Se supone que cuando haces una crónica tienes que ponerle alguna cosa de ti para que la cosa tenga un toque, un aire, una intención. Pues bien, la crónica que si usted es tan amable leerá seguidamente, no cumplirá este precepto. Sólo explicando lo que he visto las últimas horas, la pieza se hace sola. No hay que añadir nada más. Por lo tanto, ya aviso al señor editor que no la cobraré. No sería justo.

El festival empezó ayer en torno a la una de la madrugada. El equipo de El Nacional que cubre el juicio contra el independentismo salió a dar un paseo después de cenar. Y decidimos ir a la zona del Tribunal Supremo para ver dónde trabajaríamos estos días. Estuvimos paseando tranquilamente acompañados de una señora que paseaba el perro y cuando ya nos marchábamos, nos abordó a un policía muy nervioso. Con una educación al límite de no serlo, nos pidió la documentación. Cuando le preguntamos qué pasaba, la respuesta fue un ataque de sordera y una mirada al infinito. Mientras, habían aparecido 7 policías más y, a una cierta distancia, nos rodearon. Quince minutos más tarde nos devolvió la documentación y, eso sí, más calmado, nos permitió marcharnos.

Esta mañana a las 8, en la explanada de delante del Supremo había unos 300 periodistas haciendo, o intentando hacer, su trabajo. Para llegar había que pasar un solo control de seguridad solventado con DNI y acreditación profesional. A lo largo del día el criterio ha ido cambiando como también ha cambiado la cifra de controles. Ahora uno. Ahora dos. Ahora tres. Ahora por donde pasabas ya no puedes pasar. Ahora tienes que subir dos calles arriba. Ahora no puedes estar aquí, sitio en el que hace 10 minutos sí que podías estar. Ya se lo digo ahora, todo ha sido un descontrol. No puedo decir que la organización era mejorable porque eso querría decir que había.
Los periodistas que tenían acreditación para estar dentro del Supremo, dos máximo por medio, los abogados y el público entraban por una puerta lateral y en aquella zona había momentos que podías estar, momentos que no, momentos que ni sí ni no...
Por cierto, hablando del público que quería acceder a la sala, la mayoría eran próximos a Vox. Lo he intuido cuando Ortega Smith ha aparecido por allí en dirección al interior del edificio y la mayoría ha empezado a gritarle "¡grande!".

Suerte que no llovía, porque no había plan B. Es decir, no estaba prevista ninguna sala donde meter a toda esta gente que son (somos) los que no tenemos sitio dentro. La única alternativa es una pequeña sala de prensa situada en el sótano menos dos de la Audiencia Nacional. Allí caben unas 30 personas, pero una parte del espacio ya lo ocupan los periodistas que siguen los juicios de la propia Audiencia Nacional. Por cierto, por los monitores se podían seguir un par. "Nuestro" juicio, no. O sea que la sensación allí era de "¿qué hago yo aquí?".
En una de las columnas hay varios dibujos de aquellos que la gente cuelga en el trabajo y que les han hecho los hijos. Encima de dos dinosaurios muy coloridos hay un papel pequeño con un corazón rojo debajo del cual está escrita la frase "Amo a Trapero".

Acceder a este espacio alternativo es sencillo. Sólo tienes que pasar el control de seguridad, mostrar DNI y acreditación profesional, dar tu número de móvil y seguir las indicaciones "Área policial-calabozos-zona de prensa", pasando por el lado de la zona donde esperan los que declaran en los diferentes juicios.
Pero volvemos a aquello de los perímetros y los criterios. Jaume Asens, Aitor Esteban (PNV) o Pere Aragonès estaban dentro. El senador de Bildu Jon Iñarritu ha estado más de media hora intentando pasar y no ha podido. El resto de parlamentarios catalanes también se han quedado fuera. Y los familiares de los presos han sudado tinta. Txell Bonet, pareja de Jordi Cuixart, estaba indignada, pero se lo tomaba con ironía. Susanna Barreda, pareja de Jordi Sànchez, cuando por fin ha podido superar los tres controles y ya estaba dentro del último perímetro antes de entrar en el edificio ha exclamado un "qué vergüenza".

Antes de ir a comer alguna cosa en el único bar situado dentro del perímetro de seguridad se me ha acercado una chica de una cadena extranjera y me ha preguntado si yo era Joan Coscubiela.
Ya dentro del bar hemos podido compartir espacio con un par de jueces y un fiscal de la Audiencia Nacional muy famosamente mediáticos. Picando unas patatas con chorizo han consumido un par de cervezas por cabeza de un tamaño que yo me no me tomo una ni a la hora de comer. Era la hora del descanso y había hambre. Y sed.