El papa León XIV empieza a mover ficha. Las sorpresas ocurrirán a partir de ahora. Ha sido un pontífice calmado y discreto. Hasta esta semana. Medio año después de su inicio de pontificado, ha publicado su primer escrito, Dilexi Te, sobre los pobres, y ha anunciado dos viajes que determinan su programa. Turquía y Líbano. Primeros destinos en Asia. No son Perú ni Estados Unidos. Primer movimiento internacional muy cerca de la guerra, de la división, de la convivencia intercultural, del drama de los refugiados, de las negociaciones con Europa. Turquía volverá a ser visible en el mapa con este viaje, y con esta luz también sus reclamaciones a una Europa que no acaba de escucharla.
Más allá del mensaje que un viaje así lanza por la unidad de los cristianos (ortodoxos y católicos), el viaje es una clara apuesta por dialogar con los musulmanes. En Turquía se prevé el encuentro con el patriarca de Constantinopla Bartolomé I, uno de sus aliados en temas internos como la búsqueda de una fecha consensuada sobre la Pascua (hasta el día de hoy los cristianos no se ponen de acuerdo en el día para celebrar la Pascua), pero también en cuestiones externas como el cuidado por la naturaleza o la paz y la reconciliación entre los pueblos.
La fecha del primer viaje del Papa, como nada en el Vaticano, tiene sentido simbólico (y litúrgico): es el 30 de noviembre, día de San Andrés, cuando se celebra la fiesta de San Andrés apóstol, el hermano de san Pedro, patrón de la Iglesia ortodoxa.
Además, este año se celebran los 1.700 años del Concilio de Nicea, precisamente en la región turca. Un concilio que apostó por la unidad en una época de divisiones y donde se elaboró el credo.
León se embarca en esta misiva de paz en Oriente Próximo, con el Líbano en el epicentro, en un viaje estratégico que se convierte en un guiño al papa Francisco
León, a los 70 años, no tiene pereza. Se embarca en esta misiva de paz en Oriente Próximo, con el Líbano en el epicentro, en un viaje estratégico que se convierte en un guiño al papa Francisco, que tenía en la agenda precisamente este viaje, que no pudo hacer.
El Líbano, país que ha vivido una guerra civil larguísima entre 1975 y 1990, que ha desangrado a la población y dividido a cristianos y musulmanes, es también un lugar de disputas con Israel, y el Papa con este viaje se acerca a Gaza sin entrar. Los cedros del Líbano son un símbolo de firmeza y de esperanza, y los libaneses lo viven como un símbolo de unidad. Y el color verde, aquella esperanza para los cristianos y el reclamo de salvación para los musulmanes, no pasa inadvertido. El Papa, que ha dejado un escrito contundente sobre la opción preferencial por los pobres, empieza a desplegarse, y lo hace en una declinación muy bergogliana.