¡Qué espectáculo! Lamentable. Desmoralizador. Deprimente. Pero sobre todo triste. Muy triste.

Naturalmente hablo de lo que ha sucedido este miércoles en el Congreso de los Diputados durante el debate sobre Catalunya. Y lo llamo debate porque soy un tipo muy optimista. Me miraba aquello y el concepto que me venía a la cabeza una y otra, vez como si fuera una indigestión aguda de pimiento y pepino, era el de miseria humana.

Los políticos tendrían que servir para solucionar problemas. Cuando los políticos no sólo los crean conscientemente sino que los alimentan para que se engorden, estamos ante una derrota de la sociedad. Por goleada. Y sin partido de vuelta.

En el mercado de la decencia moral, ¿cuántos votos vale traspasar todos los límites conocidos? ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar algunos para ganar, o para dejar de perder, unos cuantos votos? ¿El poder lo justifica todo? ¿Y si consigues el poder a base de usar la miseria moral más indigna y con actitudes despreciables para un ser humano normal, después puedes dormir? ¿Puedes dar un beso a tus hijos sin ningún remordimiento por hacerles vivir en el mundo de mierda que tú has ayudado a crear?

"No hombre, esto sólo es política. No es nada personal", se justifican algunos en privado. No mire, aquí se ha entrado hasta la cocina de lo que es lo personal. Y se han pisado todas las líneas rojas. Habidas y por haber. Crispar, dividir, mentir, difamar, exagerar, inventar y lanzar gasolina al fuego que previamente has encendido tú mismo es demasiado inmoral como para tener que soportarlo sin decir nada.

Hoy en el Congreso han hablado de muertos como quien habla de ir a pasear el perro. Desvergonzadamente. Desacomplejadamente. Con la mirada puesta en la máquina de contar votos. En una carrera a toda velocidad a ver quién llega antes al estercolero. Pero ya veníamos de un despertar que ha sido como una ducha de ácido sulfúrico. Un individuo que, en principio, no es ningún inadaptado social, tiene estudios y ha llegado a vocal del Consejo General de Poder Judicial, un tal José María Macías Castaño, ha publicado este artículo en el diario El Español:

Muerte

¿Resumen de la cosa? "A estas alturas, doy ya por hecho que en un momento u otro pasará alguna cosa irreparable. Es una simple cuestión de ocasión y probabilidad, y de ocasiones se están dando cada vez más (...) Tampoco dudo de que lo irreparable, el primer muerto, será útil para alguien, o al menos eso pretenderá este alguien".

Es el mismo día que se ha hecho viral una cosa que ha excretado El Roto en El País:

eructo

El País, el diario que el domingo publicaba un editorial donde, de entre otras barbaridades, se hacía esta afirmación:

PARAMILITAR

Miren, señores Casado, Rivera, Macías, Roto, editorialista de El País y palmeros diversos, sólo una cosita. El fantástico Estado constitucional que ustedes defienden por encima de la ley tiene un GAL. Y un Batallón Vasco Español. Y el asesinato de Atocha. Y el de El Papus. Y Mariano Sánchez publicó un libro titulado La Transición Sangrienta (ed Península), donde documenta que entre 1975 y 1983 en España hubo 188 asesinatos fruto de lo que él llama "violencia política de origen institucional". ¡CIENTO OCHENTA Y OCHO!

Por lo tanto, lecciones sobre muertos y sobre quienes los asesina, ni una.