Josep Maria Cullell, quien fue conseller principal de los gobiernos de Jordi Pujol cuando todo era fantástico y bonito y pensábamos todo lo contrario, me ha escrito para reprocharme que sólo destacamos la parte negativa de la tragedia del coronavirus y especialmente me critica que mis últimos artículos suelen anunciar un caos apocalíptico, cuando hay ejemplos muy cercanos que permiten mantener la esperanza de que vamos hacia un mundo mejor. Soy de los partidarios de combinar el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad, en el sentido que —debo reconocerlo— la idea del caos la encuentro fascinante porque permite vislumbrar cambios que hasta ahora nos parecían imposibles. Ya lo decía Marx que los proletarios nunca tienen nada que perder y todo un mundo por ganar.

Pero, ciertamente, mientras la Revolución no llega, hay gente que no se conforma con refunfuñar sentada y esperar, sino que demuestra un coraje y una capacidad de sacrificio que te lleva a pensar que no todo está perdido. Que no siempre tienen que ganar los malos y que quizá la lección del Covid-19 es que la fraternidad universal puede salvarnos. Nunca se había visto un avión ruso y otro chino aterrizando en el aeropuerto John F. Kennedy cargados con el material sanitario que necesita y no tiene la ciudad de Nueva York.

Ciertamente, sin ir tan lejos, también hay historias que vale la pena dar a conocer para alimentar la esperanza y para contribuir a extenderla. Cullell me ponía el ejemplo de la residencia Gènesis de Terrassa. El pasado 22 de marzo, viendo que la pandemia cada vez se estaba extendiendo más y que la mayor parte de las víctimas eran personas de edad avanzada, las trabajadoras tomaron la decisión de confinarse con la veintena de ancianos que ahí viven. La decisión surgió de la plantilla. Desde entonces, las siete empleadas de la instalación viven con los usuarios. La iniciativa ha sido un éxito porque hasta ahora "ninguna persona ha presentado síntomas".

Ciertamente, mientras la Revolución no llega, hay gente que no se conforma con refunfuñar, sino que demuestra coraje y sacrificio y hace renacer la esperanza de que no todo está perdido y que quizá la lección del Covid-19 sea que finalmente la fraternidad universal nos salvará

En La Garriga, más de cien personas voluntarias y varias empresas locales han puesto en marcha una iniciativa para confeccionar mascarillas para las residencias de ancianos y batas para el personal del Hospital de Granollers. Ya se han repartido 6.000 paquetes de material. Las mascarillas, pese a no ser profesionales, se hacen siguiendo las recomendaciones de profesionales de la salud y las pruebas de esterilización se realizan en clínicas dentales del pueblo. En la iniciativa participan modistas, costureras, comerciantes, personal sanitario, empresas locales y vecinas y vecinos que se han volcado hasta el punto de que el Ayuntamiento ha tenido que pedir paciencia porque no hay suficiente material para emplear a tantos voluntarios que se han querido incorporar.

Si todo el mundo hiciera lo que puede, el mundo sería otro. Lo decía también Marx que de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades 

Como hemos visto, las posibilidades de los científicos son inmensas, pero algunas también requerirán sobre todo a partir de ahora la participación voluntaria y solidaria de la gente. En adelante no será suficiente en dar sangre de vez en cuando. El Dr. Guillem López Casasnovas me informa de la existencia de Salus Coop, una cooperativa ciudadana de datos para la investigación en salud sin ánimo de lucro fundada en Barcelona por un grupo de ciudadanos en septiembre de 2017. El Covid-19 ha mostrado a toda la ciudadanía la necesidad de utilizar los datos colectivos primero para el control de la epidemia y próximamente para la gestión del proceso de desconfinamiento progresivo. Esta cooperativa barcelonesa ha diseñado la licencia "Salus Common Good" que permite la donación de datos para la búsqueda en función de cinco condiciones: "Que los datos sólo se utilicen en la investigación en salud, por parte de instituciones sin ánimo de lucro, que compartan en abierto el resultado de su investigación, anonimizando los datos al máximo nivel posible y hasta que el ciudadano dando en retire el permiso".

Salus Coop ha hecho un llamamiento a las autoridades sanitarias para que "desarrollen licencias de uso y arquitecturas tecnológicas que incentiven la participación ciudadana en la donación voluntaria de datos complementarios, limiten los abusos en el uso y extensión temporal de datos obtenidos en estado de alarma, y logren la complicidad ciudadana para la donación de datos para la búsqueda a medio plazo".

"¿Ves como hay muy buena gente? Esta es mi esperanza en un mundo mejor", concluía Cullell en su escrito de protesta. En esta ocasión no seré yo quien le quite la razón. La lástima es que la buena gente no suele tener ambición política.