La política son relaciones de fuerzas, como dijo Foucault, que había releído lo bastante a Nietzsche. De manera que cuando una fuerza política libera un espacio, otra lo ocupa; cuando una baja la otra sube, y si una queda segunda hay otra que queda primera, etcétera. Puede parecer obvio, pero es así y frecuentemente se olvida. Si usted es votante independentista y sigue la consigna de la CUP, no votar en las elecciones de este domingo, el independentismo concurrente a los comicios, es decir, el que representan DiL y ERC, pierde un voto; quizás, con muy mala suerte, hasta podría perder un escaño. Y, en todo caso, nadie lo gana, el no-voto, pero seguro que lo pierden los independentistas.

La CUP es muy libre –faltaría más– de no participar en las elecciones españolas. De hecho, tampoco participó en las elecciones catalanas, que son legalmente tan españolas como las otras, hasta el 2012. Y no le ha ido mal. De 3 diputados a 10, en las celebradas el pasado 27 de septiembre. Desde entonces, la CUP –faltaría más– ha seguido haciendo política. Básicamente, política de bloqueo. ¿El bloqueo a España? No, el bloqueo a los partidos independentistas, a los partidos de JxSí. Pese a haber ganado los comicios en una relación de fuerzas respecto a los cuperos de 62 a 10, éstos decidieron vetar al candidato de JxSí a la investidura, Artur Mas. Y ahí sigue la cosa a la espera de acontecimientos. Sin ir más lejos, el resultado de las elecciones españolas de este domingo en las que la CUP no participa y además invita a no participar. Y es muy libre de hacerlo –faltaría más–.

Si los votantes de la CUP siguen la consigna, abstenerse en el 20D, el independentismo puede perder su segundo plebiscito en tres meses y Colau o C's ganar en Catalunya
Ante el riesgo de desmovilización del electorado independentista, la ANC y Òmnium, las dos grandes plataformas del soberanismo civil, además de la Associació de Municipis per la Independència (AMI), estudian proponer a CDC y ERC un acto electoral conjunto, como reveló ayer Marta Lasalas en El Nacional, que rompe la equidistancia que mantuvieron en el 27S. Entonces, pidieron el voto para todos los independentistas, legitimando así las opciones de la CUP, pese a que las líderes de las entidades, Forcadell y Casals, se integraron como candidatas al frente de JxSí. Mucha gente en el soberanismo no entendió esa posición y se temieron lo peor, pese a la exitosa campaña de la lista unitaria CDC-ERC. La CUP se infló y el resultado es conocido.

Desde luego, los más de 330.000 votantes de la CUP en el 27S son muy libres de hacer lo que quieran con su papeleta –faltaría más–. Pero el independentismo/soberanismo va a tener (otro) serio problema este domingo si En Comú Podem, la lista cuya promotora, Ada Colau, defiende devolver la capitalidad a Madrid fraternalmente, o Ciutadans, lo relegan a la tercera o cuarta plaza. La partida está muy abierta. Y si los votantes de la CUP siguen la consigna, abstenerse en el 20D, el independentismo puede perder su segundo plebiscito en tres meses y Colau o C's ganar en Catalunya.  Y si también la siguen los de JxSí, ni les cuento. ¿Abstencionismo con trampa? No, relaciones de fuerzas.