En la sociedad precaria tú tienes todas las obligaciones y a cambio recibes un servicio muy deficiente donde, además, eres el culpable. El trato de los bancos a las personas mayores es el último ejemplo. Una absoluta falta de respeto hacia los clientes a quien, se supone, debes ofrecerle un servicio. Que por eso pagan y, de paso, te hacen rico. Ya no es sólo que cada vez hay más pueblos sin ninguna oficina y que si quieres tener dinero en efectivo te toca hacer no-se-cuántos kilómetros en coche, cosa que quiere decir tener un vehículo y poder conducirlo, sino la realidad de las oficinas que todavía existen.

Gente con edad de no poder estar mucho rato de pie, están en una cola en medio de la calle, haga frío o calor, llueva o nieve, porque no saben gestionar la modernidad. Y están en su derecho de no saberlo. Oigan, yo no estoy obligado a tener un cierto tipo de teléfono y a aprender a hacer funcionar una APP por su comodidad y porque usted ha decidido tener una determinada estructura empresarial. Pero es que el cliente soy yo. Sí, ya sé que si no me gusta la puerta es muy grande, pero es que resulta que si tengo 85 años y cobro una pensión y pago un alquiler y unos suministros, tengo que tener una cuenta. Y también sé que yo no le intereso como cliente, pero entonces, ¿qué hago? ¿Me suicido y así dejo de molestarlos a usted, a la administración y al futuro?

Pero si en vez de 85 años tengo 43, la cosa también tiene momentos sensacionales. Según a qué horas no hacen según qué gestiones. Yo tengo que hacer el horario que quieren ellos. "No, es que para tramitar los flomdoros del canderos sólo es de 9 a 10.01 los jueves que caen en días pares. Y todo lo relacionado con el llimdorcans plorca son el tercer viernes de mes de 8.12 a 8.13 y mientras el cliente hace la vertical puente con doble tirabuzón. Eso sí, mientras usted se lo hace todo, nosotros le cobramos por el mantenimiento de la cuenta, por las transferencias, por la tarjeta, por respirar...". Porque es que si tengo una cuenta no es por gusto sino porque unos y otros me obligan. ¿Entonces, por qué me maltratan y me humillan? Si no les gusto, denme la posibilidad de una vida sin bancos. Yo encantado.

Otra. Las empresas de servicios de las cuales somos clientes disponen de todos nuestros datos y, a través de las aplicaciones de servicio, saben todos nuestros usos, pero cuando nosotros nos tenemos que poner en contacto con ellos, el calvario telefónico es tan pesado como inexplicable. Y ya que hablamos de teléfonos, ¿qué la desidia existente por parte de la administración a la hora de impedir que un montón de empresas puedan llamarnos sin descanso para molestar y molestar y molestar muchas veces y disponiendo de datos nuestros que no deberían tener? ¿Por qué saben mi nombre y asociado a mi teléfono? ¿Por qué mucha gente explica que estas empresas que no sabes quien son realmente tienen tu dirección y datos de consumo de electricidad, por ejemplo?

Una administración, por cierto, a la que cuando tienes que facturarle algún trabajo de mierda, tienes que pasar por una serie de trámites tan complicados, incomprensibles y desesperantes que cuándo te llaman, lo mejor es agradecerles el detalle y abrazarlos muy fuerte pero decirles que se busquen a otro. Ah, y después están las plataformas digitales privadas que tienes que utilizar para poder presentar facturas públicas y que no se por que narices tienen que tener la información sobre qué cobras, de quien y por qué.

Ah, y si te quejas a tu ayuntamiento por alguna cosa, la respuesta y los trámites derivados tienes que hacerlos por unos sistemas que son de todo menos prácticos y donde, como en muchas otras maneras de relacionarte con la administración, no hay ninguna casilla del maldito formulario que admita tu caso. Y en el apartado de "varios" no hay suficiente espacio para explicarte. Y si hablamos de Hacienda, ellos mandan y tú obedeces con sus reglas y sus plazos y peleándote con máquinas que no entienden de razones humanas.

La gasolina te la pones tú y en los supermercados cada vez hay más cajas donde tú te cobras, cosa que quiere decir menos puestos de trabajo disfrazados de comodidad y rapidez, pero el precio que pagas por los productos es el mismo. Y la relación con los médicos es virtual y cuando consigues ver a uno, realmente no lo ves porque todo el rato está detrás de la pantalla del ordenador tecleando y tecleando.

En la sociedad precaria pronto dejaremos de tratar con personas y a quien no sepa hacer funcionar un sistema decidido por "ellos" y que funciona con sus reglas, quedará excluido. Y, además, será señalado. Por no querer formar parte del nuevo mundo.