En plena polvareda levantada por el escándalo Facebook, su creador, Mark Zuckerberg, hizo una declaración histórica para el conjunto de esta industria. "La siguiente puesta al día que haremos en 2018 no solo se enfocará en hacer Facebook más divertido". La red social, que había nacido como un nuevo tipo de rebeldía social, abandona así su etapa naíf y su dimensión utópica. Como diría Bob Dylan, "los tiempos están cambiando". Y esta vez, contra los chicos de California.

Todo comenzó el pasado fin de semana, cuando se desveló que la empresa de datos Cambridge Analytica, ligada al Partido Republicano americano, había tenido acceso en 2014 a datos de 50 millones de usuarios recopilados por Facebook, lo que supondría una clara violación de confidencialidad de la compañía. Los datos recogidos habrían permitido elaborar un lógico capaz de predecir el voto de los electores.

Este caso empaña un poco más a esta red social, que cuenta más de 2 millardos de utilizadores en todo el mundo y cuya credibilidad está ya puesta en cuestión por la difusión fake news (noticias falsas). Su valor ha sufrido por el último affaire un duro castigo en Wall Street. El mismo lunes pasado, el título perdió cerca de 30.000 millones de dólares en la Bolsa de Nueva York tras retroceder el 7,71%.

Este varapalo no fue el único punto negro en la agenda tecnológica. Un automóvil peligrosamente autónomo, aunque con conductor, causó la muerte a una peatona de 49 años que cruzaba la vía andando por un lugar indebido en Tempe, un suburbio del estado de Phoenix. Sobre la escala en este tipo de vehículos desde uno (conducción asistida) a cinco (automatización total), el automóvil iba en el nivel tres, lo que significa que el conductor no es necesario. ¿La reacción del coche fue menos rápida de lo debido? La investigación abierta lo determinará.

Erik Brynjolfsson, el economista más valorado en Silicon Valley, llegó a reconocer que la nueva revolución industrial tardará un siglo en completarse

No solo son las personas, las víctimas directas de las nuevas innovaciones. "Las nuevas tecnologías pueden tener algunos efectos secundarios negativos que socavan la productividad y el crecimiento económico", según el experto Jeffrey Frankel.

En primer lugar, advierte Frankel, exige a los trabajadores aprender nuevas habilidades y cambiar su comportamiento, lo que perturba su actividad. Además, la multitud de correos electrónicos recibidos que no son trabajo, las redes sociales, los vídeos, internet y los videojuegos pueden distraer fácilmente a los empleados. Y eso sin sumar los spam, virus, ataques cibernéticos y otras infracciones de seguridad.

Por ellos, los economistas son más escépticos que los tecnólogos. Los primeros no han dado una gran importancia a los avances de la inteligencia artificial. Hasta que las empresas reimaginen los procesos productivos para explotar los nuevos inventos puede pasar mucho tiempo, dicen.

Erik Brynjolfsson, el economista más valorado en Silicon Valley, llegó a reconocer que la nueva revolución industrial tardará un siglo en completarse. Ante este panorama parsimonioso, los que parecen tener más prisa son los chinos. Para 2049, el líder chino Xi Jinping quiere hacer de Pequín la capital del mundo. La política a veces parece tener más prisa que el dinero y los negocios. Veremos quién gana.