La Catalunya que está a punto de la guerra civil, donde la gente que piensa diferente se cose a tiros por la calle y los que quedan vivos, por Navidad hacen huelga de hambre para no verse y por Sant Jordi escupen en las rosas y queman los libros, asiste con interés a la hemorragia de armonía en este Madrit (concepto) que es España dentro de España. Y que no tiene nada que ver con el Madrid de la gente.

Armonía cósmica de paz y amor concretado en amenazas de muerte al ministro del interior, Fernando Grande-Marlaska, a la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, y al líder de Podemos y candidato a la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias. A este último le han enviado un sobre a la dirección del Ministerio del interior con cuatro balas de un fusil de asalto y una nota donde dice "tú mujer, tus padres y tú estais sentenciados a la pena capital".

Armonía cósmica con John Lennon cantando Imagine en la Cibeles y el alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, reprobando estas amenazas, sí, pero pidiendo que no "se aprovechen para criminalizar". Y el ABC titulando "Almeida condena las supuestas amenazas aMarlaska e Iglesias". "Supuestas". Afirmación. Del diario. SEN-SA-CI-O-NAL. E inmensos canutos de incienso fumados haciendo yoga tántrico mirando el famoso cartel de VOX sobre los menores desamparados y dejados a su suerte que algunos califican como menores no acompañados. Y el juez a quién le llega la denuncia diciendo "circulen, que aquí no ha nada que ver". Ah, por cierto, aquella Junta Electoral que se entretiene haciendo retirar pancartas, muy bien, gracias. Ha aprovechado el solecito para ir a zamparse un "arròs del senyoret".

Una convivencia, la suya, a prueba de bombas. Bien, o de balas. ¿Recuerda el chat de militares dónde se decía que había que fusilar a "26 millones de españoles hijos de puta"? ¿Sabe cómo acabó aquello? Va, le doy una pista: empieza por "en" y acaba por "nada". Y mientras intenta encontrar la respuesta, le recuerdo que los condenados por el Caso Blanquerna o bien están en casa o bien están huidos. Los unos siempre más fracturados que los otros.

A esta Catalunya rota que resulta que era quien había despertado el fascismo ahora le han quedado los ojos como telescopios viendo como aquellos que fueron avisados de que los siguientes serían ellos, ahora se exclaman porque el fascismo que ya venía despertado de casa ha ido a por ellos. ¡Vaya por Dios, que descubrimiento! Es como cuando Colón llegó a una América donde vivían millones de personas. ¿Cómo se puede descubrir una cosa que ya existe? Es como si unos incas hubiesen llegado a Marbella diciendo que habían descubierto Europa. ¿Verdad que no? Pues eso.

Pero la política se ha convertido en un inmenso cerdo del cual se aprovecha todo. Y como aquí "los que estamos fracturados le saludan" ya estamos en cuarto de cinismo, hemos encontrado el mecanismo para correr la cortina y poder ver que hay realmente detrás. Y hemos visto que VOX vive de chuparle votos al PP a base de un discurso de vómito por aspersión. Y, en general, les funciona. Pero en Madrid, Ayuso los ahoga con el Godzilla contra King Kong del demagogiómetro. Esto les obliga a añadirle a su "trallada" habitual ácido sulfúrico reforzado con cal viva, jarabe de Módena y la mierda aquella caramelizada que le meten a todos los postres.

Hubo un día en que las elecciones se ganaban con promesas. Más o menos sinceras. Ahora triunfa la víscera. La campaña en Madrid va de "vóteme a mí porque si no gobernarán los otros y usted ya sabe que los otros son una pandilla de criminales que irán a por nosotros. Por lo tanto, hay que eliminarlos". ¿Proyectos? Ni uno. Por lo tanto, la llamada "izquierda" usa el exabrupto que le dedica el enemigo para ponerse la medalla de la salvación y decirle a sus posibles clientes: "somos el freno al fascismo. Sin nosotros, la catástrofe".

Pablo Iglesias marchándose del debate de la SER en respuesta a una actitud que incluso ofendería a Charles Manson sobrepasado de coca, da votos a VOX. Y se los da a Podemos. ¿Estoy diciendo que son lo mismo? No. ¿Estoy hablando de que los extremos se tocan? No. Estoy diciendo que la política de finales del primer cuarto del siglo XXI funciona por emociones. Y todo el mundo las usa en beneficio propio. ¡TODO EL MUNDO!