalunya y hay gastado un poco menos en total.

Estos datos podrían indicar la práctica de un boicot al mercado turístico catalán, una práctica que no se habría dado por parte del turismo catalán con destino a España. El sector tiene la suerte de estar muy centrado en el turismo extranjero, que en el conjunto del 2017 representó el 91% del gasto total de los que nos visitan. La dependencia respecto al resto del Estado español es, pues, del 9% restante. Naturalmente, este peso relativo no es despreciable, pero también es cierto que se trata del único mercado emisor capaz de hacer boicot comercial por motivos políticos. Y parece que ya ha empezado a hacerlo. También por suerte, el resto de mercados se mueven por la influencia de otras variables diferentes de la política; se guían por criterios básicamente racionales, no emocionales, tal como parece que se comportan los catalanes que siguen visitando España. Una plaza turística, por cierto, que despierta todavía un notable interés.