Derivada de limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual, en la conducta adaptativa y en habilidades prácticas, la discapacidad intelectual se caracteriza por un funcionamiento intelectual inferior a la media que coexiste con limitaciones en dos o más de las siguientes áreas de habilidades de adaptación: comunicación, cuidado propio, vida en el hogar, habilidades sociales, uso de la comunidad, autogestión, salud y seguridad, contenidos escolares funcionales, ocio y trabajo. Hay comunidades por todo el mundo, como las del Arca, que están dedicadas a las personas con este tipo de discapacidad. Son precisamente los asociales, los que todo el mundo rechaza, los "frikis", los que "nos acercan a Dios". Me lo dijo en París Jean Vanier, el fundador de las comunidades del Arca. Se acaba de morir a los 90 años y deja una serie de entidades internacionales dedicadas a personas con discapacidades intelectuales en muchos países, en concreto 154 comunidades del Arca en 38 países y 1.450 comunidades de Fe y Luz en 83 más. Su intuición no era banal. Toda una vida defendiendo la radical dignidad de las personas marginadas y poniéndolas en un lugar preferente siempre. Pude entrevistarlo en Troisly, donde empezó su aventura. Las cejas espesas de Jean Vanier se movían igual que sus manos (gesticulaba mucho), la mirada era impresionante. Ni intento describir cómo las personas con las que vivía se relacionaban con él: era pura química.

Es la persona frágil la que es más auténtica, porque no tiene filtros, porque nos muestra nuestras propias carencias

La tesis de fondo del canadiense Jean Vanier es muy simple: es la persona frágil la que es más auténtica, porque no tiene filtros, porque nos muestra nuestras propias carencias. Y él, que era católico, creía que estas personas eran las privilegiadas por Dios y que no entendíamos nada si no nos dábamos cuenta. Jean Vanier no era una persona con buena voluntad y basta: filósofo, escritor, humanista, conferenciante... Tenía una talla personal, espiritual, profesional y humana como pocos.

Para él, la aceptación de nuestras debilidades nos conduce al diálogo, a abrirse al otro y finalmente a la paz. En las personas que no se consideran como las otras es precisamente donde quizás tienen origen nuestros conflictos: no aceptar que la persona no es equivalente a un ser que produce o razona. La persona discapacitada es una persona, aunque no se exprese de la manera en que estamos acostumbrados. Explican desde el Arca que las exigencias de una sociedad donde todos tenemos que ser perfectos, sin fallos ni problemas y que prohíbe el derecho al error, nos pone en un estado permanente de tensión con nosotros mismos y con los otros. La diferencia entre lo que somos realmente y lo que queremos e intentamos aparentar crea un desequilibrio violento en nuestro fuero interno y eso se convierte en fuente de una terrible frustración y de una gran angustia. Como resultado, no nos queda más que esconder nuestras imperfecciones y nuestra fragilidad para alcanzar los éxitos profesionales y sociales que nos son socialmente impuestos y nos alejan de la libertad. Maquillaje. Jean Vanier lo entendió en los años 60 y como él muchas personas han salido a defender las otras capacidades. Las personas son, somos, mucho más que un cerebro. Y muchos de los que se piensan que son tan capaces, son unos auténticos discapacitados, y al revés. Jean Vanier lo supo decir muy bien: quien lo tenía que entender, lo captó perfectamente. Doy fe.