Hace muchos años, fui socio de una productora de cine llamada Cuarteto, que tuvo el mérito de producir Amor de hombre, la peor película de la historia del cine español, con permiso de Yo hice Roque III, dirigida por Mariano Ozores. Amor de hombre era y es una tortura ocular y cerebral, un proyecto concebido por una de las socias de la productora que siempre me decía —cuando venían mal dadas o ante cualquier cabronada— que yo reaccionaba siempre con una educación muy inglesa. Desdichadamente, este supuesto don resultó ser, con el tiempo, una lacra para mi psicología, y tuve que cambiar de actitud para protegerme de ciertos depredadores que entienden la buena educación como una debilidad.

Real Madrid Televisión representa muy bien las características de una región que tiene el espíritu de un ave de rapiña. La presión que ejerce este canal privado sobre los árbitros antes de cada partido no sería aceptada por ninguna federación de fútbol de ningún país del mundo, menos en España, nación que ha hecho del madrileñismo una causa sostenida por todos los poderes fácticos. Por decirlo educadamente: si no se llamara Real Madrid Televisión, esta cadena estaría cerrada y a la espera de un juicio, acusada de violencia psicológica sobre un gremio, el arbitral, y de esparcir mentiras, creando un clímax de una violencia de consecuencias incontrolables.

El Barça-Real Madrid del pasado domingo fue un escándalo que, por suerte, tuvo como testigos a millones de telespectadores boquiabiertos por el robo; excepto, por supuesto, los miembros de una Federación Española controlada por un madridista, los miembros de una Liga Profesional controlada por un madridista y los tres tenores de un Comité de Disciplina controlado por tres socios del Real Madrid. Con este tribunal de la Inquisición blanco como la nata montada y un árbitro acojonado y manipulado psicológicamente desde los medios fácticos de la caverna, ¿qué podría ir mal? Pues casi todo, si no llega a ser por la calidad de unos jugadores barcelonistas que saben que, históricamente, el Barça solo puede ganar una liga jugando bien, a diferencia de los representantes universales de un "señorío" cada día más psicopático, acostumbrado a ganar las cosas por lo civil o por lo criminal, frase épica pronunciada por Eduardo Inda cuando hablaba de detener las cabalgadas de Messi por el césped del Bernabéu.

Y como el fútbol es el reflejo de la sociedad, Real Madrid Televisión es al fútbol lo que Isabel Díaz Ayuso es a la política, presidenta de una comunidad autónoma consentida por el poder por el hecho de ser la garante de la unidad de España y de alimentar los vientres de una casta que vive de la teta gubernamental, siempre atenta a unas puertas giratorias que le permite disfrutar del "que hay de lo mío" con la mala conciencia tapada por la mala conciencia de los demás. Y cuando hablo de casta, también me refiero a los buenos catalanes, hombres y mujeres de bien que se han acostumbrado a mojar con porras el cortadito. Está comprobado que Madrid hipnotiza a los trepas y que por una genuflexión matan, talmente como Belén Esteban por Andreíta.

Por experiencia, pasarse el día pidiendo perdón educadamente solo sirve para que nos traten como bobos, mientras destacan nuestro seny catalán

Como representante de un club y como representante de una comunidad, lo que caracteriza a Real Madrid Televisión y a Isabel Díaz Ayuso es el mal ganar típico de los que no pierden nunca. Y es que ser del Real Madrid es tan fácil como ser presidenta de la Comunidad de Madrid. Quiero una Liga, aquí tienes cinco Ligas. Quiero una línea de AVE que lleve a los madrileños de vacaciones, aquí tienes el corredor mediterráneo y cinco líneas de alta velocidad, que, si es necesario, tendrán una estación en la puerta de los hoteles de una cadena que pertenece a un empresario que frecuenta el palco del Bernabéu. Ni a Real Madrid Televisión, ni a Isabel Díaz Ayuso le hacen falta Negreiras para ver luz en la oscuridad, porque ellos son la luz y la oscuridad, y de Negreiras van sobrados.

Y ante este abuso de poder, en Catalunya contamos con unos representantes que, como yo, de tan educados parecen ingleses y burros. Con los años he aprendido que, de vez en cuando, cagarse en todo es bueno para evitar futuros conflictos emocionales. Pero los catalanes somos como somos, un poco ingleses, un poco cobardes, un poco lameculos, un poco mediocres. Sin embargo, tristemente, el Barça ha decidido no protestar por un arbitraje tendencioso por razones que se me escapan, aunque, sospecho, las relaciones entre Laporta y Dios no facilitan el disentimiento. Y, como el Barça, la Generalitat de Catalunya debería poner el grito en el cielo cada vez que Díaz Ayuso suelta una de sus tonterías contra el país que gobierna el president de la Generalitat, el de todos los catalanes, un 'todo' que siempre carga hacia un lado ideológico, que tiene a Javier Cercas como rapsoda torero. De tan inglés, el virrey Salvador Illa parece un sirviente comparable, por manipulador, al sirviente de Joseph Losey, pero mucho más servil que el asistente creado por el dramaturgo Harold Pinter con relación al señor de la casa.

El Molt Honorable, sin embargo, no es el único anglófilo de la ecuación. Los Ulises de turno, los que nos tenían que llevar a Itaca aprovechando las velas y los vientos europeos, de tan ingleses, han resultado ser so average, incapaces, como han demostrado, de hacer todo lo que prometieron por falta de capacidades, y es que, como en el fútbol, contra una política decidida por decreto, las dificultades se superan con el espíritu y la calidad del equipo dirigido por Hansi Flick. A personas como Díaz Ayuso, que solo entienden el lenguaje de los rottweilers, se las puede ganar en el campo, nunca en los despachos.

Y es cierto. En una época de mi vida, de tan educado, parecía inglés e imbécil. Y a esa socia ya le vino bien mi falta de huevos. Pero, por experiencia, pasarse el día pidiendo perdón educadamente solo sirve para que nos traten como bobos, mientras destacan nuestro seny catalán, que es como ser un inglés desorientado.