¿Hay que controlar quién entra en un país? ¿Tiene que haber un control de la inmigración? Sí y mil veces sí. ¿Verdad que vosotros controláis quién entra en vuestra casa? Pues ¿por qué la entrada a un país tiene que ser diferente? ¿Dejaríais entrar en vuestra casa a un ladrón, a un violador, a un psicópata, a un terrorista o a un traficante de drogas? En mi casa, ya os aseguro yo que no. Entonces, ¿por qué demonios no tiene que haber un control de quién entra en Catalunya? Otra pregunta, que me gustan mucho: ¿permitiríais que trescientas personas vinieran a vivir a vuestra casa? Solo centrándonos en la logística, diría que no (por más de izquierdas y altruistas que seáis). No cabrían, a menos que viváis en un palacio con trescientas habitaciones, cuarenta cuartos de baño y unas diez cocinas. Y si sumamos a esto que cada uno habla una lengua diferente, que unos quieren que las mujeres vayan tapadas y otros no, y que entre esas trescientas personas hay algún violador y algún sicario, pues la cosa todavía se complica un poco más. Hasta hace poco, si decías que querías que se controlara quién entra en Catalunya, te encasillaban como persona de extrema derecha radical, inhumana, racista y xenófoba. Los grises se los pasaban por la entrepierna. Ahora parece que "las izquierdas", supongo que porque ven que Aliança Catalana empieza a aumentar porcentajes de votos y tienen miedo de perder su silla, empiezan a decir que quizás deberíamos mirarnos un poco todo esto de la seguridad y la migración.
Personas tan de izquierdas y con ganas de acoger a quien sea (mientras no sea en su casa) como Gabriel Rufián, ya utilizan estos dos conceptos (seguridad y migración) en un mismo discurso: “Yo lo que le pido a la izquierda es menos pureza y más cabeza […] Le pido que hablemos de seguridad. Sí, de seguridad, aunque incomode. Sin la exageración de unos ni la negación de otros. Porque es un problema que existe. Que hablemos de migración. Sí, migración. Y evidentemente no lo estoy vinculando. Pero basta, 5 minutos, poner la oreja 5 minutos en un barrio o hablar 10 minutos con un alcalde para saber que los flujos migratorios, como siempre ha pasado, como le pasó a mis abuelos de Andalucía llegados a Catalunya hace 70 años, que los flujos migratorios son un reto para los barrios. Un reto que se tiene que basar en la seguridad, que se tiene que basar en la integración y que se tiene que basar en el respeto”. Dice que hablemos de seguridad y migración, y evidentemente no lo está vinculando, PERO… No hace falta ser una experta en lingüística para saber que un pero después de una afirmación significa que la afirmación tiene alguna grieta, que quizás no es tan pura (“menos pureza y más cabeza”) como parece.
El buenismo de Rufián del oh, benvinguts, passeu, passeu, de les tristors en farem fums, nos ha llevado a una sustitución demográfica y lingüística imparable
Los flujos migratorios son un reto para los barrios, dice. Claramente ha preferido usar un eufemismo para no decir, claro y en catalán (ay, no, que a pesar de ser de un partido independentista prefiere expresarse en castellano), que los flujos migratorios son la causa de muchos conflictos. Pasar de acusar a Aliança Catalana de extrema derecha a hacer el mismo discurso, habría quedado muy feo e hipócrita; era necesario atenuarlo un poco y ponerle un poco de confeti y de serpentinas. Un reto que se tiene que basar en la seguridad y en la integración, también dice. Más eufemismos que van confirmando cada vez más la teoría de que los flujos migratorios descontrolados son una de las causas de la inseguridad y de la falta de integración. ¿Integración? ¿Cómo pretende integrar a tanta gente? Su buenismo del oh, benvinguts, passeu, passeu, de les tristors en farem fums, a casa meva és casa vostra si és que hi ha cases d'algú, nos ha llevado a una sustitución demográfica y lingüística imparable: según la última actualización (del 1 de octubre de 2025) del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 46,9% de los residentes en Catalunya de entre 25 y 39 años han nacido en el extranjero. Nos haría falta un gran milagro y una independencia exprés para solucionarlo, y aún no tengo claro si lo conseguiríamos.
Introducir en un país una cantidad ingente de personas —por más que digan que gracias a la inmigración tendremos una pensión preciosa cuando nos jubilemos—, como se está demostrando —precio de la vivienda disparado, sanidad destruida, trabajos precarios, sustitución lingüística, delincuencia, miseria…—, no puede acabar bien de ninguna manera. Hay quien niega —en una especie de delirio más propio de un estado de alucinación post consumo de marihuana que de persona adulta y madura, que la delincuencia haya aumentado en Catalunya. Negar la realidad es una de las estrategias que utiliza el cerebro para evitar afrontar aquello que nos da miedo (hay otras, pero esta está muy generalizada). No existe: no me tengo que preocupar. El problema es que esta gente que niega la realidad no tiene suficiente con negarla, necesita desprestigiar y —en el caso que nos ocupa— acusar de formar parte de la extrema derecha a todos aquellos que afirmen que esta realidad que ellos niegan existe. Creen que así el problema desaparecerá por arte de magia, y ya hemos visto —los que queremos verlo— que no. ¿Hay que controlar quién entra en Catalunya? Definitivamente sí.