Subo la persiana. Sigue siendo primavera, pero en el exterior alguna cosa ha cambiado. Yo diría que hay más movimiento. Se oye más ruido. Y a lo largo del día me lo han comentado otras personas de varias ciudades. ¿Son impresiones o la gente se está relajando? Dígale relajando o dígale que, por ejemplo, el gerente del Hospital Comarcal de la Cerdanya, Francesc Bonet, denunciando que un 20% de los atendidos este fin de semana en el centro NO eran residentes en la comarca.

Lamentablemente una parte de la gente que se mueve lo hace porque intenta dar el último adiós a sus muertos. Hoy, por ejemplo, una colega ha enterrado a un familiar. Mañana les quiero hablar de ello. De la ceremonia. Si se puede llamar así. Y de cómo automatizamos el dolor. Supongo que para protegernos. Decía que será mañana, si no sucede nada, porque hoy toca hablar de otro muerto. Se nos acumulan los difuntos sin tiempo para digerirlo.

Poder hacer mi trabajo ha sido una suerte que no merezco. Gracias a esto de juntar letras he podido conocer gente muy potente. Sabios de verdad. Genios de lo que hacían. Y a algunos los he podido descubrir en zapatillas. O sea, en momentos cotidianos, que no eran de trabajo, y hablando de cosas importantes. Por ejemplo de la vida.

Desde el año 1995 al 2000 me dejaron estar en el programa "Las tardes con Elisenda Roca" en Comràdio. Allí compartí redacción con Elisenda, por supuesto, y con Magdalena Oliver, Gloria Galiano y May Revilla al principio de todo y después fueron incorporándose Blanca Lucas, Mabel Martí, Noemí Gallardo o Judith Burrull. Los estudios estaban en un piso de la Granvia de BCN, tocando a Bruc. La primera temporada bajábamos a comer porque aquello era tan pequeño que trabajábamos en mesas calientes: Tú te levantas y te vas para que pueda entrar otro. Y lo hacíamos, o bien en El Viejo Pop de la calle Llúria, o bien en el Wok & Bol de la calle Diputación, los dos ya desaparecidos. Una pena, sobre todo el segundo. ¡Que bueno era el pato y que buenos eran los dim-sum!

Total, que como Sergi Belbel era pareja de una de las compañeras, venía a menudo a comer. Y entre eso y que Elisenda era mucho de teatro, siempre acababa viniendo alguien de la "farándula". Y así un día venían los Kràmpack, una compañía nacida hacía poco, que formaban Joel Joan, Jordi Sánchez, Mònica Glaenzel y Elisenda Alonso y que cuatro años después harían juntos una cosa llamada Plats Bruts. Y otro día venía una T de Teatre. Y otro día aparecía una de las personas que hoy nos ha dejado físicamente, Josep Maria Benet i Jornet, Papitu.

Un servidor de usted había compartido por primera vez él mismo aire que él, el año 1992. Yo entonces corría por el departamento de dramáticos de TV3 porque trabajaba en la serie Quico. Y en aquellas cuatro paredes, gente como Joan Bas, Eugeni Margalló, Jaume Banacolocha, Jordi Frades, Enric Banqué y Sílvia Quer parieron la serie Poble Nou, el primer culebrón diario hecho en España y un fenómeno social. Y el ideólogo de la cosa fue Papitu. Con la colaboración de Lluís Arcarazo. A veces los veía reunidos en algún despacho y pensaba: esto es historia. Y lo fue. Recuerdo el primer día que superaron la audiencia del culebrón de TV1 (que seguramente era venezolano). No se lo creían. Después no sólo se lo creyeron sino que crearon una estructura que hoy todavía perdura.

En aquella época Papitu tenía fama de arisco. De estar por pocas hostias. Hablaba muy rápido y tenía fama de exigente. Cuando lo veía en una entrevista siempre pensaba: "Ay... ay, que soltará alguna de las suyas". Claro, yo nunca trabajé con él y quizás allí era así. Pero el Papitu que conocí en aquellas comidas medio familiares era otro. Afable, con un gran sentido del humor, muy culto, muy observador y que, a la que podía, hablaba de su hija, que entonces tenía 24 años menos que ahora. Y cuando lo hacía se le iluminaban aquellos pequeños ojos que tenía detrás de aquella nariz tan particular. Creo que con el tiempo su imagen pública se suavizó. Y después vino la enfermedad. Hasta este 6 de abril del año 2020.

Como hombre de teatro que fue, hoy mucha gente lo aplaudirá. Confinadamente. Cuando sea ya se le hará un homenaje como es debido. Y entonces el aplauso será sonoro. Público. Y del público. Pero no aplaudirán al hombre de teatro sino al muerto. Porque ahora aplaudimos a los muertos. Un buen día alguien empezó a hacerlo y ya no hemos parado. Nunca se había aplaudido a los muertos. Los romanos, inventores también de eso, lo crearon como manera de demostrar que les había gustado el espectáculo que habían visto. O sea, sin saberlo, los romanos inventaron el aplauso para reconocer el trabajo del Papitu dramaturgo, no para recordar al Papitu muerto. Entonces, ¿qué tal si hacemos caso a los romanos? Al menos en eso...

Pero Papitu no ha sido el único muerto del día. Quién más quién menos ha tenido noticia de alguien más o menos próximo que llenará estas largas listas de defunciones que parecen no tener final. Ahora bien, como firme partidario de que ni en los peores momentos tenemos que perder aquel punto, quiero compartir con usted una frase que se ha oído hoy en la rueda de prensa de los ministros Illa y Ábalos. Cuando tenían que entrar las preguntas de los periodistas, no se sabe el origen, pero se ha oído nítidamente la frase: "yo no tengo la culpa que usted no tenga estudios y se haya tenido que meter a policía".

Seguro que sólo con esta frase, el señor Josep Maria Benet i Jornet nos habría hecho una obra de teatro. Y seguro que lo habríamos aplaudido.