Dicen que un 40% de las parejas que se separan lo hacen después del verano. Ya sea porque han tenido tiempo para pensar en lo que realmente quieren o porque han tenido que soportarse durante las vacaciones más tiempo de lo habitual.
—Lo que te molesta del otro es un puro reflejo de ti y de tus traumas —dice el narcisista.
—No, cariño, lo que me molesta de ti es que no eres ni capaz de pedir perdón —pienso en voz alta.
No te engañaré. Si llego a saberlo, no me divorcio, aunque es —sin duda— de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Aunque, si te soy sincera, si a priori hubiera entendido el precio total —tanto físico como psicológico— de la separación, habría abortado la idea. Seguramente, arrepintiéndome después por no haberlo intentado. Esto se lo cuento a mis amigas que me confiesan que este ha sido su último verano de casadas. Cuando veo presumir de las vacaciones a los mal casados que no tienen más remedio que compartirlas, pienso: ¡qué jaula de oro! Ya sabes, es eso de que el césped del vecino siempre parece más verde. A pesar de todo, no quiero que este sea un artículo a favor de las rupturas, sino que vaya en dirección de juntar las piezas. Porque lo que a veces nos hace falta es darnos cuenta de que ya tenemos mucho con la relación que tenemos (si es buena). Porque es muy duro divorciarse, pero lo es más, a largo plazo, vivir una vida que no te gusta. Hay (pocas) excepciones que lo pueden tener todo: mantener la familia a pesar del divorcio.
Los estudios dicen que después de un par de años (más cuatro que dos), se empieza a ver la luz después de la separación. A pesar de las estadísticas, dicen que se tardan unos ocho años en superar la relación entre cónyuges. Yo tenía mi teoría de que cuesta el doble de lo que estuviste con alguien olvidar un gran amor. Quizás la respuesta correcta sería que el que tiempo no cura, sino que le quita protagonismo. ¡Y esto ya es mucho! Lo que no hace ni pizca de gracia es que el mismo progenitor que pasaba olímpicamente de los hijos cuando estabais juntos, amenace con quitártelos. Si no te separas (con la premisa de que es por el bien de tus hijos), estos caraduras también te lo reprocharán algún día. Ya me avisaba mi amiga psicóloga. Ella reprocha a sus padres no haber sido valientes y haber tenido que aguantar una guerra fría en casa. No se separa quien quiere, sino quien puede, le recuerdo.
Es muy duro divorciarse, pero lo es más, a largo plazo, vivir una vida que no te gusta
Venga va, que este artículo también quería ir de las cosas buenas del divorcio, como las farras con las nuevas amistades (que también acaban ocurriendo). Igual que es muy difícil pensar en sexo cuando tienes cuatrocientos mails por contestar, pañales por cambiar y cenas por preparar, también te digo que en cuanto tienes un momento mental de tranquilidad, la líbido vuelve como por arte de magia. No, no es la perimenopausia. Cuando ves que tu sensibilidad no es una debilidad, sino parte de tu fortaleza, vuelves a brillar. Y lo mejor es que volverás a sentirte deseado/deseada. También enseñas una lección dorada a tus hijos: que no tienes que aguantar por norma, que tienes que aprender a priorizarte, que tienes que amar de una manera sana, razones por las que te marchaste de donde no te sentías bien tratada. La sinceridad al poder: no has protegido el bienestar de la familia a base de mentiras. A los niños les enseñas que las parejas se construyen día a día, y a los que ya hemos tenido unas cuantas y hemos aprendido de los errores, a no pedir a un tigre que sea un león.
Todavía recuerdo preguntar al primero que se separó de mi grupo dos cosas. La primera: ¿cómo lo hacía para amar a su hija, que era clavada a su madre? La segunda: ¿cómo es que puedes amar tanto unos gestos o unos ojos cuando no puedes soportar a su progenitor? Pues es verdad que se puede, como a ti te puede parecer sexi tu pareja y no tu suegra. También le preguntaba: ¿y no echas de menos a la familia nuclear, a los amigos comunes o las vacaciones juntos? Cuando me decía que no, no lo entendía. Pensaba que la melancolía llegaría al cabo de los años. Y no, todavía no ha llegado. Somos muchos los que ya pasamos el luto antes de iniciar el proceso de separación. Lo que es inútil es pensar que la gente cambia. Lo único que puede cambiarles es la manera como te hacen sentir. Y no te tienes que quedar, en nombre del amor romántico, en un sitio donde no entienden tu valor. Se espera que hacia 2030, el 45% de las mujeres de entre 25 y 44 años sean solteras.