Hace pocos días Jordi Évole hacía un programa sobre la situación de los mataderos. En él se enfocaban dos vertientes: por una parte, la situación absolutamente degradante en la que se encuentran los animales —para introducir también el tema de la seguridad alimenticia—, y se apuntaba la situación de los trabajadores y trabajadoras del sector. A veces parece que hasta que no hacen un programa en prime time los que tienen la patente de destapar escándalos, el país no actúa. Y, sinceramente, eso es muy injusto. Somos muchos los que hace años que trabajamos para mejorar y denunciar la situación de los trabajadores de las industrias cárnicas, y los esfuerzos son ingentes. Demasiadas veces el espectáculo prevalece más que el trabajo efectivo. Y eso es un error.

Hace muchos años, un amigo me explicó los dramas de los mataderos. Para que lo entendiera, me llevó un mediodía a la carretera de Santa Eugènia de Berga en un cambio de turno. Bajo el frío del mes de enero, una hilera de hombres, mayoritariamente de países del África subsahariana, iban en bicicleta y llevaban los cuchillos para trabajar puestos en forma de bandolera en la espalda. Si no hubiera sido por el blanco del hielo, podías haber dicho que estabas en Senegal o en Ghana, en una estampa más propia del tercer mundo que de países avanzados. A partir de aquí, a través del trabajo de los sindicatos mayoritarios, nos pusimos manos a la obra.

¿Cuál es el panorama laboral del sector? En primer lugar, y según datos de la Seguridad Social, vemos que en los últimos años ha habido una fuerte migración de trabajadores del régimen general al régimen de autónomos usando la figura de trabajador asociado a la cooperativa. Un ejemplo gráfico: diferentes estudios manifiestan que una empresa del sector tiene por término medio 60 trabajadores contratados directamente y 129 de cooperativas. El problema radica en el hecho de que trabajan para una sola empresa; son lo que conocemos como falsos autónomos. De esta manera, lo que consigue la empresa es desregular las relaciones laborales en un colectivo ya de por si muy vulnerable. Hay que recordar que el 60% de trabajadores provienen de países del este de Europa o de fuera de la UE. La fotografía, sin embargo, la podemos complementar con sus condiciones laborales. Estos trabajadores tendrían que estar sujetos a sus convenios sectoriales (cárnicos o de mataderos de aves y conejos). Pues bien, el hecho de ser trabajadores asociados hace que los de las cárnicas cobren por término medio un 35% menos del sueldo que les correspondería, y los de las aves y conejos, un 46% menos, a la vez que tienen una jornada un 23% más extensa. Y, evidentemente, dentro de la empresa hay un problema grave de seguridad y salud laboral porque nadie controla las condiciones. Es evidente, pues, que la figura de trabajador a través de las cooperativas de trabajo asociado (siempre hablando de falsos cooperativistas) genera desregulación de las relaciones laborales y dumping social, ya que nos encontramos ante una cesión ilegal de trabajadores.

Un ejemplo gráfico: diferentes estudios manifiestan que una empresa del sector tiene por término medio 60 trabajadores contratados directamente y 129 de cooperativas

Hasta aquí la radiografía. ¿Y qué se ha hecho? Pues, como mínimo en Catalunya, ponernos manos a la obra. Conjuntamente y a través de la concertación social. Como siempre. Sindicatos, Govern y Parlament. El año 2016 se creaba la Mesa para la concertación del sector cárnico, con presencia de la Administración, las patronales y los sindicatos mayoritarios. Ante la constatación de que sería imposible llegar al consenso entre las partes, se inicia el procedimiento parlamentario para cambiar la legislación, y se modifica la ley 12/2015 de cooperativas de Catalunya, que dispone que las cooperativas tienen que fijar en los estatutos o reglamentos internos las condiciones de trabajo y la protección social de los trabajadores y se establece como infracción muy grave el hecho de no cumplirlo. Pero además en su artículo 132, se recoge que las condiciones laborales y sociales tendrán que ser como mínimo equivalentes a las de los convenios colectivos de referencia.

¿Qué quiero situar con todo eso? Que en Catalunya hace tiempo que luchamos para hacer frente al uso fraudulento de los trabajadores en los mataderos. Hemos hecho trabajo serio y riguroso. Tenemos las herramientas legales para luchar contra la explotación en las empresas. Falta que la inspección de trabajo actúe con contundencia para hacer cumplir la ley. Pero como siempre, cuando abres una puerta, los malos empresarios (hay muchos buenos) siempre encuentran el resquicio para cerrarla. Por este motivo algunos están usando normativas de otras comunidades autónomas donde no existe esta regulación. Y aquí tenemos que ser beligerantes. No puede haber vía de escapatoria ante los explotadores.

En Catalunya hay problemas. Es cierto. Como en todas partes. Pero hace tiempo que trabajamos día a día para resolverlos. Las falsas cooperativas de trabajo asociado son un problema. Porque son sinónimo de malas praxis laborales más propias de la era feudal que del siglo XXI. Y hace mucho tiempo que, lejos de titulares periodísticos grandilocuentes, hay mucha gente que estamos trabajando con las herramientas que tenemos para mejorar la vida a los trabajadores y trabajadoras que viven atrapados.