Huxley, Orwell y Ray Bradbury son algunos de los escritores que nos dibujaron un inquietante mundo donde no seríamos libres, viviríamos bajo dictaduras de las mayorías y la vigilancia de un Big Brother que nos tendría controlados. Parecían burradas de ciencia ficción, delirios de escritores demasiado acostumbrados a los estupefacientes. Fueron profetas de distopías, estas representaciones ficticias de una sociedad futura con rasgos más bien negativos que origina la alienación humana. La famosa serie Black mirror es la distopía más nítida que tenemos. Y lo que hoy nos pasa es que todo aquel supuesto horror lo percibimos próximo, pisándonos los talones. Un miedo que se acerca.

Aldous Leonard Huxley (1894-1963) fue un filósofo británico que se dio a conocer con las novelas en que este ambiente que vemos al lado se describía con todo tipo de detalles. Tenía una pasión por la espiritualidad, la parapsicología y el misticismo, un rasgo que lo diferencia de algunos escritores de ciencia ficción, más racionalistas y alérgicos a la religiosidad. Su familia, científica e intelectual, lo encaminó a estudiar en la Universidad de Oxford, pero problemas oculares le impidieron acabar la carrera y se dedicó a ejercer de crítico literario en Europa. En 1932 publica Un mundo feliz. Huxley ya advertía del control social y de los posibles peligros de la tecnología, igual que Eric Blair, conocido como George Orwell, que nació en India, pero se educó en la prestigiosa escuela Eton. Aquí lo conocemos porque se posicionó con los republicanos. Orwell nos presenta sociedades controladas por totalitarismos burocráticos que coartan la libertad individual. Los personajes de Rebelión en la granja son animales de una granja que se rebelan contra los amos, pero que acaban creando una estructura peor que la que tenían. En 1984, Orwell hace una disección del poder que es digna de ser enseñada a los estudiantes —y quedan siempre impresionados—, en que el control del Big Brother y la vigilancia masiva son los reyes imperantes.

Hemos entrado en el 2019 con algunas predicciones de Blade runner, como la injusticia y la pobreza. No vemos coches voladores, aunque Uber ha anunciado que tiene la patente de un vehículo que se mueve por el aire, pero sí tenemos realidades como montañas de residuos que acumulamos nosotros mismos y sacos de pobreza que aumentan exponencialmente. No vivimos en ninguna utopía, tampoco en la distopía diseñada, pero en medio está nuestro mundo, lleno de personas y entidades que lo cuidan, lo miman y lo protegen, contra miles de individuos que lo destruyen a conciencia. Y en medio de este panorama, las religiones, que en sus narrativas suelen compartir todas una utopía de bienestar y felicidad que no forma parte de este mundo, pero que depende de nuestra acción en este ahora y aquí. Ni que sea en virtud de un mundo futurible que no sabemos si existe, celebro que haya personas que intentan no malbaratar este planeta, que se preocupan de la dignidad de las personas, que tienen respeto por la naturaleza. En los mundos distópicos que nos presentan los futuristas, la naturaleza ha quedado sustituida por la frialdad tecnológica. Solo depende de un plus de conciencia humana que eso no sea real. No claudiquemos ante tecnologías que no han caído del cielo, sino que a veces hemos construido nosotros creando nuestros futuros infiernos particulares. Si un mensaje nos puede interesar de las diferentes tradiciones religiosas es el retorno, siempre, a la interioridad. De las personas, no de los robots.