Ha vuelto la vieja táctica de la cagadita política. Tan antigua como efectiva. Con una relación calidad-precio insuperable. Es una acción barata, fácil de organizar y no te tienes que preparar nada. No tienes que decir nada, ni proponer nada, ni manifestar ninguna idea. Eres tú y cuatro más haciendo una cosa tan sencilla como caminar durante unos metros. Y cuando digo "cuatro" es literal. Sólo hay que ir donde sabes que no te vota a nadie, y por lo tanto generas un gran rechazo, provocar un rato a la gente que circula, que tus equipos de propaganda graven las imágenes correspondientes, y ya tienes el día hecho. Y como la cosa siempre funciona, la receta se va repitiendo.

Hoy ha tocado Donosti. Los simpáticos chicos (y simpáticas chicas) de VOX han decidido ir a una ciudad donde en las últimas elecciones municipales consiguieron 1.238 votos de un total de 96.618 y, claro, cero concejales. Como en todo Euskadi, donde presentó listas en 20 pueblos y la media de votos no llegó al 1%. Y con el caso significativo de Amurrio, donde obtuvieron 60 de los 5.836 votos emitidos. Por cierto, Amurrio es el pueblo natal de Santiago Abascal, con lo cual es evidente que triunfó entre los primitos y poca cosa más.

La cagadita no tendría más interés si no fuera porque muestra un movimiento sorprendente. La estrategia de VOX es provocar. VOX necesita tener siempre en el fuego una inmensa olla con caldo populista listo para servir a sus clientes potenciales que, en los momentos de grave crisis, necesitan creer que alguien tiene soluciones imposibles a los problemas más complejos. Pero para que el caldo tenga siempre sabor, hay que ir tirándole permanentemente substancia en forma de gritos, ruido, despropósitos, mala educación, inventos diversos, ataques personales basados en un inmenso fraude a la inteligencia, mentiras y manipulaciones a raudales. Porque mientras el caldo tenga sabor, no faltarán clientes que irán a probarlo. Pero si aquello acaba convertido en simple agua caliente, adiós caldo y, en consecuencia, adiós clientes.

No hace mucho, antes del último cambio de estrategia, Ciudadanos era el rey de la cagadita. El tiempo nos demostró que aquello era debilidad. Cuando detectaron síntomas de crisi electoral, optaron por ir repartiendo cagaditas. En Errenteria o en Amer, pueblo natal de Carles Puigdemont. Y no se salieron con la suya. Pero nos enseñaron que el rey Rivera iba desnudo antes de que se quitara toda la ropa. Nuevamente. Como en su famosa foto de debut.

Si hoy, primer día con libertad absoluta de movimientos post estado de alarma, VOX ha decidido ir a colocar su cagadita precisamente en la capital de Gipuzkoa, pero no con un mensaje relacionado con el coronavirus sino de nacionalismo español, quiere decir que aquí hay un dedo que nos señala alguna cosa. ¿Cuál? Yo como no entiendo, no lo sé. Pero quizás la estrategia del VOX post-crisis no irá de criticar la gestión de la pandemia, que es el pasado, sino de aprovechar la grave crisis económica que sufrirá un país que vive, básicamente, de fabricar coches que ahora no se venden y de un turismo que ya no vendrá como venía. Y si lo hace como lo está haciendo es porque, quizás, las cosas no le van como esperaban y el caldo le empieza a quedar aguado. Quizás. Y eso forzará al PP a cayetanitzarse todavía más. Quizás. Y Pedro Sánchez encantado porque le queda todo el espacio de centro para él solito.