A pesar de todo, tenemos una buena fe que no nos la acabamos. Nos hemos ido creyendo, sucesivamente, que esto del coronavirus era como una gripe, que era estacional y que este verano naaaada, que ya habría desaparecido para siempre, que las mascarillas no servían para nada, que los guantes eran fundamentales, que sin estado de alarma no había ERTE...

Y si hemos aprendido tres cosas en estos cinco meses han sido: 1/ no creernos nada de lo que nos dicen, porque lo que hoy es blanco mañana es una rueda de tractor lila, 2/ que a la hora de la previsión y de adivinar qué puede pasar, en general, aciertan más los que trabajan con datos que los que trabajan con virus y 3/ los que nos mandan no tienen ni la más remota idea de lo que pasará y van improvisando a medida que van sucediendo las cosas. Y eso último no es ninguna crítica sino una realidad que estaría bien empezar a asumir. Sobre todo ellos. Salir y decir: Miren, cuando pase lo que tenga que pasar, ya nos lo encontraremos. Y entonces les diremos qué tienen que hacer. Confíen en nosotros porque tomaremos las decisiones que creamos más coherentes en cada momento".

Pero no, seguimos instalados en un "ahora hacemos A y ahora hacemos Z sin argumentarlo, lo explicamos a medias, lo ponemos en práctica una semana después y no exactamente como habíamos dicho y de esta manera la gente va totalmente perdida". Y es así como nos encontramos que hoy por hoy no tenemos claro si podemos ir a la barra de los bares o no, qué distancia tenemos que mantener en los transportes públicos, no sabemos si los cines están abiertos y hemos descubierto que han decidido cerrar los prostíbulos, cosa que quiere decir que estaban abiertos, mientras las discotecas estaban cerradas.

(Ah, y una pregunta que voy haciendo pero nadie me sabe contestar: ¿por qué en Italia, que en marzo estaba igual de mal que nosotros, ya no hay virus? ¿Qué ha pasado? ¿Y, sobre todo, qué está pasando? O ¿no es cierto que allí no haya virus?)

Y con este panorama se acerca la apertura de las escuelas. Ay, ay, ay... No quisiéramos, eh, pero lo estamos viendo venir. De cara. Nos olemos que esto irá por mal camino. ¿Por qué? Por la experiencia que hemos adquirido en el tema "ay, ay, ay" y por lo que está sucediendo hoy mismo en otros países con menos incidencia del virus que aquí y donde ya han empezado el curso. Avisaba en su cuenta de twitter el doctor en Genética Molecular y Fisiología Humana Salvador Macip, quien actualmente realiza investigación oncológica en la universidad de Leicester (UK): "Brotes en el 5% de las escuelas alemanas dos semanas después de la reapertura. Preparémonos seriamente para reducir al máximo este porcentaje, porque es muy posible que pase lo mismo y no sabemos qué impacto tiene eso en la población general". Y también avisaba Josep Sala i Cullell, profesor en un instituto de Trondheim, en el centro de Noruega:

"Resumen de la primera semana de clase en un instituto de Noruega en alerta amarilla por la pandemia: VAMOS A PRINGAR TODOS.

La famosa distancia es imposible. En los espacios comunes y en los pasillos los alumnos se amontonan mientras esperan para entrar en clase, y somos demasiada gente (1000 alumnos y unos 300 adultos) en un edificio que tampoco es muy grande. Hacemos rituales como limpiar las mesas al final de cada clase, pero sabemos que el virus se transmite por el aire, y la ventilación es limitada (...) Mi apuesta: el gobierno intentará mantener la primaria abierta hasta que pueda, pero la secundaria la acabaremos haciendo desde casa, quizás de manera intermitente. Y así hasta que no llegue la vacuna.

Para los padres catalanes: decir que no pasa nada si las escuelas abren es mentira. Habrá muchos más casos, aquí llevamos una semana y ya lo estamos viviendo, y en un país donde la situación está mucho más controlada, hemos tenido poquísimos muertos, el rastreo funciona y sobre todo tenemos dinero. Pero por otra parte la escuela es una institución imprescindible, y por lo tanto no sé qué deciros. Ahora sólo esperar que no me toque a mí, a uno de los alumnos (o a sus familiares en riesgo), a las compañeras maestras... Seguiremos informando".

O sea, exigir soluciones hoy es como pedirle coherencia a Miguel Bosé. Usted y yo tenemos la certeza de que sucederán cosas y que no serán buenas, pero no sabemos cuáles. Y "ellos", tampoco lo saben. Ahora bien, propuestas como las del sindicato USTEC, pidiendo la contratación de 44.500 docentes "para volver a las aulas con las medidas de seguridad necesarias contra el coronavirus", demuestra que algunos continúan de vacaciones, si han dejado de estar alguna vez. ¿De dónde los sacamos y cómo los pagamos? No, hasta por saberlo...

Y con respecto a los "ellos" que citaba unas líneas más arriba, hay cosas que no hacen falta. Mientras el president Torra habla de una "operación septiembre" para garantizar el inicio del curso escolar, el presidente Pedro Sánchez estudia plantear retrasar el inicio del curso. La A i la Z.

Tenemos suerte que el virus no tiene cerebro, porque si llegara a pensar, nos destrozaría. Y con una sola mano. Todavía más.