La forma de razonar de los políticos nos indica a merced de qué psicologías devastadas estamos todos. Salvador Illa -impulsor de la castellanización integral de los escolares catalanes y de su asimilación cultural-, acaba de decir que no, que el gobierno de España no espía, que el gobierno de España dialoga. Muy bien. Establece una disyuntiva. Nos asegura que hace una cosa y no otra. Pero es que todo el mundo sabe a ciencia cierta que el diálogo, la mesa de diálogo, las sillas de la mesa de diálogo, los vasos de agua de la mesa de diálogo, el agua de la Fuencisla de la mesa de diálogo, todas las cosas también saben a ciencia cierta que el diálogo no existe, que no lo hay, y que por eso no se quieren reunir más. Seguramente nunca más. Que el gobierno de Pedro Farsánchez no dialoga. Por tanto, siguiendo la lógica binaria del filósofo Salvador Illa, entonces el gobierno de España lo que está haciendo es espiar. Lo que ya sabíamos, cosa que sabe todo el mundo después de ver cómo funciona la clase política, los Villarejos y compañía, al menos desde tiempos de Narcís Serra, señor de tantos secretos y gobernador de tantos silencios. De este sí que no escribirán una biografía. Madrid es una ciudad de espías y no se distraigan. También les pagan ustedes.

Salvador Illa ha dicho otra frase brillante. Que él cree en la palabra del gobierno español. Que él ha estado en el gobierno y que sabe cómo van las cosas. Él sabe cómo son los coches por debajo, él sabe cómo funciona la red de las tuberías del gas. Es decir, como prueba de lo que dice no aporta ningún elemento objetivo, ninguna información nueva, ningún recurso deductivo de la lógica. Lo que hace, como en la mejor muestra del nacionalcatolicismo, siguiendo la vieja tradición de la política española en la cual los juramentos han sido y son moneda de curso legal, nos ofrece y al mismo tiempo nos exige un acto de fe. Nos pide que creamos en su palabra, en su modo de ver el mundo. O que simula que es su mundo. Y nos propone, esto es formidable, que creamos en lo que hace y en lo que no hace el gobierno de España con la misma alegría, con la misma inocencia aparente con la que él se lo cree. Con la misma falta de responsabilidad y de espíritu crítico con la que él cree en el gobierno de España, nos propone que creamos todos los demás, queridos hermanos, como si la fe, la confianza, la creencia fuera un valor democrático y no el fundamento, discutido y discutible, de religiones y sectas, al menos desde Voltaire y la Revolución francesa hasta nuestros días. Salvador Illa / Isla quiere que creamos que el gobierno de España no espía porque él ha estado allí. Es cojonudo. Porque, de hecho, el señor Isla /Isla nos está diciendo entonces, que si fuera el caso, que si el gobierno de España espiara y él, efectivamente, lo hubiera visto, ahora saldría y diría, mirad chicos, esto es así y así. Nos quiere hacer creer que Isla el valiente, Isla el independiente, Isla el insobornable, precisamente él, que es todo lo que es en la vida gracias a su partido, a ser un gris apparachik del partido, un pésimo gestor del dinero de los otros, que él si hubiera visto que el gobierno de España espiaba, ¿ahora saldría a decírnoslo, que tendría el valor de decirlo? Esto ya no es fe, es otra cosa.

Por último, ha salido el gran Oriol Junqueras a exhibir su particular aportación a la ceremonia de la confusión y ha dicho que podría ser que el gobierno español también fuera víctima del espionaje. Como si el PSOE no fuera, mucho más que el PP y que ningún otro partido españolista de 1977, el partido del régimen, el partido sistémico, el partido de los partidos. Que podemos suponer que ellos, los del PSOE, son tan víctimas como él mismo. De ahí que después de escenificar un cabreo monumental con Carles Puigdemont y Carles Riera haya decidido que mantiene el apoyo parlamentario al PSOE. Porque Junqueras tiene demasiados compromisos con el PSOE para dejarlo sin mayoría parlamentaria. Lo mismo podemos decir de Junts. No rompe ni romperá con ERC porque tiene demasiados compromisos y muchas familias dependen de estos acuerdos. Y por todo ello no pasará nada, como sabe todo el mundo y se irá confirmando los próximos días. Por eso, algunos, pocos, muchos, algunos, no sé, no volveremos a votarles nunca más.