A Jordi Cañas y a un servidor nos separan muchas cosas. Y que por muchos años sea así. Hemos divergido en público y en privado y estoy convencido de que hay cosas sobre las cuales nunca nos pondremos de acuerdo. Porque no puede ser y, además, es imposible.

Pero no soporto las injusticias. Y, como no las quiero para mí ni para los míos, tampoco se las deseo a los otros. Tampoco a Jordi Cañas. Por eso he ido siguiendo con interés el caso que le ha afectado, que no he entendido nunca, y que ahora, finalmente, se ha acabado. Un caso muy extraño que restituye su nombre en un mundo donde tienes que ser honrado, parecerlo y, además, intentar evitar que nadie ni nada ajeno a ti te salpique. Porque cuando sucede eso último, puedes estar años en la tintorería intentando sacarte la mancha de una americana que no es tuya y que apareció llena de mierda en tu armario.

La cosa venía de una factura falsa emitida el año 2005 por una sociedad que Cañas compartía con su expareja y de la cual era administrador y responsable ejecutivo su excuñado. El exdiputado de Ciudadanos estaba acusado de fraude a Hacienda, pero fiscalía no le imputaba ningún delito. Era la Abogacía del Estado quien le pedía dos años y medio de prisión. Insisto, por un caso del 2005, cuando Cañas no sólo no era diputado sino que su actual partido todavía no existía, y que provocó la renuncia de su escaño un día del mes de abril del 2014. Un día que fue despedido del hemiciclo con aplausos de muchos diputados que no sólo no eran de su partido sino de los cuales era un radical enemigo político.

Cañas dijo "volveré" en esta rueda de prensa:

Pues bien, ahora Cañas puede volver, si quiere, a la primera línea política porque el TSJC lo ha absuelto definitivamente. Sí, Cañas ha ganado, pero es una victoria amarga. Creo. Aunque ahora puede volver con la cabeza bien alta y con su imagen reforzada, han sido trece años acarreando la sombra de la duda por un caso que no tenía ninguna relación con la corrupción ni con su gestión política. Señalado por muchos que sabían de su inocencia y que han aprovechado para ajustar las cuentas con él y que lo han calificado de corrupto. 

El caso de Cañas, como el de muchos otros políticos que han pasado por lo mismo, demuestra la crueldad de la política. "Todos son iguales", "todos roban", "no hay ni uno que sea pobre"... Frases injustas que oímos a menudo y que, a veces, son desmentidas por la realidad. Y cuando eso pasa y le pasa a alguien que no es "de los tuyos" (un día tendríamos que hablar de eso de los "tuyos" y los "otros") apetece mucho reivindicar este alguien y el gesto que tuvo dejando su escaño y apartándose de la primera línea política.

Y, dicho esto, deseo que Jordi Cañas vuelva al primer plano político porque tengo unas ganas de criticarlo y de darle una estopa que ni se lo imagina. Todavía.