Después de la primera parte de ayer, hoy volvemos con la pregunta: ¿Están seguros de que todo irá bien? A la cual le podemos añadir un pequeño desarrollo del tipo "todo es muy complicado y la situación es única en la historia, ¿pero podría ser que en general improvisemos excesivamente?".

Cuando servidor de usted va al mecánico, no se le ocurre discutirle al experto si hay que cambiar o no no-sé-qué pieza de la suspensión de la rueda posterior derecha o si hay que inyectarle no-sé-qué gas al aire acondicionado. Ahora bien, si me ponen un volante cuadrado, yo seguiré sin tener ni idea de mecánica pero no podré evitar que la cosa me chirríe. Pues mire, con eso de las mascarillas me sucede igual. Tengo la sensación (toda ella muy cuñada, lo reconozco) que me han colocado un volante cuadrado y que si la decisión de hoy la hubieran tomado hace 15 días, el brote de Lleida habría existido igual. Porque el problema no lo ha causado el uso o no de mascarillas, y son precisamente las mascarillas las que nos enmascaran el debate sobre qué ha pasado y por qué. Dicho esto, ya teníamos volante. O sea, ya nos poníamos la mascarilla. Y ahora nos la seguiremos poniendo.

Pero este servidor que de vez en cuando va al mecánico realmente quería háblale de fluidos y de la ciudad de BCN. ¿Ha paseado por el centro? Parece un pueblo de costa en enero. No hay gente, un montón de restaurantes y tiendas están cerrados y en los lugares que quedan abiertos, encuentras mesa sin problema. E incluso te tratan como una personita.

No es muy difícil retratar qué ha sucedido. Según datos del pasado mes de enero (dos meses antes de esta nueva normalidad que va por la cornisa), por la capital catalana circulaba una media de diaria de 154.461 turistas. Por lo tanto, fiiiiiuuu, de repente ha desaparecido un fluido de 150 mil personas que durante 365 días al año han ocupado el espacio desplazando el fluido local. A todos los niveles. Por KO. A nadie de BCN se le ocurría ir a pasear por la Rambla, porque no era su ciudad, sino la de los 150 mil guiris que al día siguiente eran relevados por 150 mil más. Y así cada día.

Y ahora pretenden que, pam, en cuatro días el fluido local vuelva a ocupar el espacio que ha dejado vacío el fluido visitante. Muy bien, ¿pero para hacer qué? Si ha quedado todo arrasado. Si sólo quedan cuatro pobres indios resistiendo en la reserva, olvidados todos estos años por todo el mundo, y a quien ahora todo el mundo se les abraza, pero sin sacarles los puñales que les han estado clavando durante todo este tiempo.

Locales y pisos por los cuales antes de los 150 mil guiris diarios se pagaban X euros de alquiler se convirtieron en minas de oro y los propietarios se han acostumbrado a ganar X+1000 con los pisos turísticos. Los legales y los que no lo eran. O directamente vendieron aprovechando la burbuja. Y el fluido local se tuvo que ir. Expulsado. Negocios y personas. Las personas han acabado, muchas, viviendo en la segunda corona del área metropolitana y el espacio comercial se ha llenado de tiendas impersonales de productos prescindibles y de establecimientos de comida que directamente estafaban a los clientes. Por calidad, por precio y por trato. Y además ha llegado el teletrabajo. Para quedarse, como dijo el poeta. Por lo tanto, si en el centro no vive gente, no hay tiendas que ofrezcan un valor añadido o una singularidad y no vas a trabajar, ¿qué narices tienes que ir a hacer al centro?

Y después están los otros centros, donde en vez de guiris hay oficinas. El propietario de un restaurante de la zona de Francesc Macià me decía que al mediodía ha notado una bajada de clientela de entre un 30 y un 40%. En cambio, para cenar ha mejorado. Es gente del barrio que ahora sale a cenar por allí en vez de marcharse a otras partes. Por seguridad o por pereza, pero hoy por hoy los hábitos son otros.

Cerca de allí, en el centro de Les Corts, zona sobre todo de viviendas y con un cierto ambiente como de pueblo, las cosas van diferente. Una amiga que vive allí de toda la vida y le encanta reparar y restaurar muebles me explica que está desbordada. Mucha gente que se ha quedado sin trabajo, todavía no ha cobrado el ERTE o le han reducido la jornada, se está marchando del barrio porque no puede pagar el precio de los alquileres que los propietarios se niegan a rebajar. Y como van a pisos más pequeños o a casa de los padres, dejan parte de los muebles en cualquier lugar. Y ella los recoge y les da una nueva vida. Aquí el fluido desaparece y tras de sí deja vacío. Sería interesante saber por qué un propietario prefiere tener el piso vacío antes que ponerle un precio razonable, de antes que los barceloneses se creyeran que la especulación no tiene final y que el movimiento del fluido guiri es como un molino que siempre genera billetes.

Total, que sí, que muy bien todo. Y eso que ahora es cuando tendríamos que ir razonablemente psssse porque el brote fuerte de los virus y el porrazo económico eran a partir de octubre, cuando dicen que sí que iremos plooooofff. El consuelo es que expertos diversos y economistas variados no son un gran ejemplo de fiabilidad en el pronóstico y quizás lleguemos a Navidad de una manera fluida.