La reunión de ayer en Buenos Aires entre Trump y Xi Jinping terminó en una especie de transacción negociada, con el aplazamiento de una subida de los aranceles teniendo en cuenta "el panorama general" escasamente optimista de la economía global.

La cena entre los dos presidentes de la primera y la segunda economía mundial fue más una cumbre sobre el comercio que un encuentro privado —sin entrar en tecnicismos—, a pesar de que Trump resumió sus pretensiones en una sola frase, clara y contundente: "El único acuerdo sería que China abriera su país a la competencia de EE.UU.". El resto de los países que se busquen la vida...

Por parte estadounidense se sumó en el último momento al equipo negociador el halcón Peter Navarro, aun cuando su presencia había quedado descartada para no enviar una señal negativa. Al otro lado de la mesa, junto al presidente Xi se sentaron el estratega jefe Liu He, junto con Zhong Shan, ministro de Comercio, y Yi Gang, gobernador del banco central chino.

Había por parte norteamericana más de 150 demandas, centradas en el robo de la propiedad intelectual, las transferencias tecnológicas que Pekín exige a las empresas que quieren entrar en el mercado interior o las subvenciones a las empresas públicas, que al final se traducen en sobreproducción que se vierte al exterior y distorsiona los mercados, como en el caso del acero.

Coincidiendo con el planteamiento de esta cuestión, el conjunto de los países del G-20 acordaron una reforma de la OMC por juzgar que en buena parte ha quedado desfasada.

De hecho, el momento en que se ha celebrado el encuentro no era favorable a China, puesto que su economía, especialmente en el sector de las manufacturas, está al borde de la recesión, y una continuación y ampliación de la guerra comercial le resultaría muy perjudicial. Un documento de estrategia de la influyente Federación de la Industria Alemana (BDI) ha pedido a las empresas que reduzcan su dependencia del mercado chino. Empieza a verse peligroso operar en Asia al estar atrapada entre Washington y Pekín, lo que puede dar a una interrupción de la cadena de suministro regional.

El fin o la continuación de la guerra comercial va a necesitar más asaltos para saber quién será el vencedor, porque trabajar juntos se ve imposible.