La política de la pacificación socialista se sirve de la lengua para españolizarnos con anestesia. Durante el diecisiete y el diecinueve se pusieron del lado del españolismo más furibundo, sin matices: todos recordamos las fotografías de los líderes socialistas manifestándose con los líderes de la extrema derecha española. Entrados en la fase del postprocés, no obstante, y para poder aparentar cierta coherencia con los conceptos de convivencia y normalidad que tienen siempre en la boca, el PSC ha tenido que moderar en apariencia su españolismo —y, por lo tanto, su castellanidad práctica— para poder ocupar el centro político del país. Y para poder distanciarse de los partidos de matriz española con los que, llegado el crudo momento del conflicto nacional, no tuvieron ningún problema en compartir trinchera. El momento lingüístico que atraviesa el país es tan importante como crítico y, aun sabiendo que a estas alturas ya es imposible decir que se hace política mirándoselo de reojo, desde el PSC pregonan un discurso lingüístico compungido, folclórico e inofensivo que, en el fondo, niega el conflicto con un romanticismo impostado. Todo esto es como oír a alguien que lleva décadas viviendo en el país sin hablar catalán, contando que el catalán es una lengua maravillosa.

Las voces oficiales del socialismo catalán —sobre todo, la voz de Salvador Illa—, se han puesto de acuerdo para expresar siempre su preocupación por la lengua. Muestra más que evidente de ello es la adhesión de los socialistas al Pacte Nacional per la Llengua, las declaraciones del president Illa —siempre decoradas con elementos elogiosos a la plurinacionalidad—, la creación del Departament de Política Lingüística o el comisionado para el catalán creado por el Ayuntamiento de Barcelona. La estrategia es bastante evidente: ponerse de espaldas a los datos de uso social del catalán no era una respuesta "neutral" a la situación lingüística, porque promover la asimilación cultural y la minorización de la lengua es la estrategia del españolismo frontal que, en realidad, lo único que logra es radicalizar a los catalanohablantes que quedan.

Los socialistas pretenden conservar el aspecto catalanista porque les permite negar las evidencias de la minorización y erigirse en defensores de la lengua a la vez

Los socialistas saben que nuestra supervivencia, la medida en la que nos mantengamos en pie, se beneficia del grado de conflictividad social que la catalanidad —y, en consecuencia, la lengua— todavía tenga en Catalunya. Por eso fomentan un sentido de convivencia que apacigüe este conflicto todo lo posible. No obstante, la convivencia que pregonan no es más que una herramienta para desactivar cualquier instinto subversivo que pueda señalar y rebelarse contra una españolización que hoy ya es más que evidente y que, más allá de la convivencia, tiene detrás una estructura cultural, económica, política y judicial que la hacen posible. En este último año, el PSC se ha sumado a cualquier propuesta política y cultural que les permitiera construir una apariencia de interés por el catalán, y lo han hecho precisamente para desactivar el conflicto lingüístico-cultural que es el corazón del uso de la lengua. Han entendido que su preocupación figurada por la salud del catalán, si no tiene consecuencias prácticas que lo hagan útil, necesario, indispensable, si no apunta responsabilidades, si no explica en favor de qué lengua el catalán pierde presencia en Catalunya, puede generar una sensación de aconflictividad que acabará condenándolo aún más.

Todo esto podrían ser cosas que me hago sola, conspiranoias que una se inventa mirando el techo antes de conciliar el sueño. Pero la comisionada por el catalán en Barcelona, Marta Salicrú (Radio Primavera Sound), siempre deja las cosas claras. Es de agradecer. En una entrevista en el ARA, contaba que "Con la confrontación no tenemos nada que ganar en la defensa del catalán". Hace unos días, hizo unas declaraciones en las que decía que había que impulsar políticas lingüísticas que no generasen antipatía en los expats. Que la preocupación y el interés por la salud del catalán son fingidos lo sabemos porque, en realidad, las ideas sobre las que se manifiestan niegan el conflicto y niegan el comportamiento individual y nacional necesario para revertir la situación. Los socialistas pretenden conservar el aspecto catalanista porque les permite negar las evidencias de la minorización y erigirse en defensores de la lengua a la vez. Pero, en realidad, afianzan todos los mantras acomplejados y caducos que lo están condenando. Es un manoseo a la lengua hecho en favor de los intereses políticos de los socialistas y de España y que, desgraciadamente, la parte más despolitizada, la parte más cínica, y la parte españolista que quiere creer que no lo es, acabarán comprando.