Comprometerse a gobernar para todos es un clásico de las tomas de posesión de los presidents de la Generalitat. Salvador Illa no fue la excepción cuando asumió el cargo el 8 de agosto de 2024, hace casi nueve meses. De hecho, es expresar lo que es obvio y que, por tanto, no habría ni que mencionar, porque se sobreentiende que en democracia debería ser siempre así. Si se hace, pues, es porque todos los nuevos presidentes sienten que, una vez tras otra, la promesa no se cumple. Y al líder del PSC le pasa lo mismo, que, a pesar de las buenas palabras y quizá también las buenas intenciones, tampoco gobierna para todos, diga lo que diga la marca corporativa del gobierno que encabeza.

Sin negarle la plena legitimidad democrática del lugar que ocupa, ¿alguien se cree que el 133º president de la Generalitat gobierna para los independentistas, que, a pesar del desánimo general por el que atraviesa el movimiento y a pesar de lo que digan las encuestas, siguen siendo uno de los segmentos más importantes de la población de Catalunya? ¿Hay algún independentista que piense realmente que Salvador Illa está gobernando para el colectivo que quiere separarse de España? ¿Todos los catalanes que no se sienten españoles, y que no tienen necesariamente por qué ser independentistas, están seguros de que gobierna también para ellos? Si el jefe de filas del PSC no gobierna para prácticamente la mitad de los catalanes, se puede decir que, a diferencia del lema oficial de la fiesta de Sant Jordi de este año que proclama que Sant Jordi és de tothom (todos), él, en cambio, no lo es, de todos. El mismo planteamiento de la fiesta del patrón de Catalunya en estos términos por parte del gobierno de la Generalitat —siguiendo el eslogan de cabecera de la legislatura socialista que habla de El Govern de tothom (todos)— tiene en realidad, al contrario de lo que pueda parecer, carácter excluyente, porque deja fuera a una parte de la ciudadanía, en la medida en que lo que transmite es un mensaje estrictamente descatalanizador.

El PSC, de hecho, hace tiempo que intenta descatalanizar la fiesta de Sant Jordi y este año, aprovechando que manda en los dos lados de la plaza de Sant Jaume de Barcelona, lo hace de manera totalmente desacomplejada y descarada. Porque eso, borrar cualquier signo de catalanidad y convertirla en una fiesta española más, es lo que esconde el lema Sant Jordi és de tothom (todos), que da pie a una pregunta bien sencilla: ¿de quiénes eran todos los Sant Jordi que se han celebrado hasta ahora, pues? De los catalanes, obviamente, que parece que sea lo que molesta. Sant Jordi no es solo el día del libro y de la rosa, es también la fiesta del patrón de Catalunya, y esto es así desde que ya a principios del siglo XI Sant Jordi tiene la condición de "patronaje real" de los monarcas de Catalunya y Aragón, cuando eso que se llama España todavía no existía. Sant Jordi, por tanto, seguirá matando al dragón y salvando a la princesa, y lo hará en catalán por mucho que a algunos parece que se les indigeste que sea de esta manera.

El PSC hace tiempo que intenta descatalanizar la fiesta de Sant Jordi y este año, aprovechando que manda en los dos lados de la plaza de Sant Jaume de Barcelona, lo hace de manera totalmente desacomplejada y descarada. Porque eso, borrar cualquier signo de catalanidad y convertirla en una fiesta española más, es lo que esconde el lema Sant Jordi és de tothom

Otra muestra de para quien gobierna Salvador Illa es la polémica que ha rodeado al ya exdirector de la Casa de la Generalitat en Perpinyà, que es como en este caso se denomina al delegado del gobierno catalán. Christopher Daniel Person, un personaje gris sin méritos especiales más allá de la afección partidista, que es quien ocupaba el cargo, ha sido finalmente destituido tras ganarse la antipatía prácticamente de todo el mundo por negarse a usar el término Catalunya Nord, que incluso un Estado tan centralista y jacobino como la propia República Francesa reconoce. El 133º president de la Generalitat ha acabado cediendo, pero no probablemente por la queja unánime del bloque catalanista, sino porque se ha dado cuenta, aunque haya tardado en hacerlo, que posicionamientos de este tipo restan más que suman de acuerdo con sus propios estándares de ver la acción política.

Uno de los principales críticos de esta manera de hacer es JxCat, que por detrás, sin embargo, se aviene a hacer negocios con el PSC, si de lo que se trata, además, es de tocar poder. Y es que resulta que el nuevo delegado de la Generalitat en Perpinyà es el exalcalde de Puigcerdà, Albert Piñeira, militante primero de CDC, después del PDeCAT y finalmente de JxCat. Es decir, un convergente de pro, de toda la vida, que pasa a engrosar las filas del equipo con el gen sociovergente del que se ha rodeado Salvador Illa, como si de un refugio para cargos procesistas se tratara. Una formación, la de Carles Puigdemont, que mientras con una mano contemporiza con el líder del PSC, con la otra se enfada con Pedro Sánchez y le amenaza de retirarle el apoyo si no cierra de una vez los acuerdos que han trabajado en los últimos meses.

Oír por boca de Jordi Turull el enésimo ultimátum al PSOE es para hacerse un hartazgo de reír o directamente para no hacer ningún tipo de caso de un cuento de nunca acabar que, a copia de repetirlo, cansa. Esta vez el límite del cumplimiento —se supone que para hacer efectiva, entre otras, la delegación de las competencias en inmigración a la Generalitat— JxCat lo fija en el mes de mayo. Pero también lo había situado en el mes de enero y no solo no pasó nada, sino que mientras tanto las dos partes han llegado a otros pactos sobre, por ejemplo, el reparto de menores migrantes entre las autonomías o las medidas económicas para ayudar a las empresas a hacer frente al aumento de los aranceles por las exportaciones a Estados Unidos implementado por Donald Trump.

JxCat hace aquello de apretar pero no ahogar porque, aunque ponga contra las cuerdas al líder del PSOE, rechaza el ofrecimiento reiterado y reiterativo de Alberto Núñez Feijóo de pactar una moción de censura, conjuntamente con el PNV, para echarlo de la Moncloa. Lo que ocurre en este supuesto es que el presidente del PP, como buen gallego, sufre de amnesia momentánea y se olvida de precisar que, para que salga adelante, es necesario también el apoyo de Vox, que por ahora ni los nacionalistas vascos ni los catalanes tienen ganas de compartir. Pedro Sánchez, de momento, puede estar relativamente tranquilo, y de rebote Salvador Illa, que puede ser que no gobierne para toda la población de Catalunya, pero que mientras no gobierne contra JxCat tampoco tiene por qué preocuparse.