El viaje esta semana del presidente chino, Xi Jinping, a Europa ha provocado una indisimulable conmoción en los medios económicos y diplomáticos no solo en el continente. Se ha entendido como una señal del gran cambio global que se ha producido como consecuencia del mayor peso del comercio, que en dos décadas ha pasado de representar el 40% hasta suponer hoy el 70% del PIB mundial, en buena parte debido a China.

Invitado por Francia, Italia y Mónaco, Xi ha podido tomar el pulso a una Europa en crisis abocada a una próxima convocatoria electoral. Si en París el líder chino podrá conocer en boca de Macron hasta dónde alcanza su objetivo de afirmar la preferencia europea de cara a los intercambios internacionales, el momento estrella de su periplo ha tenido lugar en la capital del viejo imperio romano.

"Hace más de dos mil años, la antigua Ruta de la Seda permitía la conexión entre la antigua China y la antigua Roma", dijo Xi, y ahora le toca a la nueva Ruta de la Seda lograr que continúe. "Se trata de crear un nuevo modelo de relaciones internacionales y su amistad se condensa en una sólida confianza estratégica", agregó.

El ministro de Finanzas italiano, Giovanni Tria, llevando las cosas al mundo de los negocios, respondió: "El plan multimillonario chino de infraestructuras es una oportunidad para nuestro país". 

Se prevé que el BRI chino, que abarca enlaces comerciales por tierra y por mar, moverá 2,5 billones de dólares en los próximos 10 años, lo que podría impulsar las exportaciones de productos made in Italy en momentos difíciles para la economía italiana, cuyo crecimiento solo alcanzará el 0,2% en 2019.

El "abrazo" de China se extenderá a planes e inversiones de infraestructuras, energía, aviación y telecomunicaciones. Pero donde se concentra el interés de ambas partes es en los dos grandes puertos italianos: Trieste y Génova.

El primero es capital: Trieste está abierto a Mediterráneo y facilitaría la apertura de una vía a las exportaciones hacia Austria, Europa del Este y la región de Baviera, más lo que vendría después. Sobre Génova ya hay varios acuerdos firmados. La región del Véneto se ha opuesto a ello por juzgar que se trata de un "caballo de Troya" para colonizar Italia y sus alrededores.

Luigi Di Maio, viceprimer ministro italiano, ha asegurado que "no se trata de un gran acuerdo político" y el primer ministro, Giuseppe Conte, ha dicho que se garantizará el control y la seguridad nacional a través de acciones preferentes sobre los activos.

La UE no se fía de estos acuerdos porque juzga a China como un "rival sistémico". De esta misma opinión es también el viceprimer ministro Salvini, quien advierte contra el riesgo de que "potencias extranjeras" influyan en la economía y la política de Italia.

China ya mantiene una presencia elevada en Grecia, Portugal y Hungría, países que no han logrado separar las cuestiones empresariales de los objetivos políticos.

Lo más paradójico de esta situación que gira sobre el poder chino, la última encuesta entre gestores globales que realiza Bank of America. Merrill Lynch revela que su mayor preocupación es el ritmo lento del crecimiento chino, que inquieta incluso más que la guerra comercial.   

El shock romano ha provocado que, al final, Macron haya alargado la duración de la visita china (programada entre el 22 y el 24 de marzo) hasta el próximo martes día 26, con el fin de que Xi se reúna también con Angela Merkel y Jean-Claude Juncker. Así, una minicumbre UE-China abordará los nuevos límites y oportunidades de las relaciones económicas y políticas entre ambas partes. Al igual que el Brexit, este partido exige prórrogas.