Hay una cosa todavía más catalana que montar una asociación o coleccionar cosas extrañas. Y esta cosa que hacen los catalanes se llama autocrítica. Pero no en positivo y para intentar hacer las cosas mejor sino autocrítica desde el derrotismo.

La última serie la arrastramos desde hace 3 días. A partir del momento en que la consellera Clara Ponsatí dijo aquello del póquer y el farol.

La reflexión era necesaria y conveniente para que algunos dejen de autoengañarse definitivamente y otros empiecen a explicarnos hacia dónde vamos, con qué velocidad y para hacer qué, también definitivamente. Pero eso ha derivado en una riada de gente diciendo que dimite de hacer "activismo". Aquel ramalazo tan catalán.

La cuestión es que este ejercicio imprescindible que nos autoexigimos tan fuerte que acabamos usándolo para derrotarnos a nosotros mismos, deriva en el imaginario colectivo, propio y ajeno, como una asunción de derrota consecuencia de no haber hecho las cosas bien.

En cambio, el unionismo que nunca hace autocrítica, como no se cuestiona nada, se adjudica la verdad absoluta. Es decir: usted hace autocrítica porque no tenía la razón y nosotros ni nos planteamos haber hecho nada mal porque somos unos campeones. O mejor dicho, nos creemos tan en posesión de la verdad que eso de la autocrítica no va con nosotros y es cosa de fracasados.

Ahora no entraremos en la mentalidad de quien históricamente ha sido conquistador y quien ha sido conquistado (y derrotado), pero el tema va un poquito por aquí. Haciendo una metáfora (y que se entienda exactamente así), los unos somos el perro que siempre recibe hostias y los otros son el amo que da las hostias. Y en la relación amo-perro, se quiera o no, siempre hay una posición dominante. Mientras el perro lo permita, claro.

Por lo tanto, y siguiendo con la metáfora, esta situación sólo se acaba mordiendo al amo justo en el momento en que levante la mano o haga la intención. Dicho de otra manera, de autocrítica la justa y necesaria y exigiendo que los otros también la hagan.

Sí, porque mientras aquí somos exquisitamente pulcros criticando según qué patinazos de según quien, hace tres días que oigo a los tertulianos unionistas defendiendo como un solo hombre (y como una sola mujer) las palabras de Borrell sobre el enfrentamiento civil. Como antes habían defendido su desinfección o sus bromitas nivel Jaimito Borromeo dedicadas al vicepresident Junqueras. Ojo, y lo defienden sin ninguna manía y con mucha vehemencia.

Y mire que tienen material para hacer autocrítica. De hecho si se pusieran ahora mismo a ello, acabarían en Navidad. Del 2351. Empezando por según qué presencias en según qué manifestaciones de personajes que serían expulsados de la alemana nazi. Por nazis. Y acabando por la conexión cloacas del Estado-periodistas amigos, algunos de los cuales, como diría Aznar: "no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas".

Por lo tanto, ánimo. Ellos y nosotros.