Quizás, querido lector, tengas una sensación de desánimo o de confianza traicionada, y no seré yo quien diga que no tengas motivos, pero los pueblos grandes, y el nuestro lo es, siempre se acaban enderezando por muy feas que se pongan las cosas. Como se enderezan las columnas, las barras, del monumento a la Generalitat de Catalunya que hay en Cervera, capital de la Segarra.
Porque es justamente en Cervera donde se encuentra la base del mito nacional de creación de la Generalitat de Catalunya en 1359. Aquí se celebraron Corts ese año. Las Corts eran las asambleas que, durante la edad media, reunían al monarca y a los representantes de la Iglesia, de la nobleza y de las principales ciudades y villas de jurisdicción real del Principat de Catalunya. Estos delegados estamentales formaban los tres brazos de las Corts —el eclesiástico, el militar y el real— y, junto con el soberano, representaban la comunidad política del país, también denominada General de Catalunya.
Los principales cometidos de las Corts medievales del Principat de Catalunya eran recibir el juramento de los Usatges i Constitucions del Principat por parte del nuevo monarca, hacer el juramento de fidelidad al nuevo monarca, y tratar, sobre todo, del buen estamento de la cosa pública.
El juramento se hacía de acuerdo con una fórmula que considero una maravilla de clarividencia. Las Corts dirigían su juramento de fidelidad al nuevo monarca en los siguientes términos: “Nós que valem tant com vós, jurem davant vós que no sou millor que nós, que junts valem més que vós, i que us acceptem com a rei sobirà sempre i quan respecteu nostres llibertats i lleis, però si no, no”. Cómo han cambiado las cosas, para mal, desde aquellos siglos de autogobierno real hasta hoy. ¡No me imagino a ningún representante de la dinastía borbónica aceptando un juramento de fidelidad de este tipo, ni de lejos!
Con respecto al buen estamento de la cosa pública, se concretaba en la elaboración y la aprobación de las constituciones; la determinación de las normas de aplicación general más importantes; la negociación y concesión de lo que se llamaba el "donativo", que no era otra cosa que la contribución voluntaria efectuada por los brazos al monarca; y la presentación y resolución de los agravios, es decir, de las quejas de los estamentos con respecto a la acción de gobierno del rey y de sus oficiales. Como podéis observar, cualquier relación con la situación actual es pura coincidencia.
Ningún pueblo, ningún pueblo de los que conozco, puede vivir sin mitos fundadores, y uno de los nuestros está en Cervera, y todos juntos tenemos que velar por cuidar y enaltecer los mitos y símbolos que nos son propios
De hecho, desde 1283, el soberano no podía promulgar constituciones ni exigir impuestos generales sin el acuerdo y la autorización de los tres brazos reunidos en Corts. Pero fue la larga guerra con Castilla, empezada en 1356, y el resto de conflictos que vieron la luz durante el reinado de Pedro el Ceremonioso, los que acabaron exigiendo un esfuerzo financiero extraordinario y sostenido de las Corts, y propiciaron la continuación de las delegaciones temporales y la consolidación definitiva de la Diputació del General. Y fue en las Corts celebradas en Cervera en el año 1359 cuando se inició el proceso de consolidación institucional de esta figura.
Para conmemorar esta efeméride que singulariza a Cervera en la Historia de Catalunya, en septiembre de 1982 se inauguró el monumento al que antes hacía referencia, bajo la presidencia del Molt Honorable Sr. Jordi Pujol y la alcaldía del señor Joan Salat.
Las Corts de Cervera de 1359 fueron, pues, un primer paso para la creación de la Diputació del General. El obispo de Girona, Berenguer de Cruïlles, fue, por una cuestión honorífica, quien encabezó la comisión paritaria, compuesta por cuatro diputados de cada brazo, encargada de gestionar el impuesto concedido al rey. Un impuesto, recordémoslo, que servía para pagar las guerras y para financiar la expansión militar de la Corona por el Mediterráneo, en aquellos años en los que incluso los peces que surcaban nuestro mar llevaban pintadas en su cuerpo las cuatro barras.
Ningún pueblo, ningún pueblo de los que conozco, puede vivir sin mitos fundadores, y uno de nuestros mitos fundadores está en Cervera, en la Segarra, y todos juntos tenemos que velar por cuidar y enaltecer los mitos y símbolos que nos son propios. Nuestros fundamentos, míticos e históricos, me llevan a pedir que en este Onze de Setembre, y todos los días, tengamos autoestima, orgullo, ambición y continuidad. Por nosotros y por los nuestros, por la Catalunya grande que quería el president Prat de la Riba. Por una Catalunya políticamente libre, socialmente justa, económicamente próspera y espiritualmente gloriosa, como quería el president Macià.
Convencido de que desde el pesimismo no se construye nada; que desde la indiferencia no se puede exigir nada; que desde el sentimiento de derrota es difícil tener ánimos de victoria; y que desde la decepción es difícil reconstruir ilusiones. Es difícil, nos pilla cansados, pero hay que espabilar.