Hay un tipo de noticias que no nos gustan. Nada. Porque nos estropean la imagen de felicidad que intentamos transmitir en las fotos que colgamos en nuestra cuenta de instagram. Necesitamos mostrarle al mundo que tenemos una vida alegre y disfrutamos de una felicidad desatada. Y, oiga, la realidad es demasiado molesta como para ser tenida en cuenta. Por lo tanto, enterrémosla bajo el silencio y el hacer ver qué no ha sucedido lo que ha sucedido. Es lo que hemos hecho con las muertes que hubo en las residencias durante la primera ola de COVID. Las personas mayores cayeron como moscas, pero la sociedad decidió hacer ver que no sabíamos qué pasó. Sin decírnoslo entre nosotros, pero todos giramos la cabeza. Y allí continúa. Girada.

Hay clamores populares bastante mayoritarios preguntándose por todo lo que nos han hecho hacer sin ninguna razón ni motivo (llevar guantes, rociar las superficies, desinfectar calles y edificios, las mascarillas por la calle...) y tenemos minorías tan ruidosas como fanáticas abogando para que se averigüen "cosas" (con aquella mítica frase de "usted que es periodista, investigue", expresada después de afirmar que los extraterrestres están a punto de llegar en tranvía y usando la T-Movilidad). Pero del tema de las muertes en las residencias... cri, cri, cri... sólo se oyen grillos. Definitivamente nos incomoda.

Pero hay partido. Sí, dos años después, pero la pelota empieza a correr. Y de momento el resultado es Silencio, 0; Investigación Judicial, 2. Con goles en Palau Solità i Plegamans y Tremp. En las residencias Palau y Fiella, respectivamente. En el primer caso, un centro privado donde murieron el 30% de los residentes, el juzgado número 4 de Sabadell ya dispone del informe de la Fiscalía basado en las investigaciones de los Mossos y los próximos días sabremos qué decide. El segundo es más sangrante porque murieron 64 de los 142 residentes y dependía del obispado de l'Urgell. Y aquí sí que la jueza ya ha abierto diligencias, también tras la documentación aportada por la Fiscalía después de un año de investigación de los Mossos. Son contra la directora del centro y la responsable de higiene sanitaria por los presuntos delitos de homicidio imprudente, vejación injusta y contra la seguridad de los trabajadores.

Del caso Fiella ya he hablado alguna otra vez. El 11 diciembre del 2020, cuando todavía teníamos poca información, y tres días después, cuando empezábamos a saber ya alguna cosa más, teníamos más sospechas que noticias y más dudas que transparencia comunicativa. Sobre todo porque el señor Josep Maria Mauri, vicario general de la diócesis de Urgell, miembro del patronato de la Fundación Fiella y actuando como portavoz del Obispado, mantuvo entonces una particular relación con la realidad para sacudirse a los muertos de encima. Como puede imaginar, no tengo ni idea de lo que sucedió en Tremp y será la justicia quien determine si hay responsabilidades penales. Pero, ¿y las responsabilidades "mediáticas"? ¿Salir públicamente con el ventilador de la culpa quedará impune, verdad?

La vida es dura y a veces te toca hacer el papel de defender lo indefendible, pero cuando te otorgas el control de la moral y la espiritualidad de la comunidad y las personas mayores de una residencia que es tuya van muriendo de diez en diez, lo mínimo que se te pide es decir la verdad y asumir la responsabilidad que te corresponde. Pero, ya lo ve, no hacerlo no tiene castigo. Ni en la Tierra ni en el cielo. Y menos en una sociedad que ha hecho ver que no sabía qué estaba pasado en las residencias. Y, claro, ¿cómo podemos pedirle una cierta moral a la iglesia si la gente no la manifiesta? Y, sobre todo, y viceversa.